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BENEDICTO XVI

A los que no están de fiesta

Quince días después de la elección de Benedicto XVI, su figura ha sido reivindicada por los judíos (frente a las acusaciones de simpatías juveniles con el nazismo, han reconocido que siempre fue un amigo de Israel), por los ortodoxos (han ensalzado su defensa de la gran Tradición de los Padres y han puesto esperanzas en su compromiso ecuménico), por los protestantes (que no olvidan su impulso a la Declaración luterano-católica sobre la Doctrina de la Justificación) e incluso por los “laicos” (el último de ellos, el Presidente del Senado italiano, Marcelo Pera, expresaba en una entrevista su admiración ante la apertura de espíritu y la capacidad de diálogo del nuevo Papa).

Quince días después de la elección de Benedicto XVI, su figura ha sido reivindicada por los judíos (frente a las acusaciones de simpatías juveniles con el nazismo, han reconocido que siempre fue un amigo de Israel), por los ortodoxos (han ensalzado su defensa de la gran Tradición de los Padres y han puesto esperanzas en su compromiso ecuménico), por los protestantes (que no olvidan su impulso a la Declaración luterano-católica sobre la Doctrina de la Justificación) e incluso por los “laicos” (el último de ellos, el Presidente del Senado italiano, Marcelo Pera, expresaba en una entrevista su admiración ante la apertura de espíritu y la capacidad de diálogo del nuevo Papa).
Benedicto XVI con algunos cardenales latinoamericanos
No es que todo vaya a ser un camino de rosas para Benedicto XVI, desde luego, pero algunas cosas se van poniendo en su sitio.
 
Ahora es preciso echar un vistazo al interior de la gran familia eclesial. La inmensa mayoría del pueblo de Dios (ese que algunos invocan cada día y del que se autoproclaman portavoces aunque estén tan alejados de su sentido de fe) ha recibido al nuevo Papa con alegría sincera y sin reservas: saben que ha sido un hombre clave durante el pontificado de Juan Pablo II el grande; intuyen que su trabajo sacrificado ha defendido precisamente la fe de los sencillos, y descubren que las críticas vienen siempre del mismo frente (el mismo que les acosa culturalmente a ellos cada día) y se parecen sospechosamente a las que repitieron hasta la saciedad contra el Papa Wojtyla. Por otra parte, quienes son más conscientes del momento histórico desean un pastor que sea por fuerte en la fe, pero al mismo tiempo lúcido para examinar la coyuntura, capaz de sostener a los que flaquean y de tejer diálogos con los ajenos... Y Benedicto XVI cuadra muy bien con esas aspiraciones, porque él sabe que conservar la fe implica siempre encarnarla en un contexto histórico nuevo.
 
Pero esto no significa que no exista una hostilidad manifiesta en algunos círculos teológicos y pastorales (los que se identifican con las proclamas de Hans Küng), así como un oscuro y espeso recelo que se extiende como hidra más o menos silenciosa (lo será cada vez menos con el paso de las semanas) en ciertos tejidos del cuerpo eclesial; minoritarios, sí, pero con una influencia educativa desproporcionada, debido a los instrumentos que tienen en sus manos, y al protagonismo que los grandes medios les conceden. En este magma del rechazo interno conviven situaciones bien dispares: dramas personales, frustraciones pastorales, desvaríos ideológicos, pero también una sincera oposición a lo que se entiende como encastillamiento de la Iglesia, incapacidad para hablar al hombre de hoy, retorno a esquemas de un tiempo que no volverá. Sea como sea, siento que hay demasiada gente buena que no participa de la fiesta de la Iglesia en estos días, que cede a los cantos de sirena de embaucadores que no aman a este pueblo ni lo que porta consigo como luz para el mundo, que son prisioneros de esquemas que se pegan como el salitre, pero que no ayudan en nada a conseguir un nuevo impulso para el Evangelio de Jesús en este siglo XXI.
 
Seguramente la lectura de alguno de los libros, artículos y entrevistas de quien fuera Joseph Ratzinger, ayudaría a más de uno a limpiar de telarañas sus ojos, pero también sé que con frecuencia no basta una lectura para deshacer un prejuicio. En estos días muchos se han aprestado a decirle al Pontífice, “¿qué hay de lo mío?”, en algunos casos con una petulancia que causa sonrojo, pero también a veces con innegable buena intención. Yo me pregunto: ¿no podrían aparcar el mohoso canon de las críticas (son las mismas desde la segunda parte del pontificado del Papa Montini), dejar a un lado su particular pliego de condiciones, y colocarse humildemente dentro de la Iglesia que es (no la de sus ensueños), para escuchar la voluntad del Señor y dejarse guiar por ella? A fin de cuentas, no es extraño que Llamazares piense que el Espíritu Santo se ha equivocado, pero hasta un ateo inteligente como el filósofo Gustavo Bueno, entiende que un católico no puede pensar que el Espíritu Santo se equivoca siempre, si no es porque ha perdido la sindéresis. No me dirijo a los profesionales de la barricada eclesial, tan amargos y cansinos después de cuarenta años de estéril pugna, sino a quienes abrigan sospechas con sinceridad. A estos sí podemos pedirles, sencillamente, que practiquen el ejercicio de zambullirse sin miedo en el gran cauce de la Iglesia, que miren a diestro y siniestro sin prejuicios, y que arrimen el hombro en esta gran tarea de rescatar a los hombres de hoy de los muchos desiertos que atraviesan, para llevarles a la amistad con Cristo, que establece la verdadera vida, la paz y la alegría de vivir juntos. Que concurran en buena hora junto a los demás miembros de este cuerpo, en el que debemos sobrellevarnos los unos a los otros, porque a fin de cuentas es el Señor quien nos lleva a todos. Y bienvenidos sean los profetas, los que recuerdan a la Iglesia (y dentro de ella a sus pastores) cuál es la fuente viva que está en su origen, especialmente cuando se apega demasiado a las opiniones del ambiente y a los poderes del mundo. Estoy seguro de que esos profetas, incluso cuando resulten incómodos, serán siempre acogidos con corazón de padre por el Papa Benedicto XVI, el nuevo Pedro que el Señor ha señalado para conducir su barca en esta hora.
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