Sin embargo, todo esto lo que ha desencadenado ha sido una fuerte oposición por parte de algunos medios de comunicación y grupos políticos, a pesar de que en una sociedad libre, salvo el caso de que nos encontrásemos ante una actuación ilegal, lo normal sería que cada quien pudiera tener las iniciativas que quisiera. Pero incluso, en el caso de que un particular o un grupo estuviera llevando a cabo algo fuera de la ley, lo esperable sería que esto se pusiera en conocimiento de la autoridad correspondiente o, si fuera preciso, de los tribunales para que actuaran en consecuencia.
La oposición lo ha sido de tal manera, que un grupo no desdeñable de padres se han visto en la necesidad de manifestarse en el citado pueblo. Además de querer hacer público su apoyo a los promotores del colegio Monte Tabor, dos eran las reivindicaciones de la marcha. Por un lado, el pedir a las autoridades que faciliten la apertura de más centros educativos de enseñanza concertada en Pozuelo, pues, al parecer, más de 600 niños se quedaron sin plaza en este tipo de colegios. Lo segundo, que está muy ligado a lo anterior, era pedir que se garantice el que los padres puedan elegir el tipo de educación que quieren dar a sus hijos. Este caso se puede extender a otros muchos lugares de España y lo sufren otros muchos padres. Creo que da lo mismo que se trate de la mayoría o no, precisamente una de las características de una democracia es el respeto de las minorías. Pero antes de esto hay algo previo, más allá de mayorías o de minorías, se trata de que el derecho de elegir la educación de los hijos sea efectivo, lo cual, evidentemente, es algo más que elegir centro; se trata de que los padres puedan elegir la pedagogía que se vaya a emplear y que sus hijos puedan formar su personalidad en los valores que sus padres consideren los mejores para vivir en plenitud la aventura de ser hombre –no he dicho varón–, porque la educación es más que instrucción.
Dos son los problemas que, al parecer de sus opositores, presenta este proyecto educativo. El primero es que, aunque el colegio es mixto, sin embargo durante algunos cursos, no todos, los chicos y las chicas estarán separados en aulas distintas, lo cual no significa que vayan a tener distinto nivel de enseñanza ni materias distintas, se trata de una opción pedagógica cuya base principal está en el diferente ritmo de la evolución psicológica en la pubertad de los dos sexos. En donde este sistema se ha llevado a cabo, al parecer, se ha visto que las cifras del fracaso escolar disminuyen. Las razones de los políticos que se oponen es que esto es discriminador y segregador. Si reciben la misma calidad de enseñanza los chicos y las chicas no veo por qué lo pueda ser y, si no es así, si lo que hay es una separación, no para atender mejor a cada uno o una, sino para atender mejor a unos o unas que a otros u otras, entonces que actúe la autoridad sin que le tiemble el pulso.
El otro problema es que es ultraconservador. No sé bien qué se quiere decir con esta etiqueta, más allá de la descalificación, pero me parece evidente que, suponiendo que fuera ultraconservador, este proyecto tiene tanto derecho a existir como cualquier otro del espectro cromático que esté dentro de la legalidad. La libertad ideológica y de expresión no es “mi libertad”, es la libertad de todos, incluida la de los otros.
Mientras no se demuestre lo contrario, esta opción pedagógica, evidentemente, es eso, una opción pedagógica, que tendrá sus pros y sus contras, como todas, pero quienes la tendrán que valorar serán los padres, como tales, y los pedagogos esgrimiendo los argumentos propios de su disciplina académica. Y yo en esto ni entro ni salgo, simplemente digo que lo que no está prohibido está permitido y lo que no es obligatorio es voluntario.