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CANDIDATOS A LA PRESIDENCIA DEL GOBIERNO

¡Zapatero tiene principios!

En respuesta a la directa acusación que Mariano Rajoy le lanzó acerca de su falta de convicciones y principios políticos, Zapatero le ha respondido con un “catecismo” articulado y por entregas para así demostrarle que tiene de ambos. No discutiré aquí tales valores. Lo que si diré es que son de todo menos políticos.

Para empezar, no sé qué pinta en una campaña electoral una declaración de principios formulada por un candidato (en este caso, socialista), aspirante a presidir un Gobierno de la Nación, y que contiene máximas de orden moral, como son “no matar, no mentir y no robar”, ofrecidas a la parroquia con piadoso fervor. ¿Será ésta una muestra expresiva de la “virtud de izquierda republicana” que tanto luce? Aunque, en verdad, lo que no entiendo en absoluto es qué hace este caballero andante en estos trajines que le vienen más grandes que sus trajes y en los que parece estar más que fuera de lugar, fuera de órbita. A este señor no se le caen los anillos por proclamar en público tremendas sandeces y despropósitos, mientras cree ser el master and commander de una nave (su propio partido) que ni controla ni logra enderezar y con la que pretender atracar —quiero decir, arrimarse o arribar— a puerto (o sea, la Nación), y todo ello, a fin de cuentas, para no gobernar ni dejar gobernar.
 
Tras este montaje subsiste un enorme error, una broma pesada, se diría, si no habláramos de la seguridad, la libertad y el bienestar de los españoles. Es esta la tragicomedia de una gran ambición personal y de un “proyecto político” que empezó mal y no ha llegado a corregirse. Con los apoyos de la secta de los “balbases” y del clan de Maragall llegó Zapatero a la secretaría general del PSOE, por lo que tuvo que pagar riguroso peaje, por ejemplo, en las elecciones autonómicas de Madrid y luego en las de Cataluña. Poderosos grupos mediáticos sostienen, no obstante, desde el primer momento el artificio, junto —y esto es lo más preocupante— a una disciplinada base electoral que no baja del treinta y pico por ciento de los votos nacionales, manteniéndose así atado a unas siglas, pase lo que pase y a pesar de todo. Con semejante sostén ya puede uno dar volteretas y hacerse el ingenioso, estando seguro de que siempre le reirán sus ocurrencias y le perdonarán los silencios que tanto le delatan.
 
Cuesta tomarse en serio que al programa electoral del partido en el Gobierno el jefe de la oposición le replique con una profesión de fe que en cualquier caso puede dirigir una vida personal, pero nunca un país. Zapatero promete, si es elegido, no matar, no mentir y no robar, ser simpático, comunicativo, así como que el nuevo estatus alcanzado no le cambiará como persona. Pero, yo pregunto: todo esto, ¿a quién le importa? Con estas referencias, el candidato socialista, más que proponerse como Presidente del Gobierno, da la impresión de darse a conocer en una sección de Contactos. Grave confusión y jugada imprudente. No sólo porque sus divinas palabras no se compadezcan con los feroces hechos de la experiencia socialista pasada, reveladora de un período desolador, sino por la sencilla razón de que semejante alegato resulta irrelevante y aun inconveniente en un debate político. ¿Es sobre este ser o no ser a escala privada para lo que tanto exige debatir públicamente con el candidato popular?
 
Efectivamente la farsa de renovación socialista (por la base) comenzó con un burdo mensaje fundamentado en el emperifollado personal de un líder y en la descalificación del adversario político hasta hacer de él un enemigo a destruir. Esta labor cosmética fue denominada oposición “tranquila”, “bonita” y otras cursilerías con la que se vistió a un joven majo, afecto a los pantalones vaqueros, que iba de blandito, sobrado de virtudes, un fresco que se mezcla con la gente y tiene conciencia social. Odia la guerra y la explotación, y su sueño es que todos los españoles tengan empleo fijo (que sean, en suma, funcionarios) y piso propio (no se ha enterado de que la mayoría ya son propietarios). Y para ello debe llegar a La Moncloa. ¿Su programa político? Muy simple: debe confiarse en él. El guión es repetitivo: todo lo que hace el Gobierno esta mal; él lo haría mejor. ¿Cómo? Votadme, viene a decir, y veréis lo que es bueno. ¿Por qué fiarse? Porque él nunca miente, roba ni mata. No como otros.
 
Llegados a este punto, la presunta candidez e inocencia de esta maniobra quedan en evidencia, revelando su cruda peligrosidad. Es en estas derivaciones donde se hace patente con especial gravedad, además de la caradura, la severa malaventura que acarrea el airear la ética en el campo de la política. Si los principios de Zapatero, del PSOE y de la Izquierda, se acogen y amparan en el “no matar, no mentir y no robar”, y en no hablar sobre terrorismo, con ello quiere sugerirse que el Partido Popular y la Derecha, sus contrarios, sí matan, sí mienten, sí roban, sí se solazan con el terrorismo. Mejor dicho: no se insinúa de esta forma que éstos sean unos asesinos, mentirosos y ladrones, filo-terroristas, además de violadores, malversadores, tramadores, especuladores, explotadores, gente sin entrañas y sin moral. Es que se asevera sin matices. Y todavía más: crispan, se hacen las víctimas y demonizan al adversario…
 
Este peligrosísimo discurso, esta obscena exhibición de la ética como sustituto de la política, lanzado como pretexto y asidero básico con los que reconstruir un partido maltrecho, lavarse la conciencia desgraciada, desalojar al partido en el Gobierno y llegar al Poder a toda prisa, se ha esgrimido demasiado tiempo, y no anuncia señales de abandono. Todo lo contrario. Crece y se multiplica porque, por lo visto, funciona. Los poderosos medios y grupos de presión que le sirven de pantalla mantienen la función a toda página (véase si no el impúdico biopic de El País Semanal dedicado al “El socialista tranquilo” y familia). Y asimismo una abultada masa electoral, que oscila entre el 35 y 37 por ciento, se apresta a dar su voto a los socialistas, no importa quienes sean ni lo que hagan; aunque mejor si son graciosos, no matan, no mienten y no roban. No como otros.
 
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