Quien no ha sufrido la LOGSE se acuerda, ante este tipo de imágenes presentes en centenares de pueblos, de la victoria del ejército de Ramiro I de Asturias, en la batalla de Clavijo, en el año 834, frente a las tropas del emir de Córdoba Abderramán II, el mismo que sofocó las revueltas mozárabes de Córdoba y Toledo. Los vencedores sintieron que Santiago fue quien hizo posible que el débil invadido pudiera al fuerte invasor. Éste es uno de los hitos que definieron que España se forjara desde unos valores y no desde otros. Pues bien, en esta misiva se le decía al alcalde de Orxeta que retirara la imagen por considerarla el remitente "ofensiva hacia el Islam".
¿Por qué se dirige al alcalde y no al párroco o al obispo? ¿Quién es un alcalde para decidir sobre los asuntos de la parroquia católica de su pueblo? Esto que nos extraña, sin embargo, es algo previsible en una mentalidad teocrática, en un modo de ver en el que sociedad y religión se confunden, lo cual nos hace pensar que la integración en una sociedad democrática, para algunos, no es tan sencilla como parece que nos quieren hacer ver ciertos políticos. Pero es que además, partiendo de esos principios, lo de la separación de poderes tampoco puede estar muy claro. ¿Por qué no poner una denuncia en el juzgado si considera que lo están ofendiendo en vez de acudir al alcalde?
Tampoco debería sorprendernos la petición. Después de lo del escudo de Huesca o lo de las fiestas de moros y cristianos, tras la autocensura con marcha atrás de la ópera Idomeneo en Berlín y la no publicación, por si los islamistas, del libro de Nancy Kobrin, etc. no es de extrañar que haya individuos que lleguen a la conclusión de que en Occidente es el posible ofendido el que determina si una acción o una omisión es o no una ofensa. Si esto fuera así, sería el fin de la libertad de expresión, pues entonces cualquiera podría decidir qué se publica o qué no, pues si el criterio es subjetivo y no objetivo, ¿quién podrá decir que algo no le hace sentir ofendido a alguien? Seguramente los paranoicos, por ser los más suspicaces, acabarían haciéndose con el poder y la única palabra pronunciable sería la laudatoria hacia ellos. En esto, el tribunal danés que recientemente ha absuelto a los autores de las famosas caricaturas de Mahoma ha sido ejemplar, no hay nada que pruebe que los dibujantes tuvieran intención de ofender, tal y como lo prevé el tipo penal correspondiente, pues es ahí donde la libertad de expresión encuentra el límite, en lo que prohíbe la ley, no en lo que subjetivamente a alguien le pueda parecer que le ofenda o no. Sobre la imagen de Santiago, ¿hay algo en contra en la ley? Evidentemente no y, en democracia, lo que no está prohibido está permitido y lo que no es obligatorio es voluntario.
Hassan Ali Ben Y. Ben Ibrahim no conforme con su pretensión, advertía al alcalde que el no retirar la imagen se consideraría un ataque directo al Islam. ¿Podría esto entenderse como "una oferta a la que no se pueda resistir", que dirían en El Padrino? Sea como fuere, Vicente Llinares puso los hechos en conocimiento de la Guardia Civil. Desde luego, tal y como están las cosas, la prevención en este caso no sea tal vez exagerada. Ahora bien, con independencia de que alguien coaccione o no, sean etarras, islamistas o mafiosos, es determinante la actitud que tome una sociedad. Si a la coacción se cede, si se crea el clima social de autoculpabilización preventiva y autocensura consiguiente, si se llega a la conclusión de que siempre que me digan que ofendo es verdad, entonces no habrá nada que apaciguar, no habrá nadie a quien integrar, porque sencillamente todo estará sojuzgado por el que sea más fuerte y menos escrúpulos tenga.
Estas imágenes de Santiago, lejos de pretender ofender, tienen una muy precisa simbología histórica, en casi todos los casos valor artístico y siempre pretenden tener una finalidad religiosa, otra cosa es que acierten en esto último. Camino de Jerusalén, envió Jesucristo por delante a unos discípulos para que le buscaran posada y un pueblo samaritano se negó a darle alojamiento, ante lo cual, Santiago y su hermano Juan le preguntaron a Jesús: "¿Señor, quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?" Y, por esta ocurrencia, Jesús "les reprendió y se fueron a otro pueblo" (Lc 9, 51-56).