
El de las molestias producidas por el humo del tabaco no es sino un asunto relacionado con la propiedad privada, y ha de ser el propietario del despacho, centro de trabajo, bar o restaurante de turno quien decida qué hacer. A menos que lo que se quiera sea que un grupo de gente pueda utilizar los poderes coercitivos del Estado para, en nombre de la salud o bajo cualquier otra excusa, imponer a los demás sus preferencias.
Los fanáticos anti-tabaco no son los únicos con querencia por la tiranía. También están, por ejemplo, los que pretenden controlar lo que comemos, que se han visto alentados por los éxitos conseguidos por los primeros.
El campeón de los torquemadas de la alimentación es el Center for Science in the Public Interest (CSPI), con sede en Washington DC, que aboga por cargar de impuestos a los alimentos que estima carecen de calor nutritivo y, ya puestos, a los equipos de vídeo y televisión (una tasa del 5%), a los vehículos nuevos (65 dólares) y al consumo de combustible (un centavo por galón)...
¿Y eso? Bueno, es que los del CSPI consideran que ver la televisión y conducir son actividades que contribuyen a que la gente se convierta en obesa. Mejor darse una buena caminata. Y de la misma manera que las tabacaleras han sido consideradas responsables de que la gente fume, los fabricantes de televisiones y automóviles son responsables de que la gente adopte costumbres sedentarias. Como no podía ser menos, el sector de la hostelería es asimismo culpable de que en América haya obesos.

Cometería usted un error si pensara que, de salir adelante, el Proyecto 282 no rebasaría los límites de Mississippi. Claro que lo haría, y además se expandiría, porque resulta que la mayoría de los obesos hacen la mayoría de sus comidas en casa. Por tanto, los torquemadas de la alimentación no se darían por satisfechos con las restricciones a los restaurantes, de la misma manera que los fanáticos anti-tabaco no se dieron por satisfechos con las advertencias impresas en los paquetes de cigarrillos. Presionarían para que se restringiera la venta de comida en los supermercados, y como a los obesos pudiera ocurrírseles mandar a personas delgadas a que les hicieran la compra, no tardarían en surgir voces que demandasen la puesta en marcha de operativos policiales para multar o detener a quien se le ocurriera facilitar a los obesos alimentos con alto contenido calórico.
Los torquemadas de la alimentación tienen un amigo en el profesor Kelly D. Brownell, director del Centro para los Desórdenes Alimenticios de la Universidad de Yale, que cree que los americanos comen demasiadas hamburguesas y patatas fritas. El profesor Brownell, que es obeso, quiere que el Gobierno grave los alimentos grasos y de bajo valor nutritivo y que utilice parte del dinero así recaudado en construir carriles-bici y rutas de senderismo. Imagínese que a la gente no le diera por darle al pedal o patearse los senderos de marras: me apuesto con usted lo que quiera a que Brownell y compañía reclamarían entonces la implantación de una ley que forzara al personal a hacer ejercicio.
La mayoría de los males que en este mundo son tienen su origen en tal o cual medida destinada a promover tal o cual bien. Los americanos que se apartan del Estado de Derecho y del Gobierno constitucional están siguiendo los pasos de todos aquellos que, en otros lugares, un buen día descubrieron que se habían quedado sin libertades... y que les era prácticamente imposible recuperarlas.
Pero ¿a quién le importa todo esto? Seguro que usted ni está gordo ni fuma. Así que, ¿por qué habría de preocuparse?