El Papa ya había estrenado esta nueva modalidad de comunicación antes de su viaje a Polonia, lo que demuestra su voluntad de abrir esta vía audaz y novedosa, para que su testimonio llegue a millones de personas en un formato muy asequible y de indudable atractivo. Pero junto a la sorpresa que comporta esta nueva desenvoltura papal, nos sorprende una vez más la agudeza y luminosidad de sus respuestas.
Uno de los aspectos más refrescantes de las respuestas del Papa, consiste en que a pesar de su diagnóstico realista y nada complaciente de la situación del catolicismo a comienzos del siglo XXI, en ningún momento presenta a la Iglesia como una fortaleza asediada. En la persona de Benedicto XVI se visibiliza con claridad cómo la fe abre e impulsa la razón, lo que permite conseguir una conciencia más completa de la realidad. Así, reconoce que una ola de iluminismo radical tiende a apoderarse de la mentalidad occidental haciendo muy difícil el reconocimiento de Dios, pero añade enseguida que en el hombre occidental surge también con fuerza la búsqueda de "algo más grande". Y ahí se hace presente la Iglesia y se ofrece la fe como respuesta. Desde la primera a la última de las respuestas del Papa en esta larga entrevista está presente la certeza de que el cristianismo es algo grande y bello, que no resta nada a las potencialidades del hombre, sino que es el camino para llevarlas a su plenitud y madurez.
En este sentido, el Papa Ratzinger vuelve a insistir sobre uno de los núcleos esenciales de su magisterio desde que ocupó la sede de Pedro: que el cristianismo es el gran sí a la vida del hombre, a su razón y a su libertad, a su deseo de felicidad y de unidad. Es significativa su respuesta al entrevistador que le pregunta sobre sus mensajes en el reciente Encuentro Mundial de las Familias en Valencia. ¿Por qué decidió no entrar en polémica frontal con temas como el matrimonio homosexual, la contracepción o el aborto? "Tuve solamente dos ocasiones de veinte minutos para hablar", explica con sencillez, y "teniendo tan poco tiempo no se puede comenzar diciendo no. El cristianismo no es un cúmulo de prohibiciones, sino una opción positiva". Y el Papa insiste: "es muy importante que esto se vea nuevamente, porque esta conciencia se ha perdido casi por completo".
Al abordar la cuestión candente del diálogo intercultural, Benedicto XVI señala la gran carencia del mundo occidental para abordarlo con éxito a pesar de tantas proclamas políticamente correctas. Y es que a una cultura puramente racionalista le falta el "órgano religioso", el punto de enganche que permite a los otros (islam, budismo, hinduismo...) entrar en relación. Por eso, dice el Papa, en esta nueva situación de interculturalidad en la que vivimos se hace necesaria una racionalidad más amplia, capaz de ver a Dios en armonía con la razón. También en este sentido, la Iglesia tiene el deber de mostrar que su propuesta "no pertenece a los trastos de la historia, sino que es necesaria precisamente hoy".
Preciosa es también la forma en que responde sobre la tragedia del SIDA y las acusaciones que se lanzan contra la Iglesia por su rechazo a una prevención basada en el mito del sexo seguro a través de los preservativos. Evitando discursos acerados, Benedicto XVI explica la desproporción dramática entre la capacidad técnica del hombre y su extravío sobre el significado de la propia vida. Junto a la adquisición del saber (know-how) hace falta una "formación del corazón" que permita al hombre conocerse a sí mismo y aprender a usar correctamente su técnica. Y el Papa se explaya sobre la gran red educativa de la Iglesia en África y Asia, que es una verdadera inversión a favor del hombre, de la convivencia y de la paz.
Lejos de refugiarse en lamentaciones estériles o en dialécticas inútiles, el Papa ha mostrado a los televidentes alemanes el rostro de un catolicismo que asume los retos de esta hora, que se renueva en sus expresiones y que mira al futuro con la esperanza firme de quien confía no en sus propias estrategias, sino en la fidelidad del Dios que es amor.