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EDUCACIÓN

Universidades a la boloñesa

Por vías inesperadas, la enseñanza de Economía y de Dirección de Empresas va a experimentar un cambio muy profundo en nuestro país. El intento de la Unión Europea de regimentar y unificar la enseñanza superior en los países miembro puede tener el efecto contrario de hacer que las universidades españolas empiecen a diferenciarse claramente unas de otras por su calidad y sus servicios.

Por vías inesperadas, la enseñanza de Economía y de Dirección de Empresas va a experimentar un cambio muy profundo en nuestro país. El intento de la Unión Europea de regimentar y unificar la enseñanza superior en los países miembro puede tener el efecto contrario de hacer que las universidades españolas empiecen a diferenciarse claramente unas de otras por su calidad y sus servicios.
Una verdadera revolución es lo que ha traído consigo lo que en la jerga administrativa de la UE se ha venido en denominar "proceso de Bolonia". ¡Estad atentos, oh profesores y gestores universitarios, padres de familias cada vez menos numerosas, estudiantes jóvenes o talludos que giráis alrededor de las facultades color salmón! Las universidades españolas van a empezar a competir de verdad.
 
En Bolonia y en 1988 se dio el primer paso hacia "un nuevo sistema universitario unificado" para Europa, con la firma de un documento titulado, con alguna grandilocuencia, "Magna Charta Universitatum". Diez años más tarde tuvo lugar, en la Sorbona de París, una reunión de ministros de Educación de la UE para "promover la convergencia de los sistemas nacionales de educación superior". Lo que pretendían era ponerse de acuerdo para emprender una normalización de contenidos y títulos de las enseñanzas universitarias que fomentara "la movilidad y empleabilidad", a lo largo y ancho de nuestro continente, de los europeos con estudios superiores.
 
Finalmente, el 19 de junio de 1999 los ministros de la UE (también, curiosamente, el de Suiza) firmaron una declaración conjunta en la muy antigua ciudad universitaria italiana de Bolonia. En ella, cómo no, se proclamó la necesidad de mejorar la "competitividad" del sistema universitario europeo. ¿Frente a quién? ¿Cuál es el fantasma innombrable que recorre las aulas universitarias europeas? Pues el de la universidad americana, donde se ha concentrado lo más avanzado de la cultura occidental.
 
Es esta palabreja, "competitividad", el abracadabra de los burócratas modernos, que buscan mejorar los procesos productivos del Viejo Continente tirando de medidas administrativas y embridando la competencia. En este caso se busca la "creación de un espacio europeo de enseñanza superior"; es decir, quieren ponerse de acuerdo para imitar lo más centralizadamente posible el sistema universitario de EEUU, cuando éste es resultado de la libre competencia no regulada entre instituciones del más diverso tipo.
 
Uno de los recintos que albergan la Universidad de Harvard.En EEUU abundan las más variadas instituciones de enseñanza superior: públicas y privadas, sostenidas por fundaciones o con ánimo de lucro; de alta calidad, más bien corrientes e incluso deficientes. Sus títulos no están regulados por la Administración central, sino que se han ido normalizando espontáneamente. Ninguna autoridad ha pretendido intentar que todas las universidades tuvieran una calidad y una consideración uniformes, con planes de estudio normalizados y títulos oficialmente válidos. Ha sido la propia sociedad la que ha creado clasificaciones que informan a estudiantes y profesores cuando han de elegir centro. Un resultado bien conocido es la preeminencia en los premios Nobel de los científicos que viven y enseñan en EEUU. En 2006, todos los Nobel han ido a parar a EEUU, salvo el de la Paz y el de Literatura.
 
En vista de ello, los europeos hemos decidido dividir nuestras carreras universitarias en dos tramos: "grado" y "postgrado". Ambos desembocan en unos títulos oficiales: el grado, tras tres o cuatro años de estudio, en una licenciatura; el postgrado, tras uno o dos años, en un máster o, eventualmente, un doctorado. Las enseñanzas dejarán de basarse en lecciones magistrales, pues se buscará la evaluación continua de los estudiantes por medio de seminarios y talleres. Los títulos sumarán un número determinado de créditos del sistema europeo de acreditación (ECTS). Así, los titulados de un país europeo podrán hacer valer su título oficial en cualquier otro de la Unión. ¡Media vuelta, ar!
 
No sé qué efecto tendrá este nuevo orden de cosas en otras facultades distintas de la mía, pero sí intuyo algo de lo que va a ocurrir en las enseñanzas de Economía, Empresa, Derecho Mercantil, Derecho Fiscal... La drástica caída del número de alumnos por razones demográficas, junto con la posibilidad de cursar el máster en una universidad distinta de la del grado, ha desatado una durísima competencia, que pone en peligro la viabilidad de muchos programas de postgrado en universidades públicas y privadas.
 
Es sabido que los únicos centros de enseñanza españoles que figuran en los primeros puestos de los rankings mundiales son los que imparten enseñanzas no reguladas de ciencias empresariales. Pues bien, o ya están integrados en una universidad oficial privada, como el IESE (Navarra), o acaban de comprarlas, como han hecho Esade y el Instituto de Empresa. Sus títulos de máster van a ser oficiales. ¿Se barruntan ustedes adónde van a ir los buenos licenciados de grado de Económicas, Empresariales, Derecho, a cursar el postgrado si tienen buenas notas y encuentran financiación?
 
Lamentablemente, las facultades de Ciencias Sociales de las universidades públicas están mostrándose incapaces de reaccionar. Y no porque no cuenten con buenos profesores, sino porque su rígido sistema de gobierno las tiene paralizadas. La serpiente y el pajarito.
 
 
© AIPE
 
PEDRO SCHWARTZ, profesor de la Universidad San Pablo CEU y académico asociado del Cato Institute.
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