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ZAPATERO TRAS EL LEVIATÁN DE HOBBES

Ni ciudadanía ni educación

¿Qué es eso de la Educación para la ciudadanía? ¿Qué significado tiene? Thomas Hobbes, uno de los pensadores más materialistas de la historia, aunque hablara de Dios, y uno de los padres de la estatolatría, se pregunta en su Leviathan (2,17) por qué los hombres no actúan como lo hacen los animales llamados sociales, como hormigas, abejas, etc. Para él sería ideal que en la sociedad humana reinara la paz. Sí, la paz, pero la paz del hormiguero, de la colmena o del termitero.

¿Qué es eso de la Educación para la ciudadanía? ¿Qué significado tiene? Thomas Hobbes, uno de los pensadores más materialistas de la historia, aunque hablara de Dios, y uno de los padres de la estatolatría, se pregunta en su Leviathan (2,17) por qué los hombres no actúan como lo hacen los animales llamados sociales, como hormigas, abejas, etc. Para él sería ideal que en la sociedad humana reinara la paz. Sí, la paz, pero la paz del hormiguero, de la colmena o del termitero.
Thomas Hobbes

Lo que late en todo este capítulo de su conocidísimo libro es un ideal de insecto y casi podríamos decir que su pensamiento sociopolítico va encaminado a que el hombre alcance esas altísimas cotas de sociabilidad animal, gracias a las cuales podrá vivir en paz y seguridad materiales. El gran obstáculo para lograr ese objetivo es la libertad del hombre. De ese hombre que, aunque es hecho en buena medida por la sociedad, ante todo es él quien la hace y, gracias a su creatividad, la sociedad no es algo estático, sino que está en continuo cambio y variación. En cambio, la termita es obra del termitero, la abeja de la colmena y la hormiga del hormiguero, sin que podamos decir que ellas tengan un papel creador en sus colectivos, aunque trabajen para ellos. Sí, ésta es la gran diferencia entre el hombre y estos animalitos, que éstos viven sólo para el colectivo.

En las sociedades humanas, hay disputas y tensiones porque los hombres tienen libertad y opiniones propias. La gran tentación es siempre suprimir la libertad para erradicar el mal. Cuántas veces ante éste, los reproches del hombre hacia Dios son, en el fondo, una queja porque no se porta como un dictador. Pero la erradicación del mal por la eliminación de la libertad es, al mismo tiempo, la extinción del bien. Al final tendríamos una paz neutra, sin bien ni mal; no una paz por la sobrepujanza del bien, sino la paz del hormiguero donde, por cierto, lo que abundan son los seres neutros y estériles, las obreras.

Hobbes, en fidelidad a su ideal insectil, prefiere la eliminación de la libertad, por vía del contrato social, a favor del Estado: "Autorizo y renuncio a mi derecho a gobernarme a mí mismo a favor de este hombre, o de esta asamblea de hombres, a condición de que tú a tu vez le cedas tu derecho y le autorices a actuar de la misma manera. [...] Y así se forma el gran Leviatán o más bien, para hablar más reverentemente, aquel dios mortal al que debemos, bajo el Dios inmortal, nuestra paz y nuestra defensa". Es decir, el hombre inmolándose en el ara del dios Estado por las seguridades materiales del hormiguero.

Zapatero y la educaciónEsta asignatura es sólo uno de los momentos en los que nos estamos jugando el cómo de nuestra sociedad. ¿Renunciamos a nuestros derechos para que sea el titular el Estado? ¿Queremos quedar reducidos a la animalidad y a la masificación? ¿O bien entendemos que los titulares de los derechos son las personas y el Estado es un servidor para que el ejercicio de los mismos por sus titulares sea posible?

En la comatosa Constitución de 1978, los españoles no renunciaron a sus derechos. Por tanto, el Estado no es el titular del derecho a la educación; lo que tendrá que hacer es garantizar que los titulares de ese derecho puedan ejercerlo. En vez de educación, el Estado se debería limitar a dar instrucción o a enseñar los contenidos de la Constitución. Los ciudadanos debemos conocer la ley y estamos obligados a respetarla en los límites de nuestra conciencia, pero nadie está obligado a compartir los valores que sustente una ley por el simple hecho de ser ley. El Estado no puede entrar en el fuero interno, se tiene que conformar con el acatamiento externo.

Pero lo de la ciudadanía tampoco es satisfactorio. Ni como conjunto de ciudadanos, porque la educación va dirigida a las personas concretas, ni como calidad del ciudadano, porque la educación es para ser personas y de esto que decidan los padres. Por la senda de Hobbes al final no tendremos educación sino animalización –nótese la moral al uso– y masificación; pero tampoco habrá ciudadanía, habrá hormiguería y hormiguero. Tal vez por eso algunos están interesados en hacer creer que los obispos luchan por sus privilegios. Pero que las personas sean titulares de sus derechos no es privilegio ni de los obispos ni de nadie.

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