La mayoría de los jóvenes que se acercan a la creación audiovisual ya no tienen como punto de partida la realidad. Se dice pronto, pero es terrible. Su punto de partida es ya una reelaboración de lo real. No parten de historias humanas, sino de ciertas narraciones audiovisuales de terceros muy cercanas a la exaltación de lo virtual. El resultado es un cine cada vez más alejado de los intereses humanos.
El cine de Tarkovsky, en cambio, no es realista en sentido tradicional, pero el material con el que construye sus films, sus ingredientes, son la realidad misma, tanto en sus exponentes materiales como espirituales. Los conflictos que desarrolla en sus películas son universales e intemporales por su pertinencia a la condición humana. El cine de Tarkovsky no es moralista, ni maniqueo, ni es un cine de moralejas. Es sencillamente un testimonio del espíritu humano. Por ello, en un mundo en el que se silencian las exigencias más profundas del corazón humano, Tarkovsky sigue siendo actual por su humanismo radical, sin concesiones a la más mínima claudicación.
Por todo ello no carece de interés el recién estrenado documental La zona de Tarkovsky. A pesar de su título, que alude a la película Stalker del cineasta ruso, este documental español se centra en la gestación de Solaris, uno de los títulos emblemáticos de Tarkovsky.
La película arranca con 15 minutos sorprendentes de imágenes de archivo sobre los niños rusos en la segunda guerra mundial, hechos que inspiraron la primera gran película de Tarkovsky, La infancia de Iván. El resto del documental pivota sobre los testimonios de personas que participaron en Solaris: la actriz principal, el compositor de la banda sonora, el iluminador y el director artístico. También hay declaraciones de la hermana de Tarkovsky, pero lo mejor sin duda son los numerosos fragmentos en que vemos y oímos a él mismo en su vida cotidiana cuando se trasladó a vivir a Italia. Es entonces cuando le oímos opinar sobre 2001 de Kubrick, sobre el arte de Bresson y el cine de Antonioni o sus reflexiones sobre la campiña italiana.
Aunque la realización del documental por parte de Salomón Shang es muy amateur y se echa de menos un montaje más coherente y unas condiciones técnicas muy superiores, lo cierto es que el valor de los testimonios recogidos son suficientes para avalar el estreno de esta cinta imprescindible para los seguidores del maestro ruso, uno de los mejores cineastas de la historia.