Probablemente si nos fijáramos todas las semanas en, por ejemplo, la página web del arzobispado de Madrid y en las múltiples informaciones de todo tipo que ofrecen sobre las intervenciones casi diarias del cardenal, nos hubiéramos dado cuenta de que, del giro copernicano, nada de nada. El Presidente de la Conferencia Episcopal es así y se muestra así. Otra cuestión es que se le quiera escuchar o que, cuando a los periodistas les interese cambiar de argumento, enfoquen sus plumas hacia otro ángulo del escenario. Quizá hoy el mayor logro de la comunicación periodística sea el de que los profesionales no nos creamos nuestras propias trampas y respetemos a la Iglesia como lo que es. Esto implica que no deberíamos ampliar las mentiras que un día a alguien, como a un conocido fabulador catalán, se le ocurran lanzar simplementar para confirmar unas tesis que había propuesto incluso antes de tener los datos para escribir su información.
Son días inciertos para las mentes atinadas. Muchas ocupaciones y preocupaciones conforman la agenda de la Iglesia en España: la avanzadilla contra la vida del Gobierno socialista, las nuevas leyes sobre el suicidio asistido, la aplicación invertebrada de Educación para la Ciudadanía, la crisis económica y su efectos sobre la vida social, las presiones de las agencias de protección de datos a la Iglesia, las incursiones históricas del Juez Garzón... y muchas otras.
Pero probablemente lo que más le preocupa a la conciencia cristiana es la poliédrica secularización interna de la Iglesia. Muestra de ello es el ritornelo de una anunciada retirada de la marca católica a la editorial de los Marianistas "SM" (un auténtico grupo mediático o empresa cultural, que diría la corriente neo-marxista post-estructuralista). SM tiene encomendada la gran mayoría de la enseñanza en los colegios religiosos mediante ese instrumento imprescindible que es el libro de texto; al tiempo que goza de otros negocios, como una exitosa división de literatura infantil y juvenil y una no menos exitosa sección de libros educativos varios, entre los que se encuentran los de religión islámica. Los directivos de este imperio van repitiendo que ya están en un proceso de revisión de sus textos para conformarlos a la doctrina católica, pero los padres y profesores siguen denunciando los contenidos incompatibles con la doctrina de la Iglesia.
Lo que subyace a este movimiento de clarificación es un ejercicio de coherencia con el magisterio reciente de los obispos españoles, en particular con la Instrucción sobre la teología en España, a cuarenta años del Concilio Vaticano II. La duda cierta sobre la catolicidad de algunos contenidos de esa editorial es expresión de la advertencia del Concilio Vaticano II, recogida en la Gaudium et Spes 19: "Con el descuido de la educación religiosa, o con la exposición inadecuada de la doctrina, o incluso con los defectos de su vida religiosa, moral y social, han velado más bien que revelado el genuino rostro de Dios".
El problema no es el atosigamiento exterior a la antropología cristiana, ni al correcto ejercicio de la autonomía de la Iglesia, ni a la necesaria dimensión pública de la fe. El principal problema actual de la Iglesia en España es no ser capaz de conformarse como un sujeto social capaz de dar razón de su vida y de su esperanza. La supuesta debilidad y el no menor confusionismo de contenidos que presuntamente llevan el sello formal de católicos atentan contra la inteligencia de la fe, contra el modo de entender el acontecimiento cristiano y el modo de comprender la relación de ese acontecimiento con la vida humana y con la realidad. Editoriales, libros, ensayos, revistas y predicaciones están produciendo una "domesticación de la fe" y de la Iglesia que pone en peligro su naturaleza y su misión. La Iglesia sabe que una rendición de la tradición cristiana, de la propuesta cristiana a las categorías de un humanismo light, a una ideología del valor y del precio, es el principio del fin.
Y eso es lo que más ocupa y preocupa.