El año pasado el Ayuntamiento de Fuenterrabía anunció la construcción de un monumento a su memoria y la convocatoria de un concurso de ideas; en enero falló el premio. A los nacionalistas vascos les encantaría disponer de una figura como el mítico rey Arturo, un personaje sin mácula que hubiera ostentado la corona de Euzkadi y como la tienen, han preferido secuestrar a uno de los grandes monarcas de la Reconquista, el rey de Pamplona Sancho III el Fuerte, paradójicamente el primero que se tituló hispaniarum rex o rex ibéricus. Los nacionalistas consideran que en la Edad Media existió una dinastía pirenaica que dotó a Euzkadi de entidad política bajo el nombre de Navarra. Al citado monarca, que reinó entre 1004 y 1035, se le trata como rey de Euzkadi e incluso como rey del Estado Vasco, concepto éste inexistente en el año 1000 en todo Occidente.
Don Sancho es fuente de inspiración permanente para todas las generaciones abertzales. Su reino fue uno de los títulos históricos en que se basó Manuel Irujo para elaborar el mapa de Euzkadi incluido en la Constitución de la República vasca que el Consejo Nacional de Euzkadi, que él presidió entre 1940 y 1942 en Londres mientras el lendakari Aguirre estuvo desaparecido en la Europa dominada por los nazis, remitió a las colonias vascas en el extranjero. El artículo 5º del anteproyecto definía así al país soñado: “El territorio vasco es el integrante del histórico Reino de Navarra, dividido en las Regiones de Navarra, Vizcaya, Guipúzcoa, Álava, Rioja, Moncayo, Alto Ebro, Montaña y Alto Aragón. Sus límites son, al Norte los Pirineos y el Golfo de Vizcaya; al Este el río Gállego; al Sur el Ebro hasta Gallur y la divisoria de aguas entre las cuencas del Ebro y del Duero a partir del Moncayo en toda la extensión de ambas vertientes; y al Oeste el Cabo de Ajo (Peña Cantábrica)”. Según los historiadores vasquistas, en todos esos territorios se hablaba euskera, pero los conquistadores, tanto castellanos como aragoneses, lo desarraigaron del pueblo, con lo que ya en la Edad Media aparecen actos de genocidio contra el pueblo vasco.
A fin de convertir en metal el papel, el Ayuntamiento de Fuenterrabía (hoy Hondarribia) anunció en septiembre de 2002 sus planes de edificación de un monumento denominado Atalaya de Sancho III el Mayor, con motivo del milenario de su coronación. La iniciativa partió de las organizaciones Iniciativa Foro Irún 21, Eusko Kultur de Pamplona y la Asamblea de Municipios Udalbiltza, fundada por PNV, EA y Euskal Herritarrok. En el documento de convocatoria del premio se afirma que “es necesario recuperar el valor de la entidad regia del Señor de los vascos, huyendo de una conmemoración provinciana a nivel de la limitada Navarra actual" y se explica que "la ubicación de un memorial del momento histórico de 1004, en que accede a la corona el Rey del Estado Vasco, Reino de Navarra, en que se reúnen todos los euskaldunes con sus leyes y sus fueros, nos parece que no puede tener mejor ubicación que la de la histórica ciudad de Hondarribia", concluye el documento, publicado en el Diario de Noticias de Navarra, de 13 de septiembre de 2002. Fuenterrabía se postula como sede del monumento por ser paso entre los vascos de Hegoalde y de Iparralde y entre vascongados y navarros. A principios de enero de 2003, se falló el concurso. El proyecto ganador fue el presentado por el artista donostiarra Juan José Aranguren y su hermana Virginia, titulado Romper muros. La escultura consiste en dos planchas de diferentes alturas entre siete y ocho metros, orientadas al mar y enlazadas por una figura que viene a representar una puerta. De esta sencilla manera, el abertzalismo secuestra la figura del primer emperador de España antes de las conmemoraciones oficiales.
