Yo creo que lo que allí han escenificado ha sido más bien el paredón sordo y mudo del Parlamento frente a los varios millones de ciudadanos que reclaman "queremos saber la verdad" sobre el mayor atentado de la Historia de España. Políticamente es un error; éticamente, una inmoralidad. Esa foto es la síntesis del programa de quienes gobiernan España.
El democristiano Durán i Lleida afirmó posteriormente que defendía la unión de todos los grupos contra el PP, que estaba harto de que se utilice el tiempo de la Cámara para hablar de esa cuestión, habiendo otros temas de mayor interés. ¿Le parece de poco interés que el ministro del Interior aclare si hay policías que, en el ámbito de las competencias de su Ministerio, falsifican documentos y engañan a la Justicia? Por otro lado, añadió que la fotografía de los siete no era necesaria porque da una imagen al ciudadano de un "un país dividido". ¿Y cómo cree este representante del pueblo que está el país? Es decir, haced la fechoría, pero que no se os vea. Menuda hipocresía.
La sentencia evangélica dice que no hay nada escondido que no salga a la luz. Sea vuestro hablar limpio de doblez y de mentira. ¡Ay de vosotros fariseos hipócritas, sepulcros blanqueados, por fuera aparentáis bondad, pero por dentro estáis llenos de maldad!
Esta movida me recordó que el nueve de noviembre de 1989 quedó en la historia como la caída del muro de Berlín. El Papa Juan Pablo II dedicó a este acontecimiento el tercer capítulo de su encíclica Centesimus annus (1991), donde dice que "los acontecimientos del año 1989 ofrecen un ejemplo de éxito de la voluntad de negociación y de espíritu evangélico contra un adversario decidido a no dejarse condicionar por principios morales: son una amonestación para cuantos, en nombre del realismo político, quieren eliminar del ruedo de la política el derecho y la moral".
Esa tendencia a levantar muros físicos, mentales, políticos, virtuales, de todo tipo y como sea reduce el discurso político de esos partidos, el de la dignidad y la autonomía de las instituciones, a una retórica hipócrita larvada de intransigencia, intolerancia y falta de diálogo. Sobran fotos como esa y sobra lo que representa. No obstante, es positivo que se hayan retratado como son y como piensan. En esa foto estaba todo el programa y todo el talante de la etapa de Zapatero en el Gobierno. Causa desasosiego y produce sonrojo. Es la foto de un Gobierno parapetado tras la mentira, la ocultación de la verdad, el falseamiento de pruebas. Esa foto es una afronta a las víctimas y un insulto a todos los ciudadanos de bien.
Un paredón que tiene como finalidad impedir que muchos millones de ciudadanos avancen y no paren de buscar la verdad sobre la masacre de 192 personas aquel 11-M de 2004. ¿No se dan cuenta estos señores diputados que son representantes de todos y cada uno de los ciudadanos y que están incurriendo en una enorme indignidad? ¿No se dan cuenta que lo que pretenden es amordazar a muchos millones de ciudadanos? ¿Creen que el momento político está para contener a aquellos que quieren saber la verdad y reforzar los fundamentos de nuestra libertad?
Vengo diciendo en este espacio de comunicación en libertad que la madre de todo lo que nos está pasando es el 11-M y que, para explicar el presente y prever el futuro, es absolutamente necesario esclarecer todas las tramas de ese terrible acontecimiento.
Lo preocupante, sin duda, es que la foto en cuestión es la expresión de la peor ciudadanía. He dicho aquí muchas veces que nuestros políticos desempeñan también una importante tarea pedagógica en relación a la ciudadanía, eso que ahora quieren introducir en la escuela en una asignatura. Sólo les recuerdo que hay muchos espacios, tiempos y agentes que educan o pueden educar para la ciudadanía, mejor que el Estado: la política, la escuela, la familia, la religión, los medios de comunicación, el tiempo libre, los grupos de iguales, las organizaciones de solidaridad, etc.
Los siete del muro de la indignidad tienen una magnífica oportunidad para dar una lección de ciudadanía: derribar el frente, abrir las mentes y exigir, por ejemplo, que el ministro del Interior explique la falsificación de documentos policiales, la invención de pruebas falsas, la destrucción y la ocultación de otras. Si no rectifican muchos ciudadanos albergaremos serias dudas sobre sus convicciones y sus prácticas democráticas. Rectificar es de buenos políticos y sólo así se contribuye a dignificar las instituciones y a mejorar nuestro sistema democrático.
JUAN SOUTO COELHO, miembro del Instituto Social León XIII.