Los cristianos, desde antiguo, solemos rezar por nuestros gobernantes para que sepan discernir las aspiraciones de los ciudadanos y todo aquello de que son capaces en orden al bien común; para que sepan ejercer el poder con prudencia, equidad, magnanimidad y deseo de no excluir ni hacer daño a nadie. Porque, en definitiva, necesitamos confiar en quienes dirigen los destinos de la comunidad a la que pertenecemos. Por eso tenemos el derecho de esperar que el gobierno, el que sea, nos de garantías de libertad, seguridad, justicia y convivencia social pacífica. Tenemos el derecho de esperar que el gobierno haga el bien en beneficio de todos; y si no sabe o no puede hacerlo, tenemos el derecho de que, al menos, no nos haga daño, no sea un obstáculo a las iniciativas de los ciudadanos que favorezcan las condiciones del bien común.
La primera etapa de ZP es un cúmulo de trampas, mentiras, enredos, tomaduras de pelo y atropellos a media España. El objetivo es que lo quieren todo, parece que no quieren que los demás existan. Poco más de un año y medio de ZP subido en el pedestal, es suficiente para constatar que estamos ante un gobierno con abundantes notas de incompetencia e irresponsabilidad. Eso sí, muy propagandístico y alienante, como suele darle bien a la izquierda, a ver si no se nota que no sólo está en peligro constante, amenazado por los chantajes de sus socios, sino que es un peligro. El que el Presidente del Gobierno diga a su candidato por Madrid, Rafael Simancas, que "hay que ganar como sea", me parece un peligro. ¿Qué significa "como sea"? ¿Qué métodos, acciones, consignas, tramas, pagos, cabezas de turco, tapaderas… entran en "ganar como sea"? Una vez que ZP no explicó qué es "ganar como sea", los ciudadanos podemos pensar en muchas cosas. Por ejemplo: el 11M y los días siguientes, con el asalto a las sedes del PP, la violación de la jornada de reflexión, las intervenciones de Rubalcaba y la maquinaria mediática afín, etc., ¿fue "ganar como sea"? Una persona que envía estas consignas no es de fiar, es un peligro.
Por eso, ahora que empezamos nuevo "curso político", como dicen sus señorías, es necesario recordar que tenemos el derecho de esperar que cumplan con su cometido parlamentario de representarnos a todos y cada uno, a la suma de los todos los que habitamos la nación española, porque en ella reside la soberanía. Además, debemos exigirles que desarrollen, a través de su trabajo, una función pedagógica de la cultura democrática, que no caigan en las desviaciones que la ponen en peligro. A veces existe la sensación de que, con los escasos medios de información que van quedando libres de las garras de los diversos gobiernos, nuestra democracia puede quedar reducida a una tapadera formal para el mangoneo político al por mayor. Con ZP y el conglomerado de grupos separatistas minoritarios que le dominan, no hemos ganado en democracia participativa. Y los intentos de regalarnos la bendición de la ignorancia son múltiples.
Gandhi dijo que lo que se consigue con violencia sólo se puede mantener con violencia. Del mismo modo, a mi me parece que un gobierno que se ha conseguido con la mentira sólo se puede mantener con la mentira. Éste es el drama de esta desgraciada etapa de nuestra historia. Digo desgraciada, porque ha surgido de la masacre del 11M y ZP no está sabiendo poner en ella la verdad, la transparencia, la justicia y el entendimiento necesarios. Los cristianos intentamos buscar claridad y discernir cómo Dios habla en nuestra historia a través de nuestros dramas. El 11M sigue siendo un enorme pozo de oscuridad, violencia, iniquidad y mentira al que ZP, su partido, su gobierno y sus socios, la maquinaria mediática incluida, no hacen nada por aclararlo, al contrario, hacen lo que pueden para taparlo o confundirlo. ¿Por qué?
Como queremos ser libres, seguiremos exigiendo la verdad, porque los españoles merecemos otro gobierno, un gobierno de verdad que afronte con rigor los grandes problemas de la nación, los que realmente afectan a los ciudadanos (el trabajo, la sanidad, la vivienda, la educación, la justicia, la seguridad, los alimentos, el agua, la energía…), no los que se inventa la clase política para satisfacer ambiciones tribales y ansias de poder. Necesitamos un gobierno que nos explique los problemas, asuma las responsabilidades y los resuelva. Este verano, al menos tres acontecimientos con 29 muertos exigen otras explicaciones y otras respuestas; sobran colorín y escenificaciones y falta respeto por los muertos y por sus familias, verdad y transparencia. No merecemos un gobierno que no dice la verdad.
Para que nuestra historia sea liberadora, tenemos que asumirla, iluminarla con el conocimiento de los hechos y buscarles sentido. Ésta ya no es una cuestión de derechas o izquierdas, es asunto propio de una sociedad sana que no se derrota ni se engaña a si misma. No importa la ideología o el partido que le guste a uno; es una cuestión de honradez, de limpieza de miras, de necesidad de objetividad y verdad. Si no lo hacemos, si no asumimos la verdad de este drama histórico y nos dejamos entretener por los montajes y las escenificaciones, la palabrería hueca y solemne, las farsas irrespetuosas de las comisiones de investigación amañadas, la historia, tarde o temprano, nos pasará la factura.
Juan Souto Coelho es miembro del Instituto Social “León XIII”