Quienes atacaban desaforadamente a la Reina por expresar su pensamiento, lo han hecho por varias causas. ¿Qué hubiera pasado si Su Majestad la Reina hubiera dicho lo contrario de lo que afirmó? Aplausos en el foro público a diestro y siniestro; mutismo en el orbe católico, entre sorprendido y acomplejado. Pero no ha sido así, y la paradójica coincidencia del universo intelectual de Su Majestad con el contenido de la doctrina católica ha puesto a más de uno nervioso, no vaya a ser que los aliados de lo católico por sistema y en el sistema sean los Reyes de España. Dado que el Gobierno se ha empeñado en modernizar nuestro país, a cualquier observador atento no se le escapará pensar que la modernización, more Zapatero, debe abarcar desde la primera letra hasta la última. Lo que Pilar Urbano dice que ha dicho la Reina –por eso del oportunismo utilitario– expresa una relación interna con los presupuestos que están en el fondo de la razón y de la raíz de la existencia de la monarquía y de su función social. Pronto olvidamos que don Juan Carlos afirmó un 22 de noviembre de 1975, nada más jurar su cargo:
Se nos podrá decir que estas palabras son fruto de la historia, pero, ¿acaso la historia niega la evidencia de lo que afirma el Rey? ¿El respeto a la dignidad de la persona, que supone el principio de libertad religiosa, no es un elemento esencial para la armoniosa convivencia en nuestra sociedad? Según lo relatado por Pilar Urbano, de lo que doña Sofía ha hablado es de múltiples formas del respeto a la dignidad de la persona, como base para la convivencia armoniosa: una de las tareas que pertenecen a la naturaleza y vocación de la monarquía constitucional. “Brindo por la antigua y tradicional monarquía española, cristiana en la esencia y democrática en la forma”. Aunque fuera otra, ahora es ésta.El Rey, que es y se siente profundamente católico, expresa su más respetuosa consideración para la Iglesia. La doctrina católica, singularmente enraizada en nuestro pueblo, conforta a los católicos con la luz de su magisterio. El respeto a la dignidad de la persona que supone el principio de libertad religiosa es un elemento esencial para la armoniosa convivencia de nuestra sociedad.