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VIAJE DE BENEDICTO XVI A ESTADOS UNIDOS

El Papa y la revolución americana

La experiencia del día a día de nuestra historia europea nos confirma que la revolución francesa está empeñada en relegar a la sombra del pasado a la revolución americana. ¿Cuál fue la causa? ¿Acaso al hecho de que ésta última no fuera el teatro de una guerra social, como afirma el politólogo Claude Lefort?

La experiencia del día a día de nuestra historia europea nos confirma que la revolución francesa está empeñada en relegar a la sombra del pasado a la revolución americana. ¿Cuál fue la causa? ¿Acaso al hecho de que ésta última no fuera el teatro de una guerra social, como afirma el politólogo Claude Lefort?
Benedicto XVI, recibido por Bush

Es cierto que la revolución francesa se despegó de sus actores; creó una mitología, fue idealizada, personificada; mientras que los americanos no se preocuparon suficientemente de afirmar que la revolución conduce a los hombres y no los hombres a la revolución. La causa francesa devoró a sus hijos; la americana los preservó para la historia.

Benedicto XVI, un Papa que ha demostrado que las transiciones se hacen con el pulso de la palabra y la agudeza del pensamiento, ha apostado por dialogar con la revolución americana para purificar las secuelas de la francesa. Benedicto XVI se ha sentido a gusto en los Estados Unidos de América. El ejercicio del ministerio de Pedro ha adquirido, en esta visita, una repercusión global, proporcional al altavoz que ha utilizado y al contexto en el que se ha movido. Aunque para ser sinceros, no ha sido del todo, ni en todos los casos, global.

Si no existiera internet, y no funcionaran ese pequeño grupo de medios empeñados en el ejercicio de un periodismo en libertad –Popular TV, la COPE, Libertad Digital, ABC, La Gaceta, La Razón, El Mundo– los españoles prácticamente no nos hubiéramos enterado de lo que había hecho y dicho Benedicto XVI en América. O, a lo sumo, hubiéramos pensado que el Papa iba a América a hacer teología de las heridas.

Benedicto XVISorprende, una vez más, cómo el progresismo patológico de no pocas redacciones de medios, y de climas y líderes de opinión, hace que en España, no así en Italia, ni en Alemania, acontecimientos de la naturaleza del que estamos comentando no generen una natural y espontánea riada de artículos de opinión, columnas, ensayos, y demás ejercicios de sana vida intelectual. Es posible que el Terror, como método, hoy se haya convertido en espiral del silencio.

La reciente visita apostólica de Benedicto XVI al universo de las libertades ha puesto más a las claras las diferencias entre el viejo y el nuevo continente. Las dos versiones de la civilización se han puesto sobre el tapete. Los Estados Unidos han vuelto con el Papa a su genio original: una apuesta por la antropología optimista de quienes consideran que la retórica de la justicia y el derecho no tienen por qué estar lejos de la realpolitik.

A los europeos nos pesa aún el Estado y las secuelas del nihilismo que fermentó la capacidad de mal de los regímenes totalitarios, el nazismo y el comunismo. Frente a la desvinculación del individuo y al individualismo jurídico llevado hasta extremos insospechados, Benedicto XVI nos ha recordando la naturaleza social del hombre, comunitaria, y su relación con la verdad que anida en esa condición común a toda la humanidad. Su discurso en las Naciones Unidas no es una pieza más del equilibrio inestable de fuerzas geoestratégicas; es una propuesta ética al progreso de la condición humana.

Lo hemos comprobado estos días pasados. No es lo mismo dialogar con el modelo de Estado francés, europeo, español de hoy, para más señas, que con el americano. Distinto es el pluralismo sin confrontación que la confrontación del pluralismo. Estados Unidos es un Estado laico sin laicismo de Estado. Supuesta, asumida, integrada, vivida, la separación de entre Religión y Estado, los americanos no han dado ese paso pernicioso de separar religión y vida, religión y orden ético y moral.

Es cierto que el puritanismo, muy extendido y excesivamente influido por el individualismo cívico, ha generado un corpus de comprensión moral que cosifica la fe y la transforma en un sentimiento gnóstico. Pero también es cierto que la relación entre libertad y verdad sigue fecundado a un pueblo que no se ha encerrado en sí mismo. Una nación capaz de acoger con el calor de la libertad al Papa de la verdad y de la libertad.
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