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V ENCUENTRO MUNDIAL DE LAS FAMILIAS

La novedad de la familia

No será con nuevos documentos como lograremos evangelizar hoy a tantas familias, afectadas por la secularización ambiental, sino a través del testimonio de otras familias que ya viven la experiencia de la fe. Son palabras pronunciadas en la COPE por el arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, el anfitrión del V Encuentro Mundial de las Familias. De esta forma subrayaba el perfil misionero del evento, y el protagonismo que habrá de cobrar el testimonio de las familias cristianas, en un contexto cultural marcado por la disolución de las grandes certezas en las que la tradición cristiana había educado a Occidente.

No será con nuevos documentos como lograremos evangelizar hoy a tantas familias, afectadas por la secularización ambiental, sino a través del testimonio de otras familias que ya viven la experiencia de la fe. Son palabras pronunciadas en la COPE por el arzobispo de Valencia, Agustín García Gasco, el anfitrión del V Encuentro Mundial de las Familias. De esta forma subrayaba el perfil misionero del evento, y el protagonismo que habrá de cobrar el testimonio de las familias cristianas, en un contexto cultural marcado por la disolución de las grandes certezas en las que la tradición cristiana había educado a Occidente.
Icono de la Sagrada Familia
En efecto, eso que de un modo quizás algo banal veníamos llamando "la familia corriente", no había surgido por generación espontánea, sino que era uno de los frutos de siglos de educación cristiana. Conviene recordar que cuando el cristianismo entró en la historia, generó también una verdadera revolución en el ámbito de la familia, clarificando las intuiciones de la razón natural, y purificando las realizaciones de las diferentes culturas: la fidelidad perenne entre marido y mujer, la valoración y el cuidado de la vida naciente, la familia como iglesia doméstica con su esencial tarea educativa, son rasgos que sólo a través de la asimilación del cristianismo en la vida personal y social llegaron a esculpir el rostro de la familia en las sociedades occidentales. Y no sin dificultad.

Por eso en este momento de aguda descristianización, no basta apelar al derecho natural para comunicar el valor de la familia, porque se ha perdido la traza del camino educativo que llevaba al reconocimiento existencial de dicho valor. En buena parte de Europa se ha producido ya un cambio de época en esta materia, y en consecuencia debemos empezar a hablar más de "la novedad de la familia" y menos de la "familia corriente", un término demasiado ligado a parámetros sociológicos en franco retroceso. Tocamos aquí el núcleo del desafío que debe afrontar el encuentro de Valencia: presentar la verdad y la belleza de la familia cristiana como auténtica alternativa cultural al desierto que se extiende, con sus palpables consecuencias de soledad, violencia y desarraigo. Pero no es suficiente denunciar los males: es preciso mostrar una realidad viviente capaz de suscitar de nuevo el atractivo, y un camino posible para llegar a ella.

Todavía está demasiado extendida en el mundo católico español, una aproximación de este tipo: somos una mayoría social, agredida por los poderes públicos y los medios de comunicación, entonces defendámonos y resistamos. Y así un Encuentro como el de Valencia serviría sobre todo para desplegar el poderío de esa mayoría, para cimentar más sólidamente su influencia social, afirmando más alto y más fuerte sus valores fundamentales. Hay parte de verdad en todo eso: existe la agresión política y mediática contra la familia y es necesaria una defensa inteligente y coordinada de los valores familiares en todos los campos, y también es bueno "visibilizar" el peso social de las asociaciones y los movimientos familiares. Pero todo eso no basta para sostener la vida de nuestras familias, ni para ofrecer nueva esperanza al mundo en que nos toca vivir. El horizonte es mucho más exigente, pero también mucho más apasionante: hacer presente la novedad de vida que supone la vocación familiar, a través de un paciente trabajo de testimonio y educación, como sucedió en los primeros tiempos de la Iglesia.

Por otra parte, los cristianos sabemos perfectamente que la familia no es un talismán. También ella está necesitada de ayuda y curación, también ella necesita insertarse en una realidad más grande y poderosa para realizar su misión. Por eso Benedicto XVI ha subrayado que "la edificación de cada una de las familias cristianas se enmarca en el contexto de la gran familia de la Iglesia, que la apoya y la acompaña, y garantiza que hay un sentido, y que en el futuro se dará el sí del Creador". Los cristianos no nos sentimos extraños al desamor y a las rupturas, al egoísmo y al miedo, que experimentamos como todos en nuestra propia carne. Pero hemos conocido un lugar en el que es posible no estar definido por ellos. Como dijo Jesús en el Evangelio, para vosotros no es posible, pero para Dios no hay nada imposible. Esa es la novedad que podemos ofrecer hoy, también a los que miran con rabia o con desdén al Encuentro de Valencia.
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