Como recalca Juan Miguel Arrieta, ex alcalde de Pamplona (artículo Sancho III el Mayor, rey de Pamplona y de las Españas, en ABC, de 11 de enero de 2003), el “descomunal despropósito” de erigir el monumento “no nace por generación espontánea o es obra de un irresponsable indocumentado, que también lo es, sino que obedece a una calculada estrategia del nacionalismo vasco en su afán de confundir y apropiarse de la historia de Navarra, una vez más, para esgrimir unas raíces históricas de las que carece, tratando de justificar su pretendida existencia mediante la manipulación y falsificación de la historia al servicio de sus intereses de partido”. Como ejemplo de lo antedicho basta aducir el siguiente párrafo del discurso del lendakari Ibarretxe el 27 de septiembre de 2002 en el Parlamento vasco, en el que presentó su plan de asociación con España: “Este ámbito geográfico en el que se ha asentado el Pueblo Vasco a lo largo de la historia, ha sido conocido con diferentes denominaciones de Vasconia, Reino de Navarra, Euskalherria, País Vasco-Navarro, Euskadi o País Vasco”.
De acuerdo con el relato de los medievalistas, Sancho III accedió al trono del Reino de Pamplona (que pasó a denominarse Reino de Navarra un siglo más tarde bajo el reinado de Sancho VI el Sabio) en 1004, al morir su padre, García Sánchez II, el Temblón (994-1004). Tenía entre doce y catorce años y heredaba un reino sometido al califato de Córdoba en los dos reinados anteriores. Su abuelo, Sancho Abarca (970-994), entregó una de sus hijas a Almanzor para que las incursiones del caudillo musulmán no penetrasen en su territorio. Sin embargo, Almanzor tomó Pamplona en la primavera de 998; sus tropas también asolaron ciudades tan distantes como Santiago de Compostela y Barcelona. En esta situación de peligro para los defensores de España, Sancho III tiene el mérito de ser, como recalca Arrieta, “el primer rey cristiano que frente al Califato de Córdoba aglutinó en torno a su persona a todos los reinos y condados existentes hasta convertirse en el rey cristiano más poderoso de la Península y centro político de la España medieval”.
Casó con la hermana mayor del conde de Castilla García Sánchez, de nombre Munia, bisnieta de Fernán González, el fundador de la Castilla independiente. Cuando en 1029 fue asesinado su cuñado, Sancho se convirtió a través de su esposa en jefe de la familia condal castellana y se anexionó el país. A lo largo de su reinado, sus dominios comprendieron Navarra, Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, Castilla, Álava, Vizcaya, León y Astorga. Los condados de Barcelona y de Gascuña le rindieron vasallaje, el primero para defenderse de los reyes moros de Tortosa y Zaragoza y el segundo por relaciones de parentesco. El rey logró incluso que su soberanía fuese reconocida al otro lado del Pirineo, por lo que en 1032 se tituló conde de Gascuña. En 1033 se trasladó a León para tomar posesión del reino y al vincular de esta manera a todos los reinos y condados cristianos con su persona se tituló emperador de España y en condición de tal acuñó moneda en Nájera. Aunque su reinado podía haber acortado en varios siglos la Reconquista, su muerte, ocurrida en 1035, en su viaje de regreso a Pamplona, según se cree en La Bureba, cambió el destino al trocear sus dominios entre sus hijos.
Al primogénito García Sánchez le dejó el reino de Pamplona, con Nájera, lugar de enterramiento de los reyes navarros, Vizcaya, Álava, Guipúzcoa y la parte de Castilla comprendida entre el Ebro y el mar Cantábrico. A Fernando le correspondió la otra parte de Castilla, que abarcaba la llanura hasta el Duero, con Burgos, y aunque obtuvo el título de rey era vasallo de su hermano mayor. Ramiro, su hijo bastardo, recibió Aragón y Gonzalo, los condados de Sobrarbe y Ribagorza. Los nuevos reinos en seguida comenzaron su expansión y acabaron sustituyendo como motores de la Reconquista a León y Navarra.
El supuesto Rey de Euzkadi, por tanto, fue un precursor de la recuperación de la unidad de España, rota por los mahometanos al atacar al reino visigodo. Sus restos, junto con los de su esposa, están enterrados en el monasterio de San Salvador de Oña.