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JUAN PABLO II

Un pontificado de cine

Juan Pablo II demostró siempre una exquisita sensibilidad hacia todas las artes plásticas. Lo demuestran los últimos veintiseis años en los que el Papa no ha cesado de tener encuentros con actores, cineastas y películas. Recordemos algunos hitos de esta relación.

Juan Pablo II demostró siempre una exquisita sensibilidad hacia todas las artes plásticas. Lo demuestran los últimos veintiseis años en los que el Papa no ha cesado de tener encuentros con actores, cineastas y películas. Recordemos algunos hitos de esta relación.
El cineasta Krzysztof Zanussi
La conmoción polaca
 
Corría el otoño de 1978 cuando el cardenal Carlo Confalonieri anunciaba al mundo la gran noticia: Karol Wojtyla, arzobispo de Cracovia, era elegido para la cátedra de Pedro. Mientras la radio polaca daba la noticia, el cineasta Andrzej Wajda rodaba unos planos nocturnos en los suburbios de Varsovia. Los iluminadores de aquel rodaje corrieron a darle la buena nueva, pero el cineasta no les creyó: Polonia no podía dar al mundo algo tan grande. Tuvo que acercarse el director de fotografía y confirmarle el hecho: el nuevo Papa era polaco. Wajda se quedó de piedra. Dos meses más tarde, en diciembre, recordando aquella escena, declaraba en la revista Wiez: “¿Qué hombre era yo antes de esa noche que trajo la noticia de la elección de un Papa polaco? ¿Y qué hombre soy ahora? Creo que nosotros, los polacos, somos interpelados al más alto nivel y que estas preguntas no pueden quedar sin respuesta”.
 
La Iglesia del silencio ya tenía una voz universal en el nuevo Papa, pero no se trataba de un acontecimiento aislado: al decir de una joven estudiante para el Nouvel Observateur, el testimonio carismático de Lech Walesa volvió a dar sentido al himno polaco y a su bandera; el Nobel de Literatura a Milosz exhumaba la gran tradición espiritual de la literatura polaca; y por fin, el vapuleado cineasta Wajda arrasaba en el festival de Cannes con El hombre de hierro, una película basada en los acontecimientos de los astilleros de Gdansk, y en la que Lech Walesa jugó un importante papel. Un año después, Wajda firmaba Danton, gran película que reflexionaba sobre la persona y el Poder. En 1980, pues, ya eran evidentes los frutos de la elección de Juan Pablo II, un estímulo real y eficaz a una cultura y a un cine cuyo entorno hostil era manifiesto.
 
Justo en esa época otro cineasta polaco, Krzysztof Zanussi, decide llevar a la pantalla la propia vida del Wojtyla joven, recreando el ambiente literario y estudiantil de la época y reflejando la dura vida de la Polonia de los años treinta. Estrenada en 1981, se llamó De un país lejano, y fue el actor Cezary Morawski quien encarnó al personaje del Papa. El argumento de la película arranca en las navidades de 1926, con un Wojtyla niño que celebra las fiestas junto a su padre. Años después entran los nazis, y tendrá que refugiarse en la casa de su amigo Wyszynski. Después de esa película, ya nadie se atrevería a filmar otra con semejantes protagonistas. Pero la relación de Zanussi con Juan Pablo II no había hecho más que empezar.
 
De hecho, en 1997, el director polaco dirigió una película, Our God´s Brother, escrita por el Papa y adaptada a guión por Boleslaw Taborski. En ella, contaba la vida real del pintor polaco Albert Chmielowski (1845-1916), que decidió dedicar su vida a ayudar a los mendigos, convirtiéndose en el santo hermano Albert, fundador de los franciscanos albertinos y que fue canonizado por el propio Juan Pablo II en noviembre de 1989. El Papa pudo ver en privado la copia en inglés -subtitulada en italiano- y departió largamente con Zanussi recordando viejos tiempos. Al acabar la velada, Zanussi hizo la siguiente declaración pública: “Las convicciones presentadas en esta película sorprenderán a los que sólo conocen al Papa a través de la prensa occidental, que normalmente intenta encasillarle en estereotipos conservadores. Quizá la razón esté en que los polacos le conocemos mejor. Si hubiera que etiquetar al Papa, que no lo necesita en absoluto, él es ciertamente más de izquierdas que de derechas. Pero de todas formas, alguien que vive según los Mandamientos, ¿cómo habría que etiquetarlo?”
 
