Menú
COMUNIÓN Y CELIACOS

Con ruedas de molino

Leo esta semana una noticia en la que parecen concurrir algunas de las patologías más frecuentes en nuestra sociedad y en la Iglesia Católica en España, en la medida que aquélla contamina a ésta, lo cual no es poco. No es infrecuente encontrarse con casos en los que hay personas, y con ellas el coro mediático de turno, que se escandalicen porque un párroco, en la administración de los sacramentos, se ajuste al sentir de la Iglesia en vez de servir a la sensibilidades y deseos de los solicitantes.

Leo esta semana una noticia en la que parecen concurrir algunas de las patologías más frecuentes en nuestra sociedad y en la Iglesia Católica en España, en la medida que aquélla contamina a ésta, lo cual no es poco. No es infrecuente encontrarse con casos en los que hay personas, y con ellas el coro mediático de turno, que se escandalicen porque un párroco, en la administración de los sacramentos, se ajuste al sentir de la Iglesia en vez de servir a la sensibilidades y deseos de los solicitantes.
El Cuerpo y la Sangre de Cristo

Suele ser así, entre otras cosas, porque no pocos son los que tienen la mentalidad, muy propia del paganismo, por cierto, de que la Iglesia es un órgano al servicio de las demandas religiosas de la sociedad. Esta creencia, también hay que decirlo, se ve reforzada por la actuación de determinados párrocos; así uno se puede enterar de que se ha celebrado una misa de acción de gracias por el matrimonio civil de dos divorciados o de que, en un bautizo, un judío ha hecho de padrino, por poner dos ejemplos.

El caso al que me estoy refiriendo en concreto es el de una niña jienense de nueve años, V., celiaca. Es decir, sufre una enfermedad por la que la ingesta de productos elaborados con trigo, cebada, centeno o avena, puede provocar graves trastornos intestinales, por la intolerancia, en estas personas, al gluten, que es una proteína presente en estos cereales. Dada la enfermedad de V., los padres pidieron al párroco que en vez de consagrar una forma de pan de trigo sin levadura, consagrara una elaborada con agua, fécula de patata y emulsionante E-322. El párroco hizo lo que cabía esperar de él, decirle que aquello no era posible, dado que si no se celebra con pan de trigo la consagración no tiene lugar, pero que esto no era impedimento para que la niña comulgara, ya que podía hacerlo bebiendo del cáliz, esto es, bebiendo la Sangre de Cristo y, por tanto, a Cristo entero, lo mismo que cuando se come su Cuerpo, se le recibe a Él entero.

La madre de la niña, N., disconforme dice: "Es una injusticia que clama al cielo y una manera de discriminar aún más a una niña que no creo que vaya a pecar por tener una enfermedad. ¿Es que Jesucristo hubiera puesto algún inconveniente?". Aquí no veo yo ni la justicia ni la injusticia por ningún sitio. La Eucaristía es un don de Dios y, por tanto, se trata de algo que está en otras categorías. Lo que hay que preguntarse es si la actuación del párroco es o no conforme a la fe de la Iglesia Católica, ya que a quien se pide recibir el don eucarístico es a ésta.

Lo de "discriminar aún más" es llamativo. Si la niña está discriminada por su condición de celiaca fuera de la parroquia, habrá que denunciarlo en el juzgado, pero el que una persona tenga una serie de limitaciones por motivo de enfermedad, no es una discriminación. La niña, en la parroquia, no ha sido discriminada, ha recibido, como los demás niños, a Jesús sacramentado, que es de lo que se trata en la comunión. Lo otro hubiera sido peor que una discriminación, habría sido una farsa, pues no hubiera comulgado, por no haber tenido lugar, al no ser pan de trigo, la transubstanciación, es decir, la transformación del pan en el Cuerpo de Cristo.

Por supuesto, el pecado no tiene nunca su origen en una enfermedad, se trata de salvaguardar su salud física y de que comulgue verdaderamente, no de crear una determinada apariencia. Estoy convencido, como sucede con otros muchos niños en esta situación, de que con una adecuada pedagogía por parte de los padres, la niña tendría el gozo de haber comulgado verdaderamente, se daría cuenta de que comulgar bajo la especie del pan o la del vino es algo secundario y de que lo importante es comulgar. Además la niña podría vivir el hecho de que tenga un trato distinto no como discriminación, sino como cuidado y cariño; el párroco le dedica a ella gratuitamente más tiempo y atención.

Sobre la postura de Jesús, lo que creen católicos y ortodoxos es que lo que quiso Él al instituir la Eucaristía es que se celebrara con pan de trigo y vino de uva. Quien crea otra cosa puede hacerlo, pero debería de plantearse su identidad como católico y, por supuesto, no esperar de los demás que estén obligados a servir a cualquier creencia, por muy religiosa que sea, los demás también tienen derecho a creer lo que quieran y a poder vivirlo.
0
comentarios