En puntas de pie, silenciosamente, ha levantado (el martes 17 de agosto) el vuelo la destaca poeta uruguaya Marosa di Giorgio, a los 72 años, en Montevideo. Yace en su Salto natal. ¿Cómo puedo decir que, una vez desaparecidos, los poetas están inmediatamente muertos? Más muertos que nadie. Aquí, en Uruguay, poco se ha dicho que ella; no está, ya, en la espuma de los días. Sería lo más sensato pensar que fue realmente de otro mundo. Y punto. Para no admitir que los demás estamos muertos.
Sus versos y sus poéticas narraciones circularon por las venas de sus lectores, dentro y fuera de fronteras. Fue editada en Montevideo y en Buenos Aires y traducida al francés. Estuvo en España, estuvo en París y vivió, solitaria y solidaria, en Montevideo, escribiendo un libro tras otro. Muchos le entendieron, otros no tanto, pero todos percibieron que en sus palabras había una memoria melancólica por las mariposas, bosques, hadas, huertas florecidas... Sí. La melancolía, "ese fervor decaído" como decía Gide, latía en sus páginas. Y, de la misma manera, se transfiguraba en una suerte de glorificación memoriosa de gestos que ya fueron, algunos tan irreales como todos los recuerdos de la vida.
Nacida en 1932, en Salto, al oeste de Uruguay, debutó con un poemario en 1954; y a partir de entonces se fueron sucediendo sus obras con una imaginería personalísima y una voz enteramente personal. Entre otros, baste citar sus libros "Los papeles salvajes", "La liebre de marzo", "Mesa de esmeralda" y "Camino de pedrerías".
No faltan los que se preguntan ¿qué valor tiene la poesía? Para algunos es una suerte de entretenimiento que no debe tomarse demasiado en serio. Y menos, con solemnidad. ¡Válgame Dios! Pero sucede que existe una poesía escrita de espaldas de los convencionalismos y de quienes de esa frívola manera piensan, y, es por eso, que el Premio Nobel Elías Canetti sostenía que los poetas eran capaces de concretar las aventuras olvidadas de Dios. La poesía, entonces, aún puede salvar nuestros espíritus.
¿Qué sería de nosotros sin Shakesperare, sin Milton, sin Wordsworth, sin Aragon, sin Apollinaire, sin Valery, sin Machado ni Lorca, sin Juan Ramón, Salinas, Guillén, José Hierro, Octavio Paz, Borges...? Sus pasiones nos han dado a todos alegría, y formas nuevas de ver y vivir el mundo, de sentirnos mejores, a pesar de los pesares, y de entender el vasto retablo en torno. Así, acaso, que podemos llevar, como decía Chateaubriand, a nuestras espaldas, la grandeza de ser hombres. "La literatura" decía, a su vez, Pessoa, "es la prueba de que la vida no es suficiente".
Marosa di Giorgio, la ilustre poetisa uruguaya, ya no está en este mundo, pero sus libros han comenzado a trabajar por ella. Para la escritora, que yace en Salto, tierra de naranjales, repito estas palabras de Auden: "Tierra, recibe un ilustre invitado".