Una Marbella atada y bien atada, de modo que el calendario no juegue malas pasadas: justo para cubrir los manejos turbios del Gobierno con ETA y el cava descorchado a mayor gloria de la nación catalana sin que haga falta convocar elecciones municipales y el PSOE siga administrando sin sobresaltos el municipio malagueño; y también para que, al bajar la marea, asordine la aprobación de la LOE y la crisis de gobierno.
La política del presidente de la sonrisa incontenible es muy parecida a la de Don Vito Corleone: se manda a alguien a cometer un desaguisado y a continuación se lo aparta del juego, así no quedan responsables. Eso es lo que se hizo con la muy poco brillante señora o señorita Sansegundo, antigua número dos de Gregorio Peces Barba (¿se acuerdan? El de las víctimas), cuyo programa consistía en reformar la Ley de Calidad, establecer una educación pública bilingüe con un ordenador cada dos alumnos, tener un 40% de becados y no más de un 35% de inmigrantes por aula y que se va del Ministerio de Educación con la escasa gloria de haber tramitado y hecho aprobar una ley que sólo empeora la LOGSE. Ministerio en el que, tal vez sólo por dar validez a aquello de las trescientas familias, entrará a formar parte de un Gobierno de izquierdas una Calvo Sotelo con empresas de inversión en el ramo del ladrillo; raro que no la hayan mandado a reemplazar a la Trujillo (¿se acuerdan? La de las zapatillas y los minipisos).
En Defensa ha hecho lo propio: hizo tragar a Bono el sapo de Irak, después del cual todo era posible, el sapo del Yak, el sapo del helicóptero, el sapo de la fragata y la Ley de Tropa y Marinería, todo muy adecuado para un ministro que prefiere morir a matar, según parece. Mientras hacía todo eso, Bono trataba de arañar votos del PP a base de unas declaraciones de españolidad que ni siquiera vio comprometidas por una votación en el Congreso en la que no le tocaba participar: el hombre pasó menos vergüenza que Alfonso Guerra, que tuvo la cara de hablar de la fragmentación de España, a la manera rusa, eso sí, no a la balcánica, después de haber levantado la mano y dicho que sí a un estatuto del que ya no sé si le repugnaba realmente. Y ahora, con todo eso hecho, lo manda a casa y pone en su lugar a su hombre de mayor confianza desde la era leonásica, el compañero de estudios Alonso.
Zapatero está construyendo régimen, elevando ladrillo a ladrillo la estructura de su PRI peronista, necesariamente federal. Para ello necesita hombres de confianza absoluta en el partido y en el Gobierno. Entendámonos: confianza que no se funda, por ser política, en la lealtad, sino en los compromisos y en los cadáveres que cada cual tenga en su armario. Bono sobraba por españolista y por ambicioso, además de por católico, aunque lo sea en una versión sui generis. Sobraba en el Gobierno y en el partido. Igual que Paco Vázquez, que sobraba en el partido y en la Federación de Municipios: a saber con qué podía salir ese hombre si le hubiese caído el estar allí en el momento del marbellazo: Marbella se muestra, pero no se puede tocar con manos limpias, me temo.
Sobraba Rosa Díez en la Comisión de Libertades Civiles del Parlamento Europeo. Sobraba Nicolás Redondo Terreros en el Partido Socialista de Euskadi. De los barones díscolos sólo ha sobrevivido Rodríguez Ibarra, a quien cabe suponer sumiso a la sumisión de Alfonso Guerra. En el Poder Judicial apenas resta Grande-Marlaska, después de que la policía de Alonso dificultara la labor de Del Olmo sin que éste protestara demasiado, con la esperanza de que finalmente el caso pasara a manos de otro juez, más progubernamental o más valiente, nunca se sabe.
El hombre de confianza Alonso es ahora ministro de Defensa. Toda la prensa ha coincidido en señalar que la clave de ese ministerio en estos momentos radica en el CNI, o como se llame ahora esa empresa de seguridad. Un asunto que nadie consideró importante en tiempos de Bono, seguramente porque a éste no le contaban los espías absolutamente nada. En la etapa ETA, Alonso será ministro de Inteligencia, la misma que le negó el pan y la sal a Aznar el 11-M. Y será ministro del Interior el hombre de confianza Rubalcaba, el que gestionó el 11-M para llevar a la presidencia a Zapatero y, al parecer, desempeñó un papel fundamental en las negociaciones con ETA que nadie nos explicó ni explicó a Rajoy, pobre, que no le quedará más que apechugar con el Pacto Antiterrorista si este Rasputín del PSOE lo convoca nuevamente.
