El profesor, que dice ser liberal, ha elaborado una detallada lista de 25 medidas para combatir los cuatro problemas básicos que aquejan a Europa: 1) sistema financiero, 2) deuda y déficit públicos, 3) falta de crecimiento y 4) el posible divorcio de Grecia. Sin embargo, curiosamente, algunas de sus ideas en poco o nada se diferencian de las defendidas por los socialdemócratas y socialistas europeos, con lo que, en realidad, lejos de contribuir a la salida de la presente, su materialización sentaría las bases de una crisis similar en el futuro.
A continuación analizaremos algunas de estas propuestas.
Sistema financiero
"El sistema financiero europeo debe ser auténticamente europeo: con un Banco Central Europeo y una moneda europea no es suficiente. Es necesaria una regulación común, un fondo de garantía común, un supervisor común y un recapitalizador común", defiende Sala i Martín. En concreto, aboga por crear una institución supervisora europea permanente que sustituya al "desacreditado" Banco de España en las tareas de supervisión.
Vaya, curiosa propuesta, como si la mera creación de un nuevo órgano burocrático de ámbito comunitario fuera suficiente para corregir los problemas estructurales derivados de la regulación y la supervisión bancarias, en manos del Estado. Una simple transferencia de competencias no cambiará absolutamente nada. Ni el BCE ni la autoridad bancaria europea (EBA) podrían garantizar que no se produjese una crisis similar en el futuro. No en vano fue la política monetaria de Trichet lo que sentó las bases de la burbuja inmobiliaria en España, mientras que los famosos stress test aplicados a las grandes entidades europeas acabaron resultando un absoluto fiasco pese a la supervisión comunitaria.
Sala i Martín parece, pues, ignorar la raíz de las crisis financieras: la expansión del crédito bancario sin necesidad de respaldo real (ahorro), resultado de la reserva fraccionaria; la laxa política monetaria que propiciaron el BCE y la FED, manteniendo los tipos de interés muy bajos durante excesivo tiempo, origen de la burbuja inmobiliaria en EEUU, Irlanda o España; el descalce de plazos estructural que padece el sistema financiero internacional, que lo aboca a un riesgo constante de insolvencia. Ninguno de estos tres problemas ha sido ni será corregido por las autoridades monetarias y reguladoras, sean éstas españolas, europeas o estadounidenses.
Por otro lado, el economista defiende crear un Fondo de Rescate Europeo para los bancos, así como un Fondo de Garantía de Depósitos comunitario. ¿Y? ¿Es que acaso existe alguna diferencia entre la socialización de pérdidas a escala nacional y la socialización de pérdidas a escala internacional? La inmoralidad y la ineficacia son idénticas en uno y otro caso. Sin embargo, el rescate privado de la banca, sin necesidad de que el sufrido contribuyente aporte un solo euro, no es una opción –o al menos una aspiración realista y defendible– para el catalán. Me refiero, por supuesto, a la posibilidad de transformar deuda bancaria en acciones; a obligar a los acreedores de las entidades insolventes a convertirse en los nuevos propietarios de las mismas, con las consiguientes pérdidas para los actuales accionistas (bail-in frente a bail-out).
En cuanto al Fondo de Garantía Europeo, Sala i Martín parece ignorar la diferencia esencial entre un depósito (préstamo del cliente al banco) y una cuenta corriente a la vista, que, en la práctica, también supone hoy en día un préstamo al banco gracias a la reserva fraccionaria, lo cual es claramente ilegal (el cliente debería pagar si lo que quiere es que el banco guarde su dinero sin usarlo para conceder créditos). La corrección jurídica de este último punto haría innecesario garantizar los depósitos, ya que éstos no serían prestados –el banco se haría cargo de la guarda y custodia de ellos–.
También propone introducir un impuesto sobre la deuda bancaria para penalizar a las entidades más apalancadas y desincentivar los endeudamientos excesivos. Nuevamente, Sala i Martín se centra en combatir los efectos y no la causa, que no es otra que el descalce de plazos: las entidades se endeudan a corto y prestan a largo, cayendo así en una iliquidez permanente que hace imprescindible contar con un prestamista de última instancia, el banco central.
