Ambos films, Wall-E y Up, tienen detrás al mismo guionista de Monstruos S.A., Pete Docter, que en esta ocasión ha escrito y dirigido Up con la ayuda de Bob Peterson, autor de Buscando a Nemo y colaborador de Ratatouille. Con estos impresionantes currícula no es de extrañar que el nuevo producto de Pixar sea la maravillosa película que es.
La historia comienza con un flashback que nos cuenta la vida de Carl Fredricksen. Fue un niño aventurero que se casó con una chica aventurera a la que amó hasta el día de su muerte. Ahora Carl es un anciano nostálgico y solitario. En su vida, llena del amor de su matrimonio, se escondían sin embargo dos frustraciones: el no haber podido tener hijos por problemas médicos y el no haber llevado a su esposa al idílico lugar con el que desde pequeños habían soñado: las cataratas Paraíso en América del Sur. Ahora, a sus más de setenta años, ve la posibilidad de cumplir ambos sueños, pero eso sí, en una modalidad muy distinta de la que él hubiera diseñado. A su edad va a aprender grandes cosas y descubrirá que la vida puede ser una bella aventura hasta el mismísimo instante final. Para ello será fundamental la irrupción no deseada en su vida de Russell, un jovencito boy scout de padres divorciados que ha recibido el encargo de "ayudar a un anciano" para así completar la lista de méritos que le hará subir en el escalafón. Up arremete contra quienes se escudan y excusan en la nostalgia de "cualquier tiempo pasado fue mejor" para evitar descubrir las promesas del presente
Up tiene una extraña capacidad: la de poner un nudo en la garganta de los espectadores a pesar de tratarse de dibujos animados. La experiencia que vive el personaje de Carl está presentada con la misma eficacia que si se tratara de un gran actor de carne y hueso, y el espectador se conmueve cuando Carl expresa el drama de su vida. El diseño de Carl hace casi inevitable pensar en el último Spencer Tracy, duro por fuera y muy blando por dentro. Así como los otros personajes, como el malvado Charles Muntz, son más convencionales y ceñidos al género de aventuras, Carl es realmente un personaje dramático lleno de matices y evoluciones. Ciertamente esto no sería posible sin la prodigiosa animación de los dibujos, que trasmiten a la perfección los sentimientos, hasta lo más sutiles, de los personajes.
El film es fundamentalmente un elogio de la familia. Carl decide "hacer de padre" de Russell el mismo día que descubre que el verdadero padre del chico es un absoluto "ausente". Pero aparte de la cuestión de la filiación que atraviesa toda la película, los primeros diez minutos de metraje son un canto al amor esponsal de los más hermosos que recuerda la historia del cine.
Up también reflexiona sobre la cultura del éxito. Frente al éxito profesional y narcisista que persigue Charles Muntz, y que le esclaviza hasta transformarle en una mala persona, el film propone un éxito que consiste en responder a los deseos del corazón. Cuando Carl decide jugarse la vida por el sueño de Russell, no supera simplemente su perímetro de egoísmo, sino que se hace a sí mismo el favor de recuperar su verdadera humanidad.
Hay muchas más cosas que no es posible poner aquí, y qué decir de los aspectos técnicos, que son sencillamente prodigiosos. A los efectos visuales del 3D estereoscópico –la película se ve con gafas– se añade un gusto estético y visual que convierte algunos encuadres en antológicos. Y es que el guión de dibujos está –como siempre en Pixar, por otra parte– plagado de inteligencia hasta en los detalles más perfectos. En suma, una película imprescindible.