Lo cierto es que ETA es la que dice, lo cual debería de colocar, de entrada, en cuarentena el contenido de lo que diga cualquiera que sea. Porque no es verdad que esta organización terrorista, como muchos dicen, nunca mienta. Un grupo para el cual el fin justifica cualquier medio, incluido el asesinato masivo de inocentes, hace también de la palabra tergiversada, manipulada y retorcida, y no solamente de la propaganda, una herramienta al servicio de sus objetivos. Fue una organización terrorista la que dijo algo, y en cómo lo dijo ya está dicho todo. Porque todo el comunicado es como la imagen que apareció en las televisiones y en las portadas de los periódicos.
Las capuchas ocultaban la identidad de quienes se presentaban en público, y los significantes del comunicado ocultan el significado verdadero. ¿Qué quiere decir "alto el fuego permanente", "impulsar un proceso democrático", "tener la palabra y la decisión", "construyendo una paz basada en la justicia", "superación del conflicto", etcétera? Se trata de un texto en el que se aúnan la hipocresía de las dictaduras comunistas, que van de buenas, y el cinismo del nazismo, en la falta de reparo a la hora de hacer gala de su abyecta forma de actuar.
Pero tal tipo de procedimientos encuentra terreno abonado en nuestra sociedad porque el relativismo imperante, enraizado en un bien maquillado nihilismo, han dado carta de ciudadanía, en el ámbito público, a la apariencia de verdad, relegando a un segundo plano la verdad. Nos dijeron que no estaban negociando y ahora salen informaciones diciendo que lo estaban haciendo, pero no importa, aquellas palabras ya se las llevó el viento.
El titular seguía diciendo: "(...) la guerra ha terminado". Que sea una guerra es lo que siempre han querido hacer creer los terroristas, y, por las reacciones de algunos políticos y periodistas, parecería que éste fuera un mensaje que hubieran interiorizado. No hay ni conflicto ni guerra. Lo que hay es un grupo que intenta imponer los criterios de una minoría a la mayoría pisoteando, para ello, los derechos fundamentales de aquellos que les respetan como minoría y como personas.
Esa minoría tiene la posibilidad de expresar libremente sus opiniones y de ir convenciendo con argumentos a los demás hasta lograr convertirse en mayoría y, así, tener la ocasión de respetar ellos a las minorías. Pero han preferido machacar a los demás para imponerse. Muy acertadamente dijo el portavoz de la Conferencia Episcopal Española, Juan Antonio Martínez Camino: "ETA no puede, de modo alguno, poner precio de ningún tipo al respeto de los derechos fundamentales de las personas, ni al funcionamiento normal de las instituciones democráticas".
Pero es que el terror, que no la guerra, tampoco han terminado. Sí, es un alivio que unos criminales durante algún tiempo decidan no llevar a cabo acciones armadas, pero, como señalaba el citado portavoz, esto es insuficiente. Esta organización va a seguir realizando sus otras actividades, y además estará siempre latente la posibilidad de poner bombas y disparar todo tipo de armas. El cuasi parón criminal, llamado propagandísticamente "alto el fuego", no es permanente; es condicional. Y la circunstancia a la que queda sometido el silencio de las pistolas, que no el de los corderos, es alcanzar los objetivos por los que pisotean los derechos humanos. ¿Se disolverán sin ningún tipo de concesiones? O algo previo, ¿han parado momentáneamente de colocar bombas sin haber conseguido nada?
En cualquier caso, el Estado de Derecho no puede quedarse quieto, la sociedad tampoco. Que deje de haber muertos y mutilados es importante, pero pagar un precio político por ello sería como vivir en tregua, porque no habría disparos, pero la confianza en que el sistema vaya a proteger nuestros derechos habría desaparecido, todos sabríamos que viviríamos en la apariencia y que los más agresivos y fuertes serían nuestros señores feudales.