Deuda pública y déficit
En este ámbito, Sala i Martín defiende la unión fiscal europea y la creación de eurobonos (deuda común europea); incluso que el BCE compre directamente deuda periférica para reducir la prima de riesgo de los países en problemas. ¡Grave error! La unión fiscal significa, ni más ni menos, que homogeneizar la presión tributaria en toda Europa; es decir, que el reducido Impuesto de Sociedades irlandés sea como el que padecen las empresas alemanas y francesas, o que el IVA español se equipare al portugués –más alto–. Se habla de unión fiscal cuando, en realidad, se trata de subir aún más los impuestos que soportan los europeos, y ello sin contar que tal monstruosidad borraría de un plumazo la sana competencia tributaria en el Viejo Continente.
En tal caso, y puesto que Sala i Martin apuesta por un superestado supranacional, el voto con los pies de los contribuyentes se traduciría no en la emigración a otro país comunitario, sino a otro continente.
En cuanto a los eurobonos, esa aberración jurídica que tan denodadamente defienden ahora Francia, España, Italia o Portugal (los díscolos de la UE), supondrían trasponer el nefasto sistema de financiación autonómica a la UE. Sobran los comentarios al respecto, se resumen en una frase: que paguen los contribuyentes del norte los excesos cometidos por los países del sur. Por lo que hace a que el BCE compre deuda al estilo de la FED, en última instancia socavaría al propio euro, ya que el balance del emisor se llenaría de activos tóxicos (deuda periférica). Además, el hecho de que la prima de riesgo esté alta es bueno para los países en problemas, ya que obliga a sus políticos a hacer reformas y ajustes para corregir sus deterioradas finanzas.
Sala i Martín propone posponer los objetivos de déficit público uno o dos años, tal y como defienden Rubalcaba, Cayo Lara y Rajoy, muy liberales todos ellos. Olvida el economista que retrasar el imperioso ajuste fiscal implica dificultar la recuperación económica. Los países bálticos recortaron de forma drástica el gasto público en 2008 y 2009; hoy son los únicos países europeos que crecen.
Crecimiento
Para fomentar el crecimiento, Sala i Martín defiende aplicar reformas estructurales –nada que objetar–, pero asimismo apuesta por reducir aún más los tipos de interés en la Zona Euro (del 1 al 0,25%), que Alemania y los países del centro sufran una inflación alta para así fomentar las exportaciones de la periferia y que el Banco Europeo de Inversiones financie, con dinero público, más infraestructuras en los países problemáticos. Medidas todas ellas propias del monetarismo más obsoleto y del keynesianismo más contraproducente. En primer lugar, bajar tipos no ha solventado ni solventará nada; de hecho, desincentiva el desapalancamiento de los agentes y retrasa la recuperación. En segundo lugar, la clave no es crear inflación artificial en el centro, sino liquidar las malas inversiones, fomentar el ahorro y flexibilizar las economías del sur para cambiar sus estructuras productivas y volver a generar riqueza cuanto antes. El problema, señor Martín, no es de demanda sino de oferta.
Grecia
Por último, el economista catalán dice que el BCE y los líderes de la Eurozona deben garantizar que por la puerta del euro solo salga Grecia, y hacer todo lo posible para evitar "ataques especulativos" contra España, Portugal e Italia. Es decir, la Eurozona debe "garantizar" que pondrá el dinero que sea necesario.
Una vez más, discrepo. Mucho me temo que, si no hace los deberes, España, tarde o temprano, también saldrá. No hay posibilidad de evitar tal salida, que, por otro lado, es una decisión unilateral de cada país, ya que no existen mecanismos de expulsión. Y ello con independencia de que se ponga ahora más o menos dinero.
Para terminar, una nota al pie: los mercados no "atacan", se defienden, señor Martín. Su exposición de 25 puntos la firmaría cualquier socialdemócrata europeo, lo cual me hace pensar que su supuesto liberalismo es mucho más endeble de lo que pensaba. Toda una desilusión.
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