El cineasta neoyorquino Noah Baumbach, hijo del crítico de cine y novelista Jonathan Baumbach, dirige su cuarta película The Squid and the Whale (El calamar y la ballena), que en España se ha estrenado con el anodino título Una historia de Brooklyn. Sin embargo, esta caprichosa elección, aparentemente convencional, nos viene muy bien para establecer una comparación inicial entre esta y aquella de Una historia del Bronx, de Robert De Niro. Si entonces se nos mostraba la peripecia de una familia que se crecía y unía con las dificultades, haciendo madurar a su hijo, en la que nos ocupa vemos una familia que se deshace, y comprobamos cómo esa maduración filial se trunca por un patético divorcio.
Una historia de Brooklyn es una película ambientada en los ochenta, que cuenta la vida de la familia Berkman. Bernard (Jeff Daniels) y su esposa Joan (Laura Linney), son dos escritores progresistas que deciden separarse. Sus dos hijos, Walt de 16 años, y Frank de 12, se ven abocados a una experiencia de desamor y de absurdo que echa por tierra unas vidas que habían empezado bien y que ahora zozobran a causa de sus padres. La película muestra con crudeza las consecuencias que para los hijos tiene una separación matrimonial, las disfunciones afectivas y sexuales que les generan, y sobre todo la falta de referentes estables a la hora de pensar en su vida y en su futuro. Aunque se trata de una película valiente, arriesgada y muy alejada del happy end americano, es tan sórdida en sus descripciones que difícilmente puede ser saboreada más que por paladares muy curtidos en durezas cinematográficas.
El tan conocido como irregular cineasta argentino Alejandro Agresti, firmante de títulos tan variopintos como El sueño de Valentín, Una noche con Sabrina Love o El viento se llevó lo que, opta por una historia más melodramática en torno a una mujer que descubre que su marido, al que creía muerto hacía más de veinte años, aún vive en un pequeño pueblo de la costa. Decide viajar hasta allí con su hija, quien nunca conoció a su padre. Juntas tratarán de hacerle recobrar la memoria y ofrecerle una familia.
Mónica Galán y Julieta Cardinali son las protagonistas de Todo el bien del mundo, que en Argentina se estrenó con el título Un mundo menos peor. Se trata de la enésima película sobre la búsqueda del padre, en este caso con cierto carácter coral. De fondo está, como un ruido sordo pero constante, la herida abierta de la dictadura militar, aunque con una puerta abierta a la reconciliación. La reunificación familiar es el tema de una película que habla de la importancia de los lazos y de no cerrar en falso los capítulos de la vida.
La película es muy seca en su puesta en escena, pero muy auténtica en su tratamiento. De final rosseliniano, breve, precipitado, pero muy sugerente, la película está excelentemente rodada, y sus planos están cosidos por una partitura de piano tan emotiva como eficaz. Además, la fotografía nos ofrece unas preciosas imágenes nocturnas. Una de las mejores cintas de Agresti.