El nombramiento de Bernat Soria marca, sin duda, un antes y un después en la historia de los gobiernos de esa sonrisa horizontal que nos estrella con pose de sanador. No cabe más radicalismo y más fanfarronería ideológica. No cabe, si cabe, más provocación por sistema y con sistema, ideológico, científico, metódico. Volvamos la mirada a las hemerotecas para saber a quién ha nombrado Zapatero ministro de salud pública y pensemos en quienes, presumiblemente, habrán de entonar, de aquí a no poco tiempo, el réquiem por una muerte anunciada.
Por más que se empeñen los instrumentos de prensa y propaganda del socialismo real, y del científico, no estamos hablando sólo de ciencia; estamos hablando de conciencia. Zapatero ha inaugurado, con este ministro de Sanidad, el todo vale en la política, la ciencia, la técnica, la biología y la medicina. ¿Acaso no les recuerda esto al pasado reciente de Europa?
Cuando recibí la noticia del nombramiento del nuevo ministro de Sanidad recordé la lectura reciente de un libro coordinado por el profesor de la Universidad CEU San Pablo, Jesús Romero-Samper, titulado Hombre, una especie No protegida (Grafite Ediciones), en el que analizan detalladamente, en forma de entrevistas, las informaciones más recientes sobre los textos y contextos de la Ley de investigación biomédica. Ni que decir tiene que una de las personas más citadas en ese texto es el entonces investigador Bernat Soria. Sintetizo para ilustración de los lectores lo que se dice, se cuenta y se comenta del nuevo ministro en el citado texto. A la pregunta sobre los trabajos de Bernat Soria en Singapur, el sociólogo José Pérez Adán contesta (marzo de 2004):
Creo que entiendo al profesor Soria en su afán de excluir a los científicos no materialistas, y en concreto a toda la ciencia social, del debate sobre la reproducción asistida en la medida en que ello es lo que ha estado haciendo la ciencia experimental desde hace varios años. Sin embargo, no entiendo el uso que hace de su proximidad a ciertos imperios mediáticos por menospreciar las creencias religiosas de aquellos colegas suyos que ponen reparos éticos a sus experimentaciones con seres humanos. Que estas experimentaciones se lleven a cabo más fácilmente en países de dudoso pedigrí democrático no es más que una observación de bulto y resalta a la vista. La proximidad de científicos sin escrúpulos al autoritarismo no democrático es desgraciadamente un lugar común en la historia.
El profesor Nicolás Jouve de la Barreda afirmaba en febrero de 2005:
Creo sinceramente que el mayor reproche que se le puede hacer al Dr. Soria es su erróneo concepto sobre el comienzo de la vida humana. Salvando esto, que no es poco, lo que hace o lo que dice es coherente con su forma de pensar. Los comentarios mencionados, sus afirmaciones –en aquel entonces sobre la Conferencia Episcopal y sobre la COPE– dirigidos a los pocos medios de comunicación, sectores de la sociedad o particulares que no van en la línea de lo que le interesa, sólo ponen de manifiesto una cosa, que lo único que parece respetable para este investigador es su propio trabajo, y que afortunadamente para él, éste ha conectado con los intereses de partidos políticos de ideología progresista y promueven en España, que han hecho , su causa, aunque carezcan de la evidencia científica en su vertiente terapéutica.
Como el lector comprobará, todo muy lógico, muy consecuente, lo de éste presidente del Gobierno que ha lanzado a los cuatro vientos que no quiere tregua ideológica en su radicalismo antropológico. Por más que se empeñen los miopes del "vuelva usted mañana", mañana, en este caso y con estas cuestiones, siempre es tarde. Y si no que se lo pregunten a los embriones, población en peligro de exterminio, que difícilmente sobrevivirán al mañana.