Después de aquel viajecito en falso, el año pasado, ninguneando a la Conferencia Episcopal, De la Vega viaja ahora con Bono y Moratinos. Más que una delegación, esto parece una manifestación socialista de un Gobierno que, desde el inicio, la emprendió con todo lo católico de manera agresiva y hostil.
Cosas de la política. La política, en general, y la de los partidos, en particular, es una actividad muy imperfecta, como toda actividad humana. Pero la política aparece llena de vicios, envidias, vanidades, puñaladas, trampas, mentiras, atajos, aunque los políticos quieran aparecer como los mejores de entre los ciudadanos. Algunos políticos están tan endiosados y tienen tanto miedo a perder el poder, que pasan más tiempo ingeniando cómo embaucarnos y cómo garantizarse el silloncito político, a través de los votos y el presupuesto, que dedicándose realmente a hacer cosas buenas y provechosas para la sociedad, sin discriminación. Desgraciadamente, la política se ha convertido para muchos en un juego de intereses, donde todo vale, de todo se hace oportunismo político: de un viaje "solidario" a África, eso sí, a todo tren, de una visita a los campamentos de inmigrantes que se jugaron la vida en cayucos...
Ahora toca ir al Vaticano. Me parece muy bien que quieran acompañar a Monseñor Cañizares; que el Gobierno y la Iglesia provoquen encuentros para escucharse; que se superen prejuicios y, si algunos los tienen, también los rencores; me parece urgente que, entre unos y otros, busquemos más cauces de cooperación Iglesia - Estado, etc. Todo será bien venido. Pero yo no pecaría de optimismo, porque estos buenos deseos distan mucho de lo que los católicos estamos experimentando en este régimen de Zapatero. Vale recordar, como dijo últimamente, Stanley G. Payne, que "Zapatero debería mostrar el mismo respeto por el catolicismo que por el Islam".
En efecto, ¿por qué tenemos los católicos que estar continuamente escuchando, en medios públicos, y en medios privados también, a miembros del Gobierno y a socialistas cualificados echarnos en cara lo que les parece? ¿Será que los católicos tan sólo tenemos deberes y los demás sólo tienen derechos? Unos se atribuyen el derecho de insultar, de mentir, de ofender, de burlarse; todo ello bajo la apelación a la libertad de expresión y de no sé qué memoria del pasado. Otros no tenemos más que el deber de escuchar sin contestar, porque si contestas crispas; callar o tener cuidado con lo que dices, pero no aparecer cómo católico. Me niego a pedir permiso para ser católico, para pensar de manera diferente, para disentir, para discrepar, para denunciar la mentira, para decir mi palabra, acertada o equivocada, pero libre, sincera y con voluntad de actuar de manera responsable y constructiva.
No creamos que el problema de fondo afecta sólo a los católicos, nos afecta a todos. Me refiero a una tentación que podríamos llamar, para entendernos, fascismo gubernamental y mediático. Y digo gubernamental porque el conjunto de los ciudadanos no lo encarna; y digo mediático porque se ha conformado una maquinaria imprescindible para imponerlo. Hay una pretensión exagerada y descaradamente abierta de modelar las conciencias, de adueñarse de la responsabilidad de los ciudadanos, de controlar la búsqueda de la verdad y el bien, de regular nuestra vida privada. Lo tienen muy claro: la verdad es lo que conviene decir en cada momento. El ciudadano verdadero es el que ellos quieren crear con la asignatura "educación para la ciudadanía", todo lo demás que se trabaja en la escuela, la acción educativa y pastoral de la misma Iglesia, para ellos no es formación de ciudadanos.
En esta maniobra, el Gobierno y el Estado son lo mismo; el orden jurídico, si hace falta, se cambia y se interpreta convenientemente; el orden judicial debe ser como lo diga el Gobierno, para eso está ahí Conde Pumpido, más como Fiscal General del Gobierno que del Estado. Ellos saben lo que es bueno y lo que es malo para el pueblo; ellos saben la verdad de la masacre del 11-M, la sociedad debe creerlo y creerles, y basta ya de decir "queremos saber la verdad"; y la COPE, la cadena en la que la Conferencia Episcopal es accionista mayoritario, debe ser advertida y convenientemente reconducida.
De la Vega va al Vaticano y difícilmente puede quitarse de encima este equipaje de tintes totalitarios del régimen de Zapatero, que no deja de ser el relativismo convertido en fundamentalismo laicista. Es el soporte ideológico al que nos quieren llevar: no hay nada valedero en sí mismo, todo depende. Nada de absoluto, Dios no tiene cabida en la escuela porque no significa nada en la sociedad. Claro, no hay Absoluto, ellos se encargan de hacer sus absolutitos. Tampoco esto es nuevo, los obispos españoles han advertido de esta tendencia en la Instrucción "La verdad os hará libres" (1990).
Sinceramente, no sé si al gobierno de Zapatero y a sus delegados al Consistorio cardenalicio les interesa lo que piensan y lo que piden los católicos a sus gobernantes. No sé si están dispuestos a reconocer la presencia que tienen los católicos en las instituciones, en los partidos políticos, en las empresas, en la educación y en la sanidad, en los medios de comunicación y en los ámbitos culturales, en las organizaciones no lucrativas y en las obras sociales de la Iglesia, entre otras. Yo no sé si este gobierno valora las aportaciones de los católicos a la vida pública y a la convivencia social. De entrada, mienten cuando dicen que el gobierno da mucho dinero a la Iglesia. El gobierno no da nada a la Iglesia; este es otro caso flagrante de manipulación del lenguaje y engaño de los ciudadanos, ¡la pasta que el Gobierno da a los curas! No es verdad, son los ciudadanos quienes, libremente, vía declaración de la renta, dicen al gobierno que dé a la Iglesia o a fines sociales el porcentaje de sus impuestos que, por otro lado, fue estipulado unilateralmente por otro Gobierno socialista.
A juzgar por la manera agresiva y despótica como el gobierno de Zapatero legisla en el ámbito del matrimonio y la familia, en el ámbito de la educación y de los medios de comunicación, entre otros, al gobierno no le interesa nada lo que quieran y aporten a la sociedad los católicos. Al gobierno de Rodríguez Zapatero, en este momento, de lo católico, le interesa que el estamento institucional le proporcione una foto y, quizá, alguna mediación importante y discreta también. Pero la foto le va a dar mucho juego; una más para componer el video de la próxima campaña electoral e intentar tapar todos los atropellos contra los católicos con una imagen agradable. Ahora bien, reconocimiento público de la relevancia social de la Iglesia católica (de todo el pueblo de Dios con los obispos), en la configuración de las raíces de nuestra cultura, de nuestra sociedad y de nuestra historia, nada de nada.
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII"