Eran grupos fundamentalmente totalitarios (PCE, PSOE, CNT), más algunos golpistas (los de Azaña y Companys) y el ultrarracista PNV. Todos ellos bajo la sabia guía de Stalin. Esa clamorosa falsedad invalida por sí sola todas las pretensiones de esta ley.
He aquí un fraude derivado del esencial: "La Transición se hizo sobre el olvido de lo ocurrido en la guerra y el franquismo". Por el contrario, nunca se habían hecho tantos libros, artículos, películas, etcétera, sobre esos temas como desde la Transición, con neto predominio de la orientación izquierdista. La Transición se hizo sobre otro fundamento implícito: el de no utilizar el pasado como arma política en el presente, acuerdo claramente vulnerado por la "Ley de la Memoria Histórica".
Un tercer fraude: "Las víctimas del franquismo han estado olvidadas o se ha menoscabado su dignidad". Desde finales del franquismo, casi las únicas víctimas recordadas y homenajeadas han sido las de izquierda. Valga como modelo el caso de García Lorca (reivindicado por las izquierdas como si fuese de los suyos, cosa dudosa), comparado con los de Maeztu, Muñoz Seca y tantos más, sometidos al olvido y al menosprecio sistemáticos. Tal insistencia desvergonzada ha obligado, finalmente, a recordar también los muchos asesinatos del Frente Popular.
Las únicas víctimas realmente olvidadas han sido las causadas por las izquierdas a las izquierdas. Hubo torturas, detenciones ilegales, asesinatos. Es hora de ir recordándolo, por el bien de la veracidad histórica.
Otro más: la identificación de todos los fusilados de posguerra como "víctimas del franquismo". Ello significa meter en el mismo saco a los inocentes que sin duda cayeron y a los culpables de crímenes terroríficos, que también abundaron entre los ajusticiados. Esta identificación ya revela todo el carácter y contenido de semejante "memoria histórica".
Un quinto embuste: "Los promotores de esa memoria histórica son los demócratas y antifranquistas". Ni mucho menos: no sólo se identifican con el antidemocrático Frente Popular, y no con el proyecto de democracia liberal que fue la República en sus inicios, sino que, en su inmensa mayoría, no lucharon contra el franquismo; y una gran parte de ellos colaboraron activamente con la dictadura o medraron en sus organismos y administración; incluso fueron confidentes de la policía, como algunos altos cargos del PSOE.
Recientemente se ha comentado la medida polaca, a mi juicio poco sensata, de poner en evidencia a quienes colaboraron con la tiranía comunista impuesta por la URSS. Si eso se hiciera aquí, los primeros afectados serían muchos de esos antifranquistas… de después de Franco.
Y tampoco se puede comparar la dictadura totalitaria polaca con la autoritaria española. Un profesor polaco me lo explicaba: "Aquí, cualquier rebeldía llevaba consigo la pérdida del puesto de trabajo, y con ella la miseria. Porque no podías acudir a ningún sitio, ya que el patrón universal era el Estado. Aquí era muchísimo más difícil y perjudicial rebelarse que en España". Sin contar con que en España existía muchísima más libertad personal y más posibilidades de expresarse, como bien señaló Julián Marías.
Mezclado con este fraude encontramos un sexto (y basta, de momento): la identificación entre antifranquismo y democratismo. Prácticamente no había demócratas en las cárceles de Franco, sino, sobre todo, comunistas y terroristas, ambos totalitarios. Ni el PSOE ni los separatistas no terroristas hicieron oposición alguna digna de tal nombre, y se reorganizaron en los últimos tiempos del franquismo con autorización de la Guardia Civil. Misteriosamente, cuando el régimen cayó, todos ellos se radicalizaron, y ahora pretenden imponernos una memoria histórica cuyo parecido con la realidad es mera coincidencia.
Estamos ante el fraude sistemático como modo de hacer política. A mi juicio, ese empeño se debe a la pérdida de fundamento ideológico de la izquierda tras la ruina del marxismo. Intentan sustituirlo por un fundamento histórico tan falso como aquél.
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