Por eso en este momento de aguda descristianización, no basta apelar al derecho natural para comunicar el valor de la familia, porque se ha perdido la traza del camino educativo que llevaba al reconocimiento existencial de dicho valor. En buena parte de Europa se ha producido ya un cambio de época en esta materia, y en consecuencia debemos empezar a hablar más de "la novedad de la familia" y menos de la "familia corriente", un término demasiado ligado a parámetros sociológicos en franco retroceso. Tocamos aquí el núcleo del desafío que debe afrontar el encuentro de Valencia: presentar la verdad y la belleza de la familia cristiana como auténtica alternativa cultural al desierto que se extiende, con sus palpables consecuencias de soledad, violencia y desarraigo. Pero no es suficiente denunciar los males: es preciso mostrar una realidad viviente capaz de suscitar de nuevo el atractivo, y un camino posible para llegar a ella.
Todavía está demasiado extendida en el mundo católico español, una aproximación de este tipo: somos una mayoría social, agredida por los poderes públicos y los medios de comunicación, entonces defendámonos y resistamos. Y así un Encuentro como el de Valencia serviría sobre todo para desplegar el poderío de esa mayoría, para cimentar más sólidamente su influencia social, afirmando más alto y más fuerte sus valores fundamentales. Hay parte de verdad en todo eso: existe la agresión política y mediática contra la familia y es necesaria una defensa inteligente y coordinada de los valores familiares en todos los campos, y también es bueno "visibilizar" el peso social de las asociaciones y los movimientos familiares. Pero todo eso no basta para sostener la vida de nuestras familias, ni para ofrecer nueva esperanza al mundo en que nos toca vivir. El horizonte es mucho más exigente, pero también mucho más apasionante: hacer presente la novedad de vida que supone la vocación familiar, a través de un paciente trabajo de testimonio y educación, como sucedió en los primeros tiempos de la Iglesia.
Por otra parte, los cristianos sabemos perfectamente que la familia no es un talismán. También ella está necesitada de ayuda y curación, también ella necesita insertarse en una realidad más grande y poderosa para realizar su misión. Por eso Benedicto XVI ha subrayado que "la edificación de cada una de las familias cristianas se enmarca en el contexto de la gran familia de la Iglesia, que la apoya y la acompaña, y garantiza que hay un sentido, y que en el futuro se dará el sí del Creador". Los cristianos no nos sentimos extraños al desamor y a las rupturas, al egoísmo y al miedo, que experimentamos como todos en nuestra propia carne. Pero hemos conocido un lugar en el que es posible no estar definido por ellos. Como dijo Jesús en el Evangelio, para vosotros no es posible, pero para Dios no hay nada imposible. Esa es la novedad que podemos ofrecer hoy, también a los que miran con rabia o con desdén al Encuentro de Valencia.