Se ha estrenado una nueva versión de la historia de la princesa Pocahontas, esta vez a cargo del director Terrence Malick, famoso por La delgada línea roja. Pocahontas nació en Virginia en el año 1595. Era hija de un jefe indio. Su leyenda nos dice que ella salvó la vida del capitán John Smith, al cubrir su cabeza con sus brazos, cuando éste iba a ser golpeado a muerte por los guerreros de su padre. La conocida historia de amor apareció por primera vez en el libro de Smith: Historia general de Virginia publicada en 1624. En 1612, Pocahontas fue capturada por los ingleses y trasladada a Jamestown. Se convirtió al cristianismo y tomó el nombre de Rebeca. Allí se casó con el colono John Rolfe. Un año después Pocahontas tuvo su primer hijo, y al año siguiente viajó a Inglaterra, donde fue presentada al Rey Jacobo I Estuardo. El día antes de su regreso a Virginia, Pocahontas murió de viruela.
Esta historia está retratada con fidelidad en el film de Malick, pero vertebrada por la historia de amor, primero con Smith, luego con Rolfe. El tratamiento del romance es delicadísimo, noble, contenido y es, sin duda, lo mejor del film, con una visión excelente de la fidelidad matrimonial. Una desconocida actriz de 15 años, la india peruana Q´Orianka, encarna la magia y el encanto de Pocahontas. Le da la réplica un anodino Colin Farrell, pésimamente doblado en la versión española. Pero hay otro gran asunto trasversal que vertebra el film: la religiosidad de los protagonistas, cristiana en el capitán, difusa en la princesa. Sin embargo, aunque ella se dirige a una "Madre" que podría entenderse en clave panteísta, lo cierto es que los contenidos de sus oraciones podían ser perfectamente cristianos. De hecho, su bautismo en la Iglesia no le supone ningún trauma, ni un rechazo total de su religiosidad. Smith y Pocahontas buscan en sus oraciones la compañía divina que les sugiera el camino correcto para ser felices y ser mejores personas. Uno se dirige a un Padre y la otra a una Madre, lo cual, aparte de teologías de moda, subraya la condición filial del ser humano, su dependencia original del Misterio que gobierna todas las cosas. Frente a estos personajes religiosos se encuentra un mundo hostil, dominado por la ambición del poder, por la violencia. Pero Pocahontas, salvaje y pagana, nunca es tratada con desprecio, y su conversión no es impuesta por la fuerza. Ciertamente está muy condicionada, pero la película nunca apunta a una supuesta prepotencia del cristianismo colonizador.
Este interesante film, delicado e inteligente, tiene sin embargo un grave inconveniente: el estilo cinematográfico de Terrence Malick. Un abuso de las voces en off, a menudo pedantes, un montaje concebido de espaldas a la narrativa clásica y un ritmo contemplativo insoportable para la gran mayoría del público son elementos que perjudican seriamente la acogida general del film. La banda sonora del maestro James Horner es fantástica, así como la fotografía. En fin, una buena película para quien no espera encontrar una trepidante historia de aventuras.