Ateniéndonos a los hechos conocidos por todos, tengo el convencimiento de que los autores de este escrito se refieren a los políticos catalanes, que tienen cerca, y al líder de ese ambiente de hostilidades, que es Zapatero. La mayoría absoluta de los españoles estamos sometidos a las exigencias de los que no quieren ser españoles, no quieren hablar nuestra lengua común, no quieren regirse por la Constitución, han desenterrado la guerra civil y quieren escribir la historia a la medida de sus pretensiones. De hecho, pasamos el año 2005, y vamos a seguir en el 2006, sufriendo la mayor ofensiva nacionalista radical y un laicismo asfixiante sólo parecidos a lo padecido hace setenta años.
Pero la Navidad, que es el acontecimiento histórico, la revelación del rostro humano de Dios en la Historia, es cada día del año. El dinamismo de la fe cristiana y la celebración de la Navidad invitan a la confianza en Dios y a la esperanza, la de cada día y la definitiva; pero hemos de hacerlas presentes en concreciones históricas. Al inicio del nuevo año, me he detenido buscando razones político-prácticas para la esperanza ante el año entrante. Quiero pensar en opciones y propuestas de vida y de paz frente a las hostilidades desplegadas en contra de la institución familiar, la vida de los no nacidos, la educación en libertad, la información plural, la solidaridad entre las autonomías y las regiones, la igualdad entre todos los ciudadanos…
Busco en el panorama político emprendimientos de más libertad, más vida, más solidaridad, más justicia y más seguridad. Veo que iniciamos el año con al menos tres ofensivas abiertas, claramente hostiles al modelo constitucional de 1978: la ofensiva nacionalista radical y el cambio encubierto de la Constitución, la ofensiva laicista de la cultura y la ofensiva contra las libertades. Zapatero lidera estas ofensivas a golpe de hechos consumados, sin consensos y con el discurso del cántaro vacío, el que más suena. Es un problema político grave que nos ha caído encima después de la terrible masacre de 191 personas el 11-M. Tiene como aliados a liberticidas, a señalados totalitarios, demagogos y populistas.
¿Y cómo es él? A pesar de la autocomplacencia y de las alabanzas del sindicalista Moraleda, de Fernández de la Vega y de Blanco, el balance de 2005 no sale positivo ni calificándolo al estilo LOGSE/LOE: apto con tres flechas hacia abajo.
Y me encuentro rodeado y entretenido por el humo de la ley antitabaco, calificada por muchos profesionales como una chapuza hecha aprisa. Creo poco en estas medidas intervencionistas en la vida privada de las personas; y en lo que se refiere a la salud pública, quizá hubiera que proceder de una manera gradual y menos hipócrita. Claro, ¿por qué no prohíben vender tabaco y renuncian a recaudar los impuestos respectivos? Por lo que, aun estando convencido de que el tabaco daña gravemente la salud, lo que se hace notar no es tanto el espíritu de la ley, sino el humo de una estrategia política.
Menuda cortina de humo, humo intenso y maloliente, lanzada al inicio de un año que empieza con subidas de los precios de la luz, el gas, los transportes y las hipotecas, unas subidas que dañan gravemente las economías de las familias con menos ingresos. Menuda cortina de humo sobre el chalaneo infame de los estatutos independentistas, la ley mordaza a la libertad de información y expresión, las mentiras y la hipocresía sobre la fragata española que estaba en la guerra de Irak. Menuda cortina de humo y huida hacia delante sobre el pozo de muerte y mentira del 11-M que no quieren investigar; sobre las casi 500 personas víctimas del hundimiento del barrio del Carmelo, en Barcelona, que todavía no han recuperado sus casas. En fin, cortina de humo sobre las víctimas del incendio de Guadalajara, y tantas cosas más.
De modo que, este año, además de alguno de esos libros para dejar de fumar, tenemos que hacernos con alguno que nos ayude a librarnos de tanta mentira y tanta hipocresía gubernamental.
Mientras, tengo que seguir buscando razones político-prácticas para la esperanza. Y las encuentro en millones de personas que son conservadoras de muchas cosas, de todo aquello que alimenta la cultura de la vida, la justicia, la solidaridad y la paz. Pienso en millones de ciudadanos que mantienen viva la savia humanizadora de las raíces cristianas de nuestra cultura y de nuestra sociedad; que dan primacía al valor fundamental de la dignidad y de los derechos de la persona. Encuentro millones de razones político-prácticas para la esperanza en las familias que valoran el papel insustituible de la institución familiar, fundada en el matrimonio, es decir, en la unión duradera y fecunda de un hombre y una mujer; familias que no están dispuestas a renunciar al derecho fundamental de educar, informar, expresar, opinar y comunicar en libertad.
Las descubro también en la libre iniciativa de los ciudadanos en materia política, económica y cultural; en los políticos que ejercen el poder político como servicio a la comunidad y no como servilismo a intereses ideológicos y económicos; en la fuerza transformadora de una sociedad civil organizada y movilizada por el liderazgo de sus organizaciones; en los que creen en el imperio de la ley, ante la cual no hay linajes ni condiciones sociales distinguidas.
Todo esto alimenta algunas razones político-prácticas para la esperanza, que ayudan a seguir actualizando en la Historia el acontecimiento de un Dios que se hace uno de nosotros.