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EL PROCESO NACIDO EL 11-M

La impunidad pudre las instituciones

¿Queremos que perdure la España de la Constitución de 1978 o permitimos que Zapatero se junte con los nacionalistas y los terroristas y la rompan? ¿Permitimos que Zapatero sea el cabecilla impune de esta hazaña, y estamos a lo que venga, porque nos da igual? ¿Es esta la manera de organizar la convivencia entre los españoles y de construir una paz duradera para nosotros y para las generaciones futuras? ¿Se puede asumir éticamente que Zapatero decida con terroristas antiguos y actuales cómo va a ser España?

¿Queremos que perdure la España de la Constitución de 1978 o permitimos que Zapatero se junte con los nacionalistas y los terroristas y la rompan? ¿Permitimos que Zapatero sea el cabecilla impune de esta hazaña, y estamos a lo que venga, porque nos da igual? ¿Es esta la manera de organizar la convivencia entre los españoles y de construir una paz duradera para nosotros y para las generaciones futuras? ¿Se puede asumir éticamente que Zapatero decida con terroristas antiguos y actuales cómo va a ser España?
Restos de uno de los trenes del 11-M

Una de las lacras más preocupantes del experimento político y social de Zapatero es la impunidad, en cuanto actitud y situación de falta de un castigo o ausencia de una sanción social, política o jurídica, ante el sistemático incumplimiento de leyes, acuerdos y palabras dadas, por parte de servidores públicos significados. La impunidad anida en sociedades e instituciones enfermas, en las que el tejido social, político, ético y jurídico está podrido. La impunidad debilita la justicia y hace efímera la paz, ofende la memoria y la dignidad de las víctimas, inutiliza gravemente las leyes y corrompe la tarea de las instituciones.

A lo largo de los tres últimos años, y especialmente a partir del 11-M, Rodríguez Zapatero se ha dedicado principalmente a tres objetivos de orden interno: a remover el resentimiento y el rencor del pasado entre los españoles; a facilitar el ajuste de cuentas republicano y masón; y a ensanchar las puertas a los depredadores nacionalistas. Intuyo que todo ello pertenece a un complejo guión oculto del 11-M, para eso se diseñó y se consintió. No digo nada nuevo, el "proyecto" de Zapatero "viene ya desde el 11-M", le dijo Llamazares en el debate del estado de la nación. ¿Quiénes fueron entonces y quiénes son hoy los responsables?

Que nadie se lleve a engaño, lo que está pasando en España se construye sobre la masacre de 192 personas y más de 1500 heridos. Si se confirma, y hay bases sólidas para ello, que la masacre fue para cambiar de gobierno y también de régimen, ¿puede algún servidor público de buena fe permanecer en un cargo, sabiendo que han matado a 192 personas para que esté dónde está, haciendo lo que le digan? La maldad radical de todo el proceso debería gritar en la conciencia de todos los ciudadanos y no dejar impune ni a los autores intelectuales y materiales de la masacre, ni a los que se benefician de ello. Ese grito debería sonar también en la conciencia de quienes les gusta este Gobierno porque "son de izquierdas de toda la vida". ¡El precio que tienen que pagar algunos: el silencio y el oscurecimiento de la propia conciencia!

No se trata de demostrar que el problema de fondo es que la derecha lo puede arreglar y hacer mejor, o que la izquierda lo pinta bien y lo hace rematadamente mal. ¿Cuándo seremos capaces de plantear nuestros proyectos comunes, no en términos de derecha- izquierda, sino según lo que exige el bien común de toda esta comunidad humana llamada nación española? Estamos sumidos en un mar de desmadres e incertidumbres: la política exterior desprestigiada e ineficaz, la justicia politizada, la educación hecha un desorden y un caos, la sanidad, la vivienda, el campo, la inmigración, la seguridad pública, la deslocalización de empresas... más de lo mismo. Todo lo que preocupa realmente a los ciudadanos, especialmente a las familias, a los trabajadores, a los jóvenes y a las mujeres con menos posibilidades y oportunidades, ZP lo tiene abandonado.

Arnaldo OtegiDoy un repaso la lista de los prohombres de la nueva nación de naciones: Otegi y los encapuchados, Carod Rovira, Rubalcaba, Polanco, Patxi López, Pepiño Blanco, López Garrido, Maragall, Montilla, Mas, Chaves, Bosé, Zerolo, Boris... ¿Nos da igual lo que haga Zapatero con esta pléyade de hombres? Estos gestantes de la nueva nación son los que marcan el perfil y los rasgos de la nueva España política, los que deciden lo que es democrático y lo que no lo es, los que nos enseñan lo que dice y lo que no dice la Constitución. Es patético contemplar que tenemos a un Gobierno que se exaspera en convencernos de que los terroristas y los que los apoyan son gente de paz, que están entrando por el buen camino; y que, en cambio, los diez millones de ciudadanos, que representa el PP, están en peores disposiciones democráticas que los terroristas. Se ha roto todo sentido de la moral y la justicia, se ha perdido el pudor y la decencia.

Además, ¿cuáles son los pilares o fundamentos reales, declarados, debatidos y expuestos con transparencia, sobre los cuales se construye este experimento social de nación? ¿Acaso la libertad? No parece, porque los nuevos estatutos no pueden ser más intervencionistas y fiscalizadores de las libertades; el monolitismo informativo cocinado por el Gobierno no puede ser más insultante. ¿Es acaso la justicia uno de los pilares de la nueva nación del tándem ZP y nacionalistas? ¿Es acaso la igualdad? No parece, si no ¿para qué establecer Títulos de derechos para los ciudadanos según el territorio de nacimiento y lengua? ¿Es acaso la paz el pilar sobre el cual ZP quiere construir la nueva realidad nacional? No, porque en Zapatero el discurso de la paz no pasa de palabras entre lo enigmático y lo desleal.

Si no reaccionamos, la impunidad contaminará todas las instituciones y todo el tejido social. ¿Toca hablar de perdón? Siempre es hora de perdón, pero toca hablar sobre todo de verdad y de justicia, para que el tiempo de perdonar no sea ocupado por la desidia de la impunidad. Ningún bien superior puede ser levantado sobre graves atentados contra la vida y la dignidad de las personas, son el desprecio a la ley y a las instituciones. Nadie puede pedirnos el perdón y la reconciliación si no es sobre los pilares de la verdad, la justicia y la dignidad. Que nadie nos anime a la impunidad al son de promesas de un proceso de paz tan oscuro como engañoso: debilitaríamos la justicia y ofenderíamos la dignidad de las víctimas, de las que han perdido su vida, de los familiares que guardan en su dolor su memoria, y de los que han tenido que huir de su tierra amenazados.

Ningún servidor público está legitimado para romper el Estado de Derecho, para incumplir la ley, para cambiar la Constitución, para construir una historia a medida de sus ambiciones personales de perpetuarse en el poder. Necesitamos servidores públicos que garanticen el respeto a la ley, el fortalecimiento de las instituciones y el desarrollo de la democracia fundada en los valores irrenunciables de la dignidad de la persona.

Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social "León XIII"

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