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CIENCIA Y SALUD

Una anoréxica zulú

La noticia me ha dejado acongojado. Científicos de las universidades sudafricanas de Northumbria y Zululandia acaban de informar de que las niñas de las zonas rurales de este país empiezan a sufrir el fantasma de la anorexia. En Occidente, este trastorno de la conducta alimentaria, junto a la bulimia, afecta cada vez a un número mayor de adolescentes.

Mientras que las autoridades sanitarias han dado la alerta sobre la magnitud del problema, la dictadura de la moda sigue inculcando en nuestros jóvenes unos conceptos de la belleza y de modelos corporales que para nada se corresponde con los promedios naturales y anatómicos y, por consiguiente, difícilmente alcanzables por la mayoría de la población. El espejo en el que se miran muchas niñas y adolescentes no es otro que el de las pasarelas de moda que, dicho sea de paso, llegan a ocupar a diario algún espacio en los informativos. La belleza es sinónimo de éxito; la fealdad e incluso la normalidad, de fracaso o mediocridad. Los medios de comunicación abonan machaconamente estos conceptos de por sí perversos y enfermizos. Ante los ojos de los adolescentes, las modelos y las mises, que son las primeras víctimas de la cultura de la delgadez, pueden alcanzar metas que para el resto de los mortales son solo sueños: princesas, actrices, presentadoras, empresarias, compañeras de personajes conocidos e idolatrados, etc. Belleza, fama, éxito y felicidad. La Rosa de España es la excepción.

Estos cánones de belleza, unidos a unos valores sociales vacuos y frívolos, hacen que millones de mujeres se sientan desgracias a causa de su físico y, en especial por su exceso de peso que, dicho sea de paso, puede ser real o imaginario. Como si se tratara de un virus o un prión, el concepto de delgadez se instala en los cerebros femeninos, también en los masculinos, y hace de la pérdida de peso una prioridad, el desideratum de la belleza. El contagio llega a todos los estratos sociales y edades. Informes recientes indican que la anorexia alcanza incluso a niñas de sólo 9 o 10 años. Son pocas las mujeres que no siguen un régimen alimenticio, a veces sin control médico y siguiendo dietas absurdas, peligrosas y sin base científica. Y se estima que cada primavera más de 2 millones de adolescentes españoles inician regímenes y otros procedimientos, desde ejercicio hasta la ingesta de laxantes. Otros recurren a la vía rápida, el bisturí.

De este modo, un número indeterminado de personan se ponen en situación de riesgo de caer en las redes de la anorexia, enfermedad que se caracteriza por una pérdida deliberada de peso, inducida o mantenida por el propio afectado, o de la bulimia, síndrome que se manifiesta por episodios repetidos de ingesta excesiva de alimentos y por una preocupación casi obsesiva por el control del peso corporal, lo que lleva al enfermo a adoptar medidas extremas para mitigar el aumento de peso producido por la ingesta de comida. Las causas últimas de estos trastornos alimentarios, que pueden desembocar en severas patologías e incluso en la muerte, son un enigma para los investigadores. No obstante, se sabe que existe una vulnerabilidad biológica predisponente que afectaría a ciertas estructuras, como el hipotálamo y la pituitaria, y circuitos cerebrales, como los del neurotransmisor dopamina. Además, se postula la existencia de otra predisposición de tipo psicológico en la que dominan los llamados conflictos intrapsíquicos, la inestabilidad emocional con baja autoestima y las influencias familiares.

Si sobre estas base actúa un ambiente social en el que imperan unas expectativas estéticas de culto a la delgadez y sobreexigencias a veces inalcanzables por la persona, la anorexia y la bulimia pueden hacer acto de presencia. Juntas, estas enfermedades afectan a más del 3 por 100 de las mujeres en algún momento de su vida. En España hay casi 9.000 personas afectadas y se estima que en torno a medio millón de chicas, y chicos, presentan un alto riesgo de enfermar. Si no se pone remedio, la anorexia amenaza con convertirse en una pandemia. La globalización de los patrones de belleza a lomos de la publicidad, la moda y la mercadotecnia amenazan las zonas más recónditas del planeta. Prueba de ello es esta investigación sudafricana en la que participaron 40 estudiantes zulúes de la Universidad de Zululandia, ubicada en una zona rural del país, y otras tantas de raza blanca de la Universidad de Northumbria. En palabras de uno de los investigadores, la psicóloga Julie Seed, más de la mitad de las estudiantes negras presentaban desórdenes alimenticios y trastornos del comportamiento en un país, por cierto, donde las "rellenitas" son vistas como más deseables.

Además, el primer caso de anorexia registrado en Sudáfrica fue en una adolescente blanca, en 1995. “Comprobamos que algunas de las chicas zulúes abusaban de los laxantes, incluso ingiriéndolos a diario para perder peso, y de los inhibidores del apetito. Muchas, demás, aborrecían determinados alimentos y mostraban sentimientos de culpabilidad tras ingerirlos”, dice Seed. Y añade: “Existe una gran divergencia entre el concepto tradicional del cuerpo femenino y el nuevo look que se requiere para sentirse bien. Ahora creen que han de estar delgadas para atraer y gustar a los hombres”. La culpa: la publicidad, los anuncios en televisión, los desfiles de moda, etc. En definitiva, la nueva cultura occidental que hace que niñas sudafricanas anhelen los cuerpos de las modelos y las supuestas bellezas del mundo industrializado. “Desde la abolición del apartheid, hemos detectado un cambio de actitud en lo que se refiere al peso corporal: la mujer africana está siendo bombardeada por ideas occidentales acerca de cómo han de mostrarse ante la sociedad”, denuncia Seed.

Por desgracia, las personas con alto riesgo de caer en la anorexia y la bulimia están indefensas. El cuerpo enflaquecido de una modelo, con labios, pómulos y pechos retocados por un hábil cirujano, tiene más fuerza e influjo que un consejo médico. La droga está al alcance de todos. Es hora de reflexionar sobre los valores que estamos impartiendo a nuestros jóvenes, que seguramente les pasarán factura tarde o temprano.

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