 
Los cineastas como (San) Pedro por su casa
 
No era aquella la última vez que el Papa asistiría a proyecciones privadas en compañía del director del film. Hizo lo mismo con La vida es bella de Roberto Benigni, el cual ha vuelto a sorprender al catolicismo romano con sus declamaciones televisadas de La Divina Comedia. Comentando aquella velada, declaró Monseñor Enrique Planas, allí presente: “Ante todo quiero hacer una premisa. Benigni ha sido enormemente delicado y respetuoso en el contacto que ha tenido con el Santo Padre. Jamás ha hecho uso público de ello, a pesar de que hubiera podido ser una ocasión de publicidad. Creo que él tiene que ser pagado con la misma moneda. Yo tuve la fortuna de estar presente en el momento en que él le proyectó su película al Papa. Pero creo que tanto el Santo Padre como Benigni agradecerán mi discreción. Por lo que se refiere a Benigni, yo diría: «Por sus frutos los conoceréis». Su producción cinematográfica se está decantando cada vez más por un cine de valores. Yo creo que su producción cinematográfica no se desviará en el futuro de este camino. La relación del Papa con Benigni ha tenido una gran repercusión, por su desbordante personalidad y porque fue premiado con el Oscar. Ahora bien, yo podría citar muchísimos otros casos de encuentros de artistas y cineastas con el Santo Padre. Pero no lo haré, pues estoy sometido a la misma discreción de la que antes le hablaba. Se han iniciado diálogos con ellos, a través de algunas plataformas, como la presencia de la Iglesia en los festivales. Ahora bien, quien pase por mi despacho verá con relativa frecuencia a gente del mundo del cine que por un motivo o por otro están empezando a salir y entrar por las puertas del Vaticano con una cierta familiaridad. Esto es signo de un diálogo que está teniendo lugar en estos momentos. Y esto es muy esperanzador”.
 
Veamos algunos ejemplos de esta familiaridad. En otoño de 1997, Juan Pablo II recibió en audiencia privada a Vittorio Gassman y a Monica Vitti, actor y actriz italianos que hacía algunos meses habían grabado el CD Compañeros de Viaje con poesías escritas por el Santo Padre. En el disco, Gassman recitaba 15 poesías escritas por Karol Wojtyla entre 1939 y 1978, cuando fue elegido Papa. Durante la audiencia, Gassman agradeció conmovido al Papa sus poesías, “que me han dado una emoción particular... Se encuentra en ellas, su espíritu, y su fe, pero también una belleza poética que he apreciado muchísimo: me brindaron mucha emoción”. Para Vitti, la audiencia con el Papa “fue uno de los momentos más bonitos y emocionantes de mi vida: tenemos la suerte de vivir una época excepcional”. La actriz italiana manifestó que “Juan Pablo II es tan santo y humano al mismo tiempo que nos deja estupefactos... Siempre pensé que un Papa debía ser precisamente así: un hombre pero también algo más, apegado a la tierra, a la gente y a la historia”. Después de esto, Mónica Vitti junto con el actor Alberto Sordi -quien no pudo estar presente en aquel encuentro- grabaron otras 15 poesías de Juan Pablo II para otro CD que apareció en la siguiente Pascua.
 
La relación con Gassman era incluso anterior. Por ejemplo, un año antes, mientras el Papa era intervenido quirúrgicamente, Vittorio Gassman le había enviado un telegrama de amistad. Respecto a Alberto Sordi, su veneración hacia el Papa quedó plasmada en el famoso Jubileo de los Artistas del año 2000. Allí Sordi recordó la invitación que en tantos años de pontificado Juan Pablo II había lanzado para promover la cooperación entre la Iglesia y los artistas, y explicó cómo él mismo había tratado de vivirla en su carrera, haciendo memoria de la educación que le impartió su madre. Al final, agradeció a Juan Pablo II “todo lo que hace por la Humanidad”. “¡Gracias, Santidad —dijo—, gracias por ser Papa!”
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