Del extenso y vivaz acercamiento de Samir a la polémica de estos días extraeré sólo algunos puntos especialmente relevantes, dado que en España la ignorancia sobre el caso y las manipulaciones ideológicas han multiplicado por diez la distorsión, por supuesto siempre en contra del bautizado (Magdi Allam) y del Papa.
Por lo que se refiere a la postura de Magdi Allam sobre el conjunto del islam (expuesta en tonos evidentemente polémicos por el interesado), Samir se muestra comprensivo pero también quiere tomar distancia con delicadeza. Reconoce que la influencia de un islam radical y violento ha crecido sin cesar desde los años 70 del pasado siglo, hasta el punto de llevar a la conclusión de que la semilla de dicha violencia está presente en el propio Corán y en los dichos de Mahoma. Samir ha seguido la peripecia de numerosos jóvenes musulmanes que deseaban convertirse al cristianismo, y en muchos casos el camino comienza precisamente con la constatación de la violencia que se extiende hoy en el mundo islámico, y con el descubrimiento del cristianismo como la religión de la paz y el amor, en la que Jesús, el Hijo de Dios, se entrega a sí mismo en la pasión y en la cruz. De todas formas, apunta Samir, la conversión no es tanto un distanciarse del pasado (en este caso del Islam) cuanto el descubrimiento de la novedad del cristianismo y la adhesión a la persona de Jesucristo.
En otro momento el padre Samir rebate las afirmaciones de numerosos exponentes musulmanes, según las cuales la conversión del islam al cristianismo sería superflua (aparte de condenable e irritante) porque todo lo bueno del cristianismo ya estaría presente en el Corán, que según ellos supera e incluye las revelaciones precedentes. A esto responde Samir que por el contrario existen puntos inconciliables entre cristianismo e islam, tanto en el campo dogmático como en el ético y en el histórico. Frente a la pretensión abstracta y bastante endeble de las críticas mencionadas, la conversión de Magdi Allam (como la de otros tantos que permanecen en el silencio) demuestra que se puede hacer un camino en el que el cristianismo se reconoce finalmente como la plenitud de la experiencia humana comenzada en el seno del islam.
El protagonismo de Benedicto XVI también encuentra un lúcido comentario. Según Samir, con la ceremonia de la Vigilia Pascual el Papa ha querido subrayar que todos, ya sean musulmanes, ateos, hindúes, budistas, o cristianos alejados de su fe, son llamados por Jesús y tienen derecho a conocerle. En dicha celebración fueron siete los catecúmenos que recibieron el bautismo y ninguno recibió un tratamiento especial; el hecho de que uno de ellos fuese un musulmán sólo indica que también estos son invitados a descubrir a Cristo y entrar en la Iglesia, si libremente lo desean. Por tanto, también debe existir una reciprocidad en lo que se refiere a la misión. Por ejemplo, es lógico que los musulmanes presentes en Occidente anuncien el islam a sus vecinos y compañeros, siempre que lo hagan en ausencia total de violencia y de coacciones morales. De igual modo debe garantizarse que los cristianos puedan anunciar el Evangelio a sus compañeros musulmanes, ya sea en países de mayoría islámica o de tradición cristiana.
Tienen gran valor las experiencias personales que el padre Samir aporta sobre todo esto, dado que él ha nacido en Egipto (el país de origen de Magdi Allam) y conoce perfectamente el Cercano Oriente y el Magreb. En su escrito cita tres sucesos reveladores sobre musulmanes que han querido abrazar el cristianismo o que se han interesado con auténtica seriedad por sus contenidos, y que sin embargo han sido rechazados por responsables eclesiales, ya sea por temor o por una nefasta comprensión de lo que significa la misión de la Iglesia. Estos hechos demuestran que también existe una autocensura por parte de los cristianos (especialmente en los países de mayoría musulmana, pero también aquí, en Occidente). El gesto público del Papa subraya precisamente que la misión es universal, y que por lo tanto también se dirige a los musulmanes. Será lógico, según las circunstancias, advertir a quien se acerca de los riesgos que asume, pero negar el bautismo a un musulmán que lo pide libre y conscientemente es simplemente aberrante desde un punto de vista cristiano.
Un hombre como Samir, curtido en la dura experiencia cotidiana de los cristianos en países de amplia mayoría islámica, no tiene dudas: el bautismo de Magdi Allam por el Papa no es un acto de agresión, sino que contiene una exigencia de reciprocidad; eso sí, Samir reconoce que todos (también los cristianos) podemos verlo como una "provocación tranquila", que nos mueve a pensar más y a despertar nuestra conciencia.
Frente a lo que han proclamado con superficialidad supina tantos medios occidentales, este gesto del Papa supone una gran apuesta por la convivencia entre los pueblos, porque fuera del testimonio libre de la propia identidad sólo existe el desprecio a quienes piensan de manera diferente, o el relativismo de quienes no tienen certeza alguna, y que, como bien denuncia Samir, se manifiesta frecuentemente con una gran intolerancia.