Nos hemos enterado por el diario de Prisa que el pensamiento neocon o su versión hard, el pensamiento teocon español, está hoy en la Iglesia católica. Vamos, que las diócesis y las parroquias, y los planes de pastoral que estos días están presentando los obispos por doquier, esconden las semillas de la más despreciable ideología del presente, causante de todos los males, desde la invasión de Irak hasta el aumento del paro y la quiebra del sistema financiero. En este sentido pontificaba un autor, de cuyo nombre no me quiero acordar, empleando los dogmas de la izquierda más radical y escondiendo una voluntad expresa de no entender, ni querer entender, cuál es la naturaleza del cristianismo, en qué consiste la presencia pública de la propuesta cristiana, de lo cristiano y de los cristianos y cómo se articula esa presencia en una sociedad plural. Es decir, que nuestro afamado autor, que decía ser doctor en filosofía, entiendo que deconstruccionista o algo así, sería hoy incapaz de dialogar no digamos ya con Benedicto XVI, sino con los jóvenes de la catequesis parroquial.
Para asombro de propios y extraños, a la tesis general de que en la Iglesia está el auténtico pensamiento neocon y que por eso de que no acepta el pluralismo y pretende imponer una moral de convicciones, y está empeñada en el pasado, y se opone al progreso que representa la eutanasia, el aborto y el juguetear con los seres personales que son los embriones, se añadía un punto rocambolesco con la afirmación de que hasta en el Partido Popular, como pretendió demostrar semanas atrás el intelectual orgánico de la cosa, José María Lasalle, está mal visto ese pensamiento neocon. Ahí están los liberales del progreso para impedir que esa doctrina se asiente en la política parlamentaria de los de derechas.
Ese famoso artículo del asesor de Rajoy, con el que pretendía defender el pensamiento de Popper sin atizador frente al de Leo Strauss, Eric Voegelin, o Carl Schmitt, se acabó convirtiendo en un acta de persecución dentro del partido de todo lo que no fuera pensamiento único al modo de los modernos. Todo lo contrario de lo que debiera hacer el PP en este momento: unir, buscar convergencias y coincidencias en sus propuestas de fondo y de forma, y no olvidar que las fuentes inspiradores de los militantes y de muchos votantes de ese derecha cautiva están en la comprensión de la naturaleza del hombre, en una antropología cristiana que, probablemente, se compadezca mejor con el pensamiento de los demonizados que del demonizador.
Retomando el dramatis personae: afirmar que en la Iglesia católica está hoy el pensamiento neocon significa no saber en qué consiste ni la Iglesia ni probablemente el pensamiento neocon. Que exista una coincidencia, llamémosle argumental, en la defensa de la libertad y de su relación con la verdad entre la Iglesia y determinadas formas de defender los valores constitutivos de Occidente no quiere decir que haya una simplificada simbiosis. El pensamiento necocon está muy cerca de la Iglesia en algunas cuestiones y muy lejos en otras. Ahí está la doctrina social católica, que no es un freno a la convergencia de las ideas de cara a la acción, sino un proceso de purificación de los conceptos que articulan un interés general a la hora de construir el bien común de todos. Cristo es la clave del cristianismo, y de la Iglesia. Cristo pertenece a la definición misma de hombre; pensar en el hombre sin Cristo es dejar incompleta la definición de hombre.
Es posible que haya coincidencia entre la racionalidad cristiana y otras formas de pensar y vivir en el presente. Lo que esto indica es que existe un sustrato común a partir del cual afrontar juntos el futuro con esperanza. Pero ese sustrato común no podrá ser nunca el relativismo y el hedonismo moral de la pringosa izquierda progresista que se dedica ahora a la nueva caza de brujas... neoconservadoras.