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ABORTO

¿A ti te escandaliza Calvin Klein?

Skándalon, de donde viene nuestra palabra escándalo, era originariamente un obstáculo o trampa que se ponía en el camino al enemigo para entorpecer su avance o incluso detenerlo. De ahí pasó a significar, en el griego bíblico, aquello que hace caer en el pecado a alguien, lo que es, en este sentido, una piedra de tropiezo en el camino de la vida. Y el que escandaliza es el que hace caer o es ocasión de pecado para otro.

Skándalon, de donde viene nuestra palabra escándalo, era originariamente un obstáculo o trampa que se ponía en el camino al enemigo para entorpecer su avance o incluso detenerlo. De ahí pasó a significar, en el griego bíblico, aquello que hace caer en el pecado a alguien, lo que es, en este sentido, una piedra de tropiezo en el camino de la vida. Y el que escandaliza es el que hace caer o es ocasión de pecado para otro.

Este significado se encuentra casi diluido socialmente. Un escándalo es normalmente lo llamativo, lo que puede causar cierta alarma, algo ruidoso o que rompe el decorado social. Cuando hay algún famosete de por medio, entonces, más que tener una connotación negativa, es, para algunos, ocasión de lucro, pues venderán más revistas, y, para otros, de cotilleo.

Leía hace unos días que un anuncio de Calvin Klein de enormes dimensiones, en Nueva York, había ocasionado un cierto escándalo. En él, se ve a tres chicos y una chica, todos con el torso descubierto –también con cara de imbéciles, todo sea dicho de paso– y posturas y gestos de tono altamente erótico, por no decir sexual. De este tipo de cosas, hemos visto y oído muchas y siempre se produce un fenómeno parecido. Tras la provocación viene una reacción de sentirse escandalizado, a la que sigue una nueva provocación que da un paso más en la misma línea y los aspavientos subsiguientes van siendo cada vez menores.

Los ya lejanos estrenos de la Salomé de Oscar Wilde y de la magnífica ópera en ella inspirada de Richard Strauss causaron, en su momento, su correspondiente escándalo; hoy se ven con toda tranquilidad, aunque siempre puede haber algún director de escena que quiera entrar en el fácil juego de la provocación. Pues no son pocos los artistillas y culturetas que, además de sentirse creadores imitando a algunos de los grandes sólo en el escándalo, hacen de la provocación su modus vivendi a falta de mayores méritos. Es decir, que el escándalo es, en realidad, para muchos, un negocio y a veces muy sustancioso. Además de las subvenciones, acaso esta sea la mayor fuente de ingresos del escuálido, en cuanto arte, cine español. Lo que quiere decir que los escandalizados, los que gritan, patalean y alzan el tono de voz, fácilmente se convierten en colaboradores necesarios del negocio.

Es más, pueden ser hasta facilitadores de la aceptación social de aquello sobre lo que se escandalizan. Con frecuencia, tras los aspavientos iniciales, no viene nada. Bueno, sí, la admisión social. Y es que, con frecuencia, la provocación lo que hace es mostrar la imagen de algo sobre cuyos supuestos ya se está, pero que de momento no se quiere ver, aunque sea algo bastante patente. En esto, los provocadores de oficio no se exceden, nunca van más allá de lo que ya está admitido, pero no reconocido. Por ello, tras el susto inicial, no pocas veces con un cierto toque de sobreactuación, no hay una adecuada acción de rechazo. Al contrario, hay un qué-le-vamos-a-hacer. Y sí que lo hay, seguir la corriente social. El escandalizado paga al provocador el favor recibido; porque le ha hecho sentirse bueno al haberle dado la ocasión de llevarse las manos a la cabeza y, acallada así su conciencia, poderse hasta sentir víctima arrastrada por la torrentera social. Agradecido, como no podía ser menos, abona el producto atrayendo a los curiosos y rompiendo lo que quedara de tabú social. Al final, en este tipo de escandalizados, todo se queda en fuegos de artificio.

¿Entonces no hay que hacer nada? Desde luego, lo que no hay que hacer es escandalizarse de tan banal e hipócrita manera. Hay que darse por enterados de lo que pasa en la sociedad, pero no para quedarse quietos o hacer como que se hace, sino para actuar de verdad y de manera inteligente. Son muchas las lacras sociales que sufrimos y, casi todas, han venido precedidas, para su puesta social de largo, del correspondiente escándalo. Cuando vi Juno, inmediatamente sentí que algo debía de haber cambiado en Estados Unidos. Efectivamente, tras persistente esfuerzo de décadas del movimiento pro-vida, por primera vez los pro-aborto están en minoría en ese país. Las cosas pueden cambiar, pero hay que vivir de verdad desde otros valores y actuar. Otra cosa es ser una genuina piedra de escándalo.

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