Será acaso por aquello de que los padres españoles eligen todos los años mayoritariamente la religión católica para sus hijos, o por los millones de ciudadanos que asisten a misa los domingos, o por los niños que se bautizan, o por los que estadísticamente se confiesan católicos, o por los que van a las multitudinarias manifestaciones en contra del mal llamado matrimonio homosexual o la ley de Educación socialista.
Coincide, además, su percepción del fracasado catolicismo con una exposición que ahora sí ha unido, en singular coyunda, al ministro de sus Asuntos Exteriores, señor Moratinos, y al siempre despistado Ruiz Gallardón, alias la eterna promesa. Una exposición, titulada Dios(es). Modos de Empleo. La experiencia religiosa hoy, que, organizada por una serie de ignotas fundaciones franco-belgas, dejaría sin empleo a cualesquiera que se dedicara a la fenomenología e historia de las religiones, a la filosofía de la religión, a la teología o a las ciencias vecinas.
La casa de la Villa, de la suya, no de la mía, ni mi casa, ni mi Villa, se ha prestado a uno de los ejercicios más sutiles y eficaces de manipulación sobre la naturaleza del hecho religioso, de la religión y del catolicismo en particular que se hayan conocido tras el último libro teosófico de Savater. Se palpa, se siente, se presiente que las fuerzas del pensamiento y de la acción de la anti-religión, de la anti-Iglesia y del Anti-Dios están últimamente muy activas en esta España que se prepara para una singular época electoral.
La exposición, bajo una apariencia estética y científica de asepsia que encubre un juicio negativo sobre la religión, es capaz de inocular en la mente del visitante ideas, sensaciones, expresiones que pertenecen a los siglos oscuros de la religión positivista de la diosa razón. Más allá de las burdas afirmaciones, por ejemplo sobre la naturaleza del Opus Dei, sobre San Josemaría Escrivá, sobre la Madre Teresa de Calcuta, o sobre los sacramentos cristianos, lo más inquietante es la idea de que las religiones monoteístas, las más evolucionadas del supermercado trascendente, son un riesgo de primera magnitud para la humanidad. Dicen e insinúan los especialistas del Museo de Europa que las religiones más perfectas y avanzadas son las monoteístas y, por ende, las más peligrosas por eso del dominio, de la violencia y de la manipulación.
Una singular delicadeza para con los cristianos y católicos es la implícita equiparación del misterio de la Encarnación con uno de esos mitos omnipresentes en las religiones mistéricas, atávicas, étnicas. Ahí es nada. La revelación, y los conceptos explicativos que de ella se derivan, a saber, las categorías definitorias de la verdad de la religión, han desaparecido por arte de magia. Hay un tufillo culturalista y sociológico que no se quita ni con incienso. En el caso del cristianismo es especialmente llamativa la ausencia de Cristo, o del encuentro con Cristo como factor definitorio de la fe.
La moneda del desprecio con la que quiere Suso de Toro amortizar la modernización de España bien merece que se destine a esta exposición. Uno se pregunta qué saca el alcalde de Madrid, por cierto del PP –cuántos votos gana y cuántos pierde–, con una muestra que se basa en las ideas de la sección masculina y femenina del socialismo laicista más agresivo. Si la intelectualidad de izquierda, que representa el señor del Toro y que avala esta exposición, es la interlocutora nata de la intelectualidad del catolicismo español se entienden muchas cosas. Entenderá a la perfección nuestro eximio columnista que las deformaciones de la izquierda, y de su pensamiento, no son la izquierda, ni representan su pensamiento. Lo mismo ocurre con la Iglesia. Si nuestro decepcionado columnista se refiere a un Iglesia que no existe –de la que dice que los obispos sólo saben reclamar el poder que se les escurre entre las manos, ¿dónde? ¿cuándo? ¿cómo?–, que lo diga. Quizá el progresismo que él representa no sea el verdadero progresismo o, al menos, eso es lo que esperamos. ¿Un progresismo que no sabe de dioses, pero sí de tumbas y de tumbados?