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CÉLULAS MADRE

Ética y progreso

Cabe preguntarse si, en los últimos tiempos, la reflexión ética se está desposeyendo de su sentido primigenio de pureza filosófica para seguir un camino pragmático en el que su principal aliado es el progreso, tanto científico como social. Es evidente que la ética no debe divorciarse de lo social ni actuar poniendo únicamente cortapisas al progreso como si representara inevitablemente el camino del mal. La reflexión ética debe cumplir un papel corrector del progreso si no quiere perder su esencia.

Cabe preguntarse si, en los últimos tiempos, la reflexión ética se está desposeyendo de su sentido primigenio de pureza filosófica para seguir un camino pragmático en el que su principal aliado es el progreso, tanto científico como social. Es evidente que la ética no debe divorciarse de lo social ni actuar poniendo únicamente cortapisas al progreso como si representara inevitablemente el camino del mal. La reflexión ética debe cumplir un papel corrector del progreso si no quiere perder su esencia.
Células madre

En los últimos tiempos, la bioética ha sido el tipo de reflexión que ha causado mayor influencia. Por una parte porque se trata de un discurso nuevo que obliga a una reflexión interdisciplinaria en un mundo en que, cada vez más, la resolución de los problemas no pueden ser abordados por una o dos disciplinas, sino que deben ser examinados en conjunto por diversas profesiones para poder ver todas las aristas implicadas. Por otra parte por su procedimiento dialógico en la búsqueda de un consenso entre posiciones contrapuestas, donde se analizan las posturas desde los principios y valores que se quieren preservar y defender.

Precisamente, la mayor reflexión bioética se da en relación con los avances tecnológicos que implican progreso pero ponen en entredicho valores que la sociedad ha mantenido durante mucho tiempo. La clave está en qué peso le estamos dando a esos valores. Un ejemplo lo tenemos en la reciente aprobación en varios países europeos, entre ellos España, de la utilización de embriones sobrantes de la fertilización in vitro para investigar la posibilidad de crear líneas celulares que puedan utilizarse en transplantes en alas del progreso en las ciencias de la salud. Por una parte tenemos la promesa de poder crear estas líneas y utilizarlas, por ejemplo, para reemplazar células en el caso de enfermedades neurodegenerativas como el parkinson y el alzheimer, que en este momento no tienen curación, para reemplazar células musculares no funcionales por infarto cardiaco o para reemplazar células pancreáticas que produzcan insulina en diabéticos. Las promesas son ilimitadas; hasta se piensa en la posibilidad del rejuvenecimiento sustituyendo células que han dejado de funcionar por otras jóvenes con plena potencialidad. Si la ética sirviese simplemente para asociarse al progreso, estaría claro que se está abriendo un nuevo camino de gran importancia para la humanidad y, por tanto, no hay que perder la oportunidad.

Sin embargo, no hay que olvidarse que hay un valor importantísimo para la sociedad que se perdería, que es el valor de la vida del embrión humano. Ya se ha perdido parte de su valor al haberse permitido congelar embriones. La vida humana es el valor que fundamenta todos los demás valores, que permite que estos sean posibles. Está claro que, si queremos una convivencia pacífica, se ha de respetar la vida en todos sus ámbitos. La vida del embrión se constituye en un signo del respeto a la vida humana.

Se dice que el embrión no posee la dignidad de persona porque no puede actuar autónomamente y, por ello, se le puede manipular pero, si nos fijamos un poco más allá, nos damos cuenta de que el embrión nos habla a través de la misma ciencia y nos hace saber de su existencia humana y nos denuncia que estamos usándolo como instrumento para otros fines distintos de para los que ha sido creado: para desarrollarse como vida humana. Ninguno de nosotros estaríamos aquí si antes no se hubiera unido un óvulo y un espermatozoide para formar la primera célula, el cigoto, de la que parte nuestra existencia.

La bioética se caracteriza por buscar caminos intermedios cuando hay conflictos entre distintas visiones y valores. Y es que hay un camino intermedio en la regeneración de órganos y tejidos por transplante. Se han descubierto células madre adultas capaces también de regenerar que constituyen un amplio camino de investigación apenas iniciado y podrían usarse en alas del progreso científico sin necesidad de recurrir a las células embrionarias, cuyo uso significa la destrucción del embrión y, por tanto, la imposibilidad de su desarrollo humano.

El problema es que, en este caso, no parece que haya habido un auténtico diálogo social bioético antes de la aprobación de la investigación con células embrionarias, como tampoco lo hubo para permitir que se congelaran. No se han presentado los valores y principios en juego lo suficiente. Parece más bien que las decisiones se toman a nivel político o por intereses de determinados grupos por razones pragmáticas o económicas, cuando las bases sociales tienen derecho a intervenir y reflexionar sobre hechos veraces y expresar sus posturas cuando están en juego valores que afectan a todos. ¿De qué sirve la bioética si no se ponderan los valores en juego y no se es capaz de defender valores intrínsecos fundamentales como es la vida?
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