Estos han decidido que al abuelo, Ricardo (Manuel Alexandre), le van a meter en la residencia La Moraleja de Arroyo de La Vega. Ana se indigna y se pasa el verano yendo a visitar a su abuelo diariamente, hasta que decide abandonar las oposiciones y cuidar de él, que padece un rápido proceso de Alzheimer. Su padre se opondrá radicalmente a esa decisión solidaria.
La intención de Mercero es excelente, su crítica social a las familias que aparcan a sus mayores es muy pertinente y su exaltación del altruismo frente al egoísmo es loable... pero la película es mala. Mercero lleva demasiada televisión a sus espaldas como para no contagiarse de la narración plana y episódica que caracteriza las sitcom o las modernas series televisivas. Y ese es uno de los lastres del film: su falta de calado dramático, que no lacrimógeno.
Por otra parte todo es muy previsible, muy esquemático, muy elemental. Algunos textos del guión son declamaciones artificiales en boca de los actores, y hay errores inadmisibles en un veterano, como mostrar la sombra del micrófono en el encuadre.
Entre las virtudes, que las hay y lo hemos dicho, están los trabajos de Manuel Alexandre y José Luis López Vázquez, ambos genio y figura hasta la sepultura, y el rostro luminoso de Cristina Brondo, del que emerge la semilla de una gran actriz. Hay gags muy divertidos y la película es amable y llena de valores familiares. Una pena que se encuentre tan poco de cine en su interior.