En la columna anterior explicábamos las dos varas de medir del Gobierno de España, que se ha mostrado muy atento con unas víctimas –la del vil asesinato por parte del presunto pederasta de la niña de cinco años, Mari Luz–, mientras ha mostrado su desprecio a las otras víctimas, las del terrorismo. Hoy toca dar un paso más al frente y pedir, en lógica consecuencia, que se alce un nuevo monolito, esta vez en honor del presidente de los socialistas guipuzcoanos. Y es que el diario El Pais ha encumbrado a este maltratador de su propia mujer a lo más alto del pundonor de la política, como adalid y guardián de las esencias de la democracia en la presunta lucha, a su manera, con la banda terrorista ETA.
Según el diario de la familia Polanco, el principal negociador con Batasuna y con ETA en el fracasado proceso de paz, que llevaba sobre sus hombros el féretro de Isaías Carrasco, asegura que la banda terrorista abandonó el proceso de paz porque creyó que era una "rendición a bajo coste". Sólo hubo, por tanto, en palabras de Jesús Eguiguren, "reuniones de reproche". Una mentira detrás de otra contradicha en la misma entrevista pro-gubernamental en la que se dice que fueron Tony Blay y Gerry Adams quienes, tras el atentado de la T-4, pidieron al Gobierno de Z que escuchara a ETA. ¡Albricias! Por fin sabemos de dónde provenían las famosas "presiones internacionales." ¡Cuánta valentía, la del Gobierno de Z, al hacerlas públicas a través de la entrevista al maltratador de los socialistas vascos! Eso sí, al decir del maltratador socialista, ETA se acaba en esta legislatura, y punto.
Hay que recordar que en su momento ya contó la revista Época –y corroboró la agencia EFE– que Jesús Eguiguren, artífice del proceso de paz junto con José Luis Rodríguez Zapatero, tuvo que dimitir en mayo de 1992 como vicepresidente de la Cámara vasca por "razones personales" (sic). Es decir, porque su mujer, Assunta Zubiarrain, lo había denunciado por malos tratos, motivo por el cual fue condenado a 17 días de arresto menor. Según la sentencia, el dirigente socialista golpeó a su mujer con las manos, un paraguas y un zapato durante una discusión en la que ella acusó a su marido de serle infiel. A causa de esta paliza, Assunta Zubiarrain sufrió hematomas y contusiones en las zonas parietal y occipital del cuero cabelludo, en los hombros, brazos, codos, manos, glúteo y muslos, lesiones que tardaron en curar 20 días.
Unos sencillos golpecitos que le valieron a Eguiguren para que nunca dejara su escaño en la cámara de Vitoria a pesar de su dimisión de la vicepresidencia. E incluso la formación fundada por Pablo Iglesias, lejos de expulsarle, le dio su aval durante el juicio por malos tratos como recogió el artículo de El País firmado por José Luis Barbería el 16 de abril de 1992. Tan execrable actitud le fue premiada un año después de su condena, en 1993, tras la fusión del PSE-PSOE y Euskadiko Ezkerra (EE), al ser elegido Eguiguren nada menos que secretario general de Guipúzcoa. En 2000, cuando Zapatero fue nombrado secretario general, entró a formar parte del Comité Federal del PSOE. Un currículum a mayor gloria del Gobierno de la igualdad de la mujer y todos esos rollos.
Ahora, en unos momentos en que se clama por listas de pederastas como las de los maltratadores, resulta que desde hace seis años, en 2002, el diputado socialista maltratador fue ascendido a presidente del PSE-EE al tiempo que Patxi López era elegido secretario general. Todo un premio para quien negocia con guante blanco con los terroristas y se lía a puñetazos, paraguazos y zapatazos con su propia mujer. ¿Y a éste tipo hay que creerle? Un monumento, pues, para Eguiguren, junto al de José Luis Cortés; así habrá quien escuche a Ana Iríbar, a Mari Mar Blanco o a Rubén Múgica, a quienes por muchas placas que les homenajeen nunca conseguirán todo un pedrusco en la plaza de algún municipio vasco de relevancia.