Me refiero a las negociaciones con ETA que nadie nos explicará jamás y que supondrán un rompecabezas eterno y una ocasión de debate para los historiadores del porvenir, si es que después de todo esto quedan historiadores o queda historia.
Y debajo de esta pila de barbaridades, Navarra. Con sus diputados socialistas en silencio. Como parte del precio de la paz. ¿Qué paz? ¿Llaman paz a un acuerdo con los terroristas? A los terroristas se los arrasa. ¿Acaso no lo consiguieron los italianos, más laxos y más corruptos que nosotros? ¿Y los alemanes, con suicidio en la cárcel incluido? ¿Por qué la única referencia para nuestra realidad es el IRA, y no Autonomia Operaia o la Fracción del Ejército Rojo?
Para que los terroristas vascos puedan optar a ser concejales en los pueblos o cristaleros en los bajos de las viudas de sus víctimas habrá que darles no sólo la autodeterminación, también la territorialidad: no hay precedentes históricos de expansionismo clandestino, pero todo es posible en la España de Zapatero.
Eso supone Navarra. No el País Vasco Francés, que no deja de ser una entelequia geográfica de la que hasta el ahora triste Chirac se ríe. Bien es cierto que los navarros se lo han venido buscando con sus exaltaciones folklóricas y su particularismo quintaesenciado en la UPN, que actúa como aliado pero no como parte del PP. Pero no siempre se merece uno lo que se busca.
No es la primera tentativa de este tipo: Maragall hablaba hasta no hace mucho de no sé qué Padania catalanoaragonesa que nos devolvería a los derechos históricos de Petronila, y los nacionalistas en general siguen hablando de Países Catalanes, de Cataluña Sur (Valencia) y de Cataluña Norte (el Rosellón), con un mapa que se parece al de Mohamed, en el que tienen el mismo color Marruecos, las Canarias, el Sahara, Ceuta, Melilla y Perejil e islas adyacentes.
Zapatero, cuya formación en geografía deja mucho que desear, no se inmuta ante esos mapas: más aún, está dispuesto a realizarlos, en el marco de la Alianza de Civilizaciones y de la Constitución. Ya volverán los nacionalistas catalanes por sus fueros en un tiempo bastante próximo. Pero ahora están en negociaciones los terroristas vascos; cada cosa a su tiempo: primero Estatut, después negociaciones; después, nuevo Estatut; después, plan Ibarreche, o plan Guevara (¿se acuerdan? Aquel señor que cambió de partido pero no de pensamiento).
Navarra está en las negociaciones. Y aquí no se consultará en referéndum: la soberanía vasca se decide en el País Vasco, como la catalana en Cataluña, pero la soberanía navarra no se decide en Navarra ni en España en general, sino en un sitio remoto, Noruega o las Fidji, en el que se sentarán el ministro Rasputín (o su hombre de confianza), el intelectual colectivo de ETA, el cura irlandés de la cara de pájaro y algún que otro asesor más, especializado en frangollos y traiciones. (Me pregunto si será ese cura irlandés el responsable de que Benedicto XVI se haya referido días pasados a la paz en el País Vasco y en España, manifiesto lapsus pontificio).
Navarra estará sobre la mesa, y no porque los reunidos sean lectores de Hemingway o corredores de los encierros, sino porque así lo quiere el nacionalismo expansionista vasco, que es todo el nacionalismo vasco, sin excepciones ni matices, desde el PNV hasta Batasuna-ETA, pasando por todo el resto del espectro, y nunca mejor dicho.
Sería hora de que los que nos decidimos por ser berlineses mientras el Muro estuvo en pie, judíos ante al antisemitismo y el bombatomicismo iraní, negros por los Derechos Civiles y blancos frente a la Nación del Islam, seamos en lo porvenir navarros libres del anexionismo vasco. Navarros de esa Navarra que no tiene en proyecto separarse de España, que ha hecho España, que ha dado reyes a Francia, que no es ni se siente enclave extranjero en España ni posesión vasca.
Lo digo así por claridad. Pero creo no equivocarme si digo que tampoco a los alaveses les encanta estar donde están, y que al menos la mitad de los guipuzcoanos y de los vizcaínos preferirían verse en otra situación, aunque muchos de ellos voten a Pachi.