¿Qué puede hacer un hombre con tantísimo dinero?
Una cosa es crear riqueza usando nuestros talentos. Es un asunto de conocimiento. Otra cosa muy distinta es saber qué hacer con la riqueza que se ha creado. Allí es donde la sabiduría entra en escena.
Con el reciente regalo de 31.000 millones de dólares en acciones de su empresa a la Fundación Bill y Melinda Gates, Buffett ha demostrado tener no sólo conocimientos sino también sabiduría. La sabiduría es menos fácil de alcanzar a comprender pero es igual de importante. Mostrando una notable humildad, Buffett admite abiertamente que hay algo de lo que sabe muy poquito: la filantropía eficaz y compasiva. Sabe que no sabe y en eso demuestra sabiduría.
Es poca la gente que teniendo tanto éxito en el terreno de los negocios quiera aceptar de buen grado sus defectos en el área de la caridad. Pero Buffett reconoce que la buena filantropía es un acto del corazón, que alimenta el impulso de dar, y de la mente, que dirige la entrega.
La responsabilidad de poner 31.000 millones de dólares a buen uso recae ahora en la Fundación Bill y Melinda Gates. Esto es algo mucho más difícil de lo que la mayoría de nosotros pueda imaginar. La responsabilidad de administrar este regalo y ponerlo a trabajar ha sido transferida de Buffett a aquellos que administran la Fundación Gates y esta responsabilidad ha sido ignorada demasiadas veces por otras grandes fundaciones.
Los Gates saben lo que quieren. El objetivo de su fundación es identificar y erradicar enfermedades que pueden prevenirse, muy especialmente en los países en desarrollo. Nadie puede poner en duda la sinceridad o sencillez de esta misión. Pero es más difícil de lo que en principio podría parecer.
Tome en consideración el trabajo del gobierno de Estados Unidos en la lucha contra la malaria en África, enfermedad que acaba con la vida de 800.000 niños cada año. Según el New York Times, "la principal agencia de ayuda de Estados Unidos admitió el año pasado ante senadores enfurecidos que gastó más en carísimos asesores que en material para salvar vidas". En la lucha norteamericana contra la malaria en países pobres, durante 2004, "sólo el 1% del presupuesto de la agencia se dedicó a medicinas, el 1% a insecticidas y el 6% en redes antimosquitos".
Queda claro cómo las agencias gubernamentales se convierten fácilmente en abotargadas burocracias que están más preocupadas en estudios y sueldos que en resolver en verdad los problemas. En algún momento, esta agencia perdió el norte de su misión y el motivo de su existencia. Al final de todo, ¿cuántas vidas se salvaron?
Lógicamente, esta tendencia no está limitada a las agencias gubernamentales. La pérdida del objetivo de la misión también le ocurre a las grandes fundaciones. Aquellos que pasan algo de tiempo con directivos de grandes fundaciones se saben historias sobre vinos de 500 dólares, recargadas oficinas, carísimos viajes y despilfarro. Aquellos que han puesto su dinero en estas fundaciones se revolverían en su tumba si supieran cómo estaban gastando su dinero.
Pero el despilfarro no es el único peligro. Muchas fundaciones que, al principio, comenzaron con buenas intenciones, se fueron alejando del propósito que sus benefactores tenían en mente cuando las fundaron. Cosa extraña, esa deriva casi siempre acaba en la izquierda del espectro político y económico. Las fundaciones inicialmente provistas de fondos por los fabricantes de coches, protestan hoy en día contra el motor de combustión interna y contra sus fabricantes, en algunos casos con la fundación compartiendo el nombre de la compañía.
Los Gates se enfrentan a diversos desafíos repartiendo su riqueza y la de Buffett. Se espera que lo hagan sabiamente y con conocimiento de causa. Que escojan una misión y se mantengan fieles a ella. Que escuchen las voces de aquellos a los que están tratando de ayudar y que entablen relaciones con ellos en lugar de convertirse sólo en una fuente más de alimentar la corrupción en países pobres. Que consideren todas las soluciones posibles a los problemas que buscan solucionar, no simplemente los que sean políticamente correctos.
La caridad bien entendida es algo más que repartir dinero. Rehabilita pero no abruma. Edifica pero no domina. Trata a los beneficiarios como iguales en dignidad y honorabilidad. Se toma en serio la imagen de Dios plasmada en el rostro de aquellos a los que quieren ayudar. Se aplica para incrementar la independencia y no para fomentar una dependencia recurrente.
Buffett ha hecho algo extraordinario. Recemos y esperemos que los Gates también lo logren.
El reverendo Gerald Zandstra, pastor de la Iglesia Cristiana Reformada de Norteamérica, es miembro especialista del Instituto Acton.
* Traducción por Miryam Lindberg del artículo original.