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SOCIALICEMOS, PUES

Zapatero y el cristianismo social

Hemos vivido peligrosamente el año 2005. No son buenos tiempos para la lírica, sí para el kit de manifestante. Ha hablado el oráculo de sí mismo: Rodríguez Zapatero dixit. El leit motiv, ahora, es el “patriotismo social”. Concepto amplio, rico, profundo donde los haya. Ya no es el “patriotismo constitucional” de la era Aznar; ni el nacional patriotismo de otros tiempos. Es el patriotismo social, de lo social, para lo social, en lo social.

Hemos vivido peligrosamente el año 2005. No son buenos tiempos para la lírica, sí para el kit de manifestante. Ha hablado el oráculo de sí mismo: Rodríguez Zapatero dixit. El leit motiv, ahora, es el “patriotismo social”. Concepto amplio, rico, profundo donde los haya. Ya no es el “patriotismo constitucional” de la era Aznar; ni el nacional patriotismo de otros tiempos. Es el patriotismo social, de lo social, para lo social, en lo social.
Supongo que lo social se opone a lo individual; y que, también, hace referencia a los valores tradicionales de la izquierda, reciclados en la Revolución Francesa y su religión civil. Supongo que lo social es entendido como lo que afecta a los más frente a los menos, una siempre nueva forma de igualdad en un mudo en el que la globalización genera un igualitarismo por defecto.
 
La dimensión social, la doctrinal social, del Evangelio y de la doctrina cristiana, ¿tienen algo que ver con lo social del Gobierno de Zapatero? No vaya a ocurrir que no nos estemos dando cuenta y el inspirador del Plan Zapatero para el progreso social de España sea Basilio el Grande y sus compañeros de los primeros tiempos. En ningún caso es apropiado un progreso en lo social, entendido como crecimiento de nuestras posibilidades, que no vaya acompañado de un desarrollo de la energía moral, de la conformación de un sistema público de libertades basado en la innegociable dignidad de la persona humana y de las consecuencias que de ella se derivan.
 
Lo que nos estamos jugando, el año ya pasado, este año que comienza y los venideros, es la superación de la "crisis del cristianismo" como crisis de la pretensión de la verdad. Es posible que un cierto pensamiento identificado con la izquierda, más o menos clásica, se haya refugiado en las sacristías, en las iglesias y en los conventos. No es muy descabellado afirmar que la dimensión social del cristianismo ha sufrido, no sólo en la percepción pública, un reduccionismo, y se ha limitado a una repetición de ideas doctrinarias de la izquierda reciclada. Incluso puede que haya ocurrido en la teología y en la denominada pastoral.
 
Dos ejemplos. El moralismo político de no pocos discursos centrados en la repetición de las grandes ideas de la justicia, de la paz, de la ecología, que explotó en los años 60 y 70, no pocas veces ha acabado refugiándose en la utopía –la utopía del Evangelio, el Evangelio como utopía, que diría Bono, no el cantante–, incluso saltándose la dignidad del hombre. Un cristianismo y una teología que reducen el núcleo del mensaje de Jesús, el "Reino de Dios", a los "valores del reino", identificando esos valores con el moralismo político y presentándolo al mismo tiempo como síntesis de las religiones, olvidándose de Dios, de los principios sobre los que se conforma la dignidad de la persona humana, es una forma de lo "social" de no aceptables consecuencias.
 
Entender, vivir y explicar, por ejemplo, la eucaristía como una asamblea de la comunidad en la que se toma conciencia de los problemas, de las rupturas internas y externas de las personas, de los conflictos, o en la que se olvida el hecho de la presencia real y verdadera de Cristo con el pretexto de no herir sensibilidades o por estar convencidos de que la fe en Jesucristo es una más de las que traen la salvación al hombre, es una forma de lo social cristiano difícilmente contrastable.
Y ya que estamos en tiempos de balances, hagamos balance del que hicieron público los miembros "sociales" del centro de estudios Cristianismo y Justicia, inspirado no poco por el jesuita José Ignacio González Faus, con algunas sorprendentes afirmaciones sobre el Papa, la vida política, social y eclesial en España. 
 
Piensan los miembros de esta institución, auspiciada por la Compañía de Jesús en Cataluña, que "dirigentes muy relevantes de la Iglesia parecen haber optado por abanderar alguna de las facciones y profundizar en la división en vez de ser signo de diálogo y conciliación". La defensa de valores fundamentales que pertenecen al bien común de nuestra sociedad, como la familia y la libertad de educación, ¿son formas de abanderar facciones y contribuir a la crispación? Para más inri, utilizan los conceptos de conservador o progresista para encuadrar a Benedicto XVI. Qué curioso: ¿por qué a la izquierda le encanta la geografía más que la antropología? Socialicemos, pues, lo social.
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