El caso es que lo que empieza mal, mantiene toda la traza de conducirse peor y de acabar de cualquier forma. En el principio fue la acción directa: el PSOE accede al Gobierno de la Nación por la puerta falsa. Sin que ni ellos mismos se lo esperasen siquiera, y, desde luego, sin haberlo merecido como consecuencia de sus propios méritos. Y, lo que aún resulta más inquietante, sin una perspectiva de programa político que genere confianza, estabilidad y seguridad. Su tiempo de oposición ha sido iracundo y marrullero, desleal y guerrillero. Y sólo merced a un “golpe de suerte” seguido de un “golpe de mano” ha podido llegar a La Moncloa. El primer golpe fue, obviamente, el 11-M y el segundo, las jornadas previas al 14-M. La sombra de la tragedia y de la infamia que ha posibilitado semejante portento no se va a desvanecer durante toda la Legislatura, porque toda el agua del océano no podrá limpiar esta fechoría política…
Y por si esto fuera poco, Zapatero y los socialistas llegan al Gobierno por medio de una triple estrategia de oposición que parece que no va a modificarse ahora: tratar de ganarse la simpatía y el favor de la gente utilizando una falaz combinación de mentira y lisonja; pretender la connivencia y complicidad del resto de partidos políticos, sindicatos y agrupaciones de actividades diversas, tanto a nivel nacional como internacional, prometiéndoles el oro y el moro; y, por último, afianzarse como referente político a expensas de la pervivencia del PP, es decir, promocionando su exclusión política junto a la satanización ideológica y práctica de la derecha social.
Ahora, en el momento en que Zapatero, Rubalcaba y el resto de la Secta asumen responsabilidades gubernamentales, veremos en qué se concreta esa demagógica e insensata pedagogía (modelo LOGSE) desarrollada durante el periodo de oposición, consistente en decirle al público lo que quiere escuchar, una actitud que conduce inexorablemente a deformar la realidad. Por ejemplo, con respecto a la amenaza del islamismo integrista, agresivo y expansionista que ha declarado la guerra a Occidente, sin que aquí las izquierdas y los nacionalistas se hayan dado por enterados, acaso por no sentirse ellos mismos plenamente occidentales: unos, porque odian los valores de Occidente (la libertad, la igualdad jurídica, la economía de mercado, etc.); los otros, porque Occidente (y la globalización) les viene demasiado grande y se satisfacen a sí mismos dentro de los parroquianos y estrechos márgenes de la patria chica. Luego están las famosas hipotecas y compromisos adquiridos por los socialistas con las fuerzas minoritarias, a las que asimismo se les ha garantizado, en nombre de la “España plural”, el diálogo y el consenso, cortijos, caseríos y masías, o sea, destacadas parcelas de poder, que no otra cosa significan sus sensibles demandas. De momento, la formación de las Mesas del Congreso y el Senado y la constitución de los grupos parlamentarios en ambas Cámaras ya nos han dado la dirección y el tono de la azarosa VIII Legislatura: se vulnera la norma en nombre de la “interpretación flexible” del Reglamento y se mercadea con unos y otros, menos el PP, prebendas y gabelas con el crédito que permite disfrutar de “buen talante” y de un envidiable (y endiablado) don de gentes.
He aquí, entre otras cosas, la manifestación de la burda manipulación del lenguaje político tejida por quienes empeñan sumo esfuerzo en lanzar sobre el adversario (para ellos, enemigo) esta aplicación. Incluso, intelectuales y expertos de la Secta tienen el cinismo de organizar seminarios y circunloquios en Madrid con el fin de denunciar estos usos; todo es posible mientras no falte quien pague y subvencione la Propaganda y quien esté dispuesto a consumirla. No hay de qué asombrarse. He aquí el guión básico del Nacionalismo/Socialismo tramado desde, al menos, los Protocolos de los Sabios de Sión y la Noche de los Cristales Rotos, hasta llegar a las declaraciones de Almodóvar, las excursiones del Aberri Eguna, los boletines de la Ser y los editoriales de El País: se trata, en suma, de volcar sobre el contrario los defectos y los pecados propios. Ya saben: crispar, citarse con terroristas, preparar asonadas, incumplir la ley, “ningunear” el Parlamento, manipular y mentir. O también: cuando se les afea o censura una conducta, se excusan conque eso ya lo hizo antes el PP… Que todo ello sea cierto, no importa. Para tales menesteres están los periodistas e intelectuales propensos y tendenciosos, ah, y los pusilánimes: la lista es interminable.
Los días 15 y 16 de abril se ha oficiado en el Congreso un acto de fe con el que investir Presidente del Gobierno a José Luis Rodríguez Zapatero. En estas fechas pascuales presenta su programa y su plan de acción. Bueno, ¿y qué? ¿Qué valor tienen tamaños apaños? Muy poco. En cambio, empezaríamos a entendernos si los socialistas presentaran sus excusas públicas a la ciudadanía que tanto halagan por todo lo que han armado en estos últimos años: con eso yo me conformo, sin irnos más atrás, pues juzgo prudente conservar el espíritu de la Primera Transición, tanto como recelar de las segundas partes. Después, que se dejen de talantes y mangancias y se comprometan a jugar limpio. Pues lo más inquietante de la nueva Legislatura es, con mucho, la pervivencia de esta creencia o vigencia colectiva: haga lo que haga (o no haga) el PP, le será, como ente apestado, reprobado. Ocurre que no hay cosa más vil que atacar a alguien y negarle el derecho a defenderse. Ni cosa más idiota que ante la agresión permanente, no defenderse. Hasta ahora esto ha ocurrido en el País Vasco y Cataluña. Ahora le toca a toda España.