El bachillerato no lo pudo empezar hasta los 20 años, pues, por ser mujer, su padre no se lo consintió hasta entonces. A partir de la legislación antisemita italiana de la época de Mussolini, sus investigaciones biológicas hubo de llevarlas a cabo clandestinamente. Además de una mujer inteligente, Rita Levi-Montalcini ha sido una mujer esforzada, que, desde luego, no se ha dejado llevar por la inercia de lo más cómodo. Algo de todo esto esté tal vez en estas palabras que, desde sus 96 años, decía en la citada entrevista: "No somos más buenos por el componente límbico cerebral que sigue dominando nuestra actividad. Vivimos como en el pasado, como hace 50.000 años, dominados por las pasiones y por impulsos de bajo nivel. No estamos controlados por el componente cognitivo, sino por el componente emotivo, el agresivo en particular. Seguimos siendo animales guiados por la región límbica palocortical, sustancialmente igual en el hombre y en otros animales. Nuestras opciones de mejora moral pasan por las circunvoluciones neocorticales que afortunadamente tenemos".
Por un lado, el estar a merced de las pasiones, para ella, es consecuencia del dominio de un componente biológico, por otro lado, la mejora moral pasa por otro factor material. Desde luego, lo biológico es un elemento imprescindible pero, si la visión que del hombre tengamos es meramente materialista, hablar de moral es una pura quimera, ya que el hombre entonces sería únicamente un animal, muy evolucionado, eso sí, pero un animal y, por tanto, algo sin libertad. Nótese que he dicho algo porque, en este caso, ya no se podría hablar de alguien. Si el hombre no tiene alma, entonces ya no es una persona, no es un alguien sino un algo y, por tanto, ni moral ni inmoral, sino amoral. ¿Por qué las visiones materialistas se resisten a dejar de hablar de moral? Acaso porque sus sustentadores han experimentado en su propia vida la libertad y la capacidad que el hombre tiene para ir más allá de sus pasiones.