Son temas recidivantes que en determinadas coyunturas vuelven a aparecer con un determinado énfasis en los medios de comunicación social. El comienzo de un pontificado puede ser una buena ocasión para ello y, por eso, con la elección de Benedicto XVI algunas de estas cuestiones han vuelto a aparecer esgrimidas en algunos artículos y tertulias. En el trasfondo de todos ellos aparecen cuestiones de gran importancia que no hay que eludir pero, desde mi modestísimo punto de vista, se suelen plantear mal; o bien no se hace con una adecuada radicalidad o bien se sacan no para buscar la mejor de las respuestas, sino como ariete con el cual ir venciendo la resistencia de los muros de un edificio que se quiere derrumbar. Claro que, aunque el objetivo final no sea alcanzable por estar levantado sobre roca firme, daño no se deja de hacer.
La revista Mensajero del Corazón de Jesús, en el editorial de este mes titulado Una Iglesia de participación y comunión, ha publicado unos "sueños en voz alta" sobre el futuro de la Iglesia y, en relación a Benedicto XVI, un deseo: "Ojalá este Papa, recién elegido (dicho sea de paso, por un procedimiento que no deja de ser singular y mejorable) recorra esta senda con el concurso de todos". Desde luego, con muchas de las cosas que en este editorial se dicen estoy de acuerdo tomándolas aisladamente, con otras no, pero con lo que menos estoy en sintonía es con el enfoque, por la sencilla razón de que lo encuentro falto de radicalidad, en el sentido de ir a la raíz.
Una de las preocupaciones de la Constitución Sacrosanctum Concilium fue precisamente la "participación plena, consciente y activa en las celebraciones litúrgicas" (SC 14) de todos los fieles, lo cual ha quedado reducido, en no pocos casos, a que los seglares hagan cosas. Pero la liturgia es "el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo" (SC 7). Así pues, la participación plena a lo que hace referencia, ante todo, es a una configuración más perfecta con Cristo. Y lo que se puede decir del sacerdocio bautismal, también se puede decir del profetismo y de la realeza de los fieles. Participación es, antes que nada en la Iglesia, comunión con Cristo; las concreciones externas brotan de esto. Todo lo cual señala en una dirección muy precisa, que no es justamente el que la Iglesia "sea un poco más democrática", sino el que los creyentes lleguen a la madurez de la fe.