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POR UNA CULTURA MORAL SÓLIDA

Las secuelas de la inundación de Nueva Orleáns

Un mes después de la devastación provocada por el huracán Katrina, el colapso de los diques alrededor de Nueva Orleáns y el desencanto con los esfuerzos del Gobierno para ayudar, veamos las lecciones que podemos aprender de este desastre.

Un mes después de la devastación provocada por el huracán Katrina, el colapso de los diques alrededor de Nueva Orleáns y el desencanto con los esfuerzos del Gobierno para ayudar, veamos las lecciones que podemos aprender de este desastre.
Nueva Orleáns quedó anegada tras el paso del KATRINA.
El desastre fue mucho más por la inundación que por el huracán en sí. Mucha gente parece no comprenderlo. La exageración del impacto que se predijo sobre Rita es un síntoma. Otro efecto secundario, por así decirlo, es que el daño causado por Katrina fuera de Nueva Orleáns fue ignorado por los medios de comunicación. Cuando pensemos en la devastación producida por huracanes, lamentablemente nos inclinaremos más por recordar la inundada Nueva Orleáns que el arrasado Misisipí costero.
 
El juego de las culpas nunca tiene fin y muy raras veces se detiene. Fue bueno ver que los demócratas y los republicanos esperasen, bueno... unas cuantas horas antes de que comenzaran a levantar el dedo acusador. En lugar de un análisis desapasionado de la debacle después de que pasara lo peor, lo que nos dejaron fue a los partidistas a sueldo difamando y calumniando los unos a los otros casi tan rápido como era posible.
 
Todas las instancias gubernamentales tienen algo de responsabilidad por la debacle. El Gobierno federal podría haber respondido más pronto y más efectivamente. Pero los planes estatales y locales eran deplorablemente inadecuados, y su puesta en práctica fue torpe. Cualquiera que trate de echar la culpa sólo a una instancia gubernamental es sorprendentemente ciego o tiene un trasfondo político.
 
El Gobierno federal cargó con demasiadas culpas ajenas y ahora trata de soportar demasiada responsabilidad. ¿Por qué la gente se espera que el Gobierno sea el principal solucionador de cada uno de problemas locales y estatales? El Gobierno federal no es especialmente competente; el desastre es algo fuera de su jurisdicción; ¡como si el Gobierno federal no tuviera ya suficientes cosas que hacer! Por supuesto que no es nada sorprendente que los funcionarios locales quieran avalanchas de dólares federales de los contribuyentes y que al mismo tiempo ellos tengan muchísimo control sobre cómo se van a gastar esos dólares...
 
Ya hay demasiada gente dependiendo demasiado del Gobierno. Déjeme aclararle el punto: el Gobierno falló en todos los niveles –antes, durante y después del desastre–, por tanto ¿la solución es que el Gobierno se inmiscuya más? A eso agreguemos que en los últimos 40 años los gobiernos federal y estatal han estado ocupados subvencionando malas decisiones hechas por individuos usando política gubernamental. El resultado es que se ha dejado inutilizada a mucha gente que podría estar tomando sus propias decisiones para su propio bienestar, y también a otros que no tienen ganas de hacerlo porque saben que el Gobierno probablemente les va a sacar las castañas del fuego. Desastre natural + ineptitud gubernamental + naturaleza del pecado = Debacle de proporciones bíblicas.
La caridad privada es mejor siempre. La caridad siempre es éticamente preferible porque la gente se involucra voluntaria y mutuamente en un intercambio beneficioso con otras personas. La caridad es bíblicamente preferible siempre porque cumple con el mandato bíblico de amar a los demás, especialmente a los más débiles. La caridad, bien hecha, es prácticamente preferible porque es más efectiva, más eficiente y puede responder a las necesidades espirituales de los necesitados así como a las materiales. Nuevamente pregunto, si el Gobierno no es efectivo, ¿no deberíamos ser menos dependientes del Gobierno y fomentar la actividad privada como respuesta?
 
Los políticos, en realidad, adoran gastar el dinero de los contribuyentes. El presidente Bush ha dicho que quiere gastar unos 200.000 millones de dólares en Katrina y recortar gastos en otros apuntes para que el gasto general no aumente. Pues también podría haber deseado que los cerdos vuelen. Los pocos republicanos que son conservadores fiscales en el Congreso habían propuesto la operación “Offset”, un plan para reducir los gastos innecesarios del proyecto de transporte y posponer la aplicación de la recientemente aprobada ley de descuentos en medicinas para los pensionistas. Por su esfuerzo, han recibido como premio la reprimenda de los líderes de la Cámara. Y Bush ha demostrado en repetidas veces que no tiene lo que hace falta para seguir una disciplina fiscal.
 
Nuestros impuestos van a subir dramáticamente. Bush dice que se compromete a no subir impuestos. Si es así, esto significará un aumento en la deuda nacional; en otras palabras: habrá más impuestos para el futuro. En este momento, el Congreso busca gastar unos 250.000 millones de dólares, muy por encima de lo que las compañías aseguradoras pagarán en concepto de reclamaciones. Esto se convierte en más de 3.300 dólares en impuestos para la familia tipo de cuatro personas y casi 200.000 dólares por persona en el área metropolitana antes de la inundación. La honestidad y el candor exigen que nos cuenten del impacto del gasto en impuestos, pero lamentablemente es más probable que tengamos otro huracán de categoría 5 antes de que nos digan algo.
 
Por supuesto que es imposible que estemos completamente preparados para un acontecimiento como Katrina. Un desastre natural es, por definición, destructivo y perjudicial. Pero estas lecciones apuntan al hecho de que una cultura moral sólida –una que fomente depender de uno mismo, al igual que obligación social, responsabilidad moral en ausencia de medidas legales coercivas y una ética del sacrificio en vez de una que exige derechos– es un componente esencial de una sociedad libre tanto en momentos de prosperidad como en momentos de apremio.
 
 
* Traducción por Miryam Lindberg del artículo original.

Eric Schansberg, catedrático de Economía en la Indiana University Southeast e investigador adjunto del Instituto Acton.

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