El habitante más joven de la Tierra acaba de morir a los 18 años y la raza humana se enfrenta a la posibilidad de su extinción. Con el telón de fondo de un Londres desgarrado por la violencia y los enfrentamientos entre sectas nacionalistas, la película cuenta la historia de Theo, un desilusionado ex activista que se ve obligado a tomar graves decisiones si quiere proteger la última esperanza del planeta.
Rodada con enorme fuerza, a base de arriesgadísimos planos-secuencia, de escenas de acción sobrecogedoras alternadas de otras de alto nivel emotivo, Cuarón nos interpela sobre el presente por medio de una alegoría futura. Todas las heridas actualmente sin resolver se abren en esta cinta y supuran hasta doler: la inmigración, los estados policiales, el renacer de la xenofobia, el desastre medioambiental, la caída de la natalidad, el terrorismo... Heridas sangrantes que Cuarón no quiere ni puede cerrar, pero a las que deja un horizonte de esperanza, discreta y pequeña, pero esperanza. La película no tiene un guión complejo, de hecho sólo hay una trama lineal que avanza sorteando obstáculos no demasiado originales. Pero la pertinencia de los temas y la impactante puesta en escena compensan esas carencias en el guión. Ante la descripción apocalíptica del futuro, el recurso a Dios aparece difuminado en el film, pero reconocible en iconografías y metáforas de diversa índole.
Este film lo protagonizan figuras internacionales como Clive Owen, Julianne Moore y Michael Caine y obtuvo un premio a la fotografía (la Osella a la Mejor Contribución Técnica) de Emmanuel 'Chivo' Lubezki en el último festival de Venecia.