Leo un reportaje sobre el comportamiento de las mujeres de un cierto nivel profesional en Omán: tienen sus tiendas de modas y visten como las occidentales; pero en los lugares públicos –la universidad, el trabajo, la calle– siempre se colocan encima las tradicionales abayas y se cubren la cabeza con el pañuelo (hiyab o hijab), prendas que se quitan cuando están en su casa o en la discoteca, las pocas que van (un 1%).
Un grupo de diseñadoras británicas de religión islámica impulsan una moda halal (permitida) que satisface a las mujeres que quieren vestir con más elegancia sin ignorar los preceptos de su fe, que les exige no llevar ropas ajustadas y poder mostrar en público sólo las manos y la cara.
De los resultados de la encuesta Escuchando las voces de las mujeres musulmanas: lo que ellas quieren, realizada por el Instituto Gallup a 8.000 mujeres (1.000 en cada uno de estos ocho países de mayoría musulmana: Egipto, Irán, Jordania, Líbano, Marruecos, Pakistán, Arabia Saudita y Turquía), se deduce que una gran mayoría de musulmanas creen que deben tener derecho "a votar y adoptar las propias decisiones de voto", " a trabajar fuera de casa, a conducir y a tener responsabilidades en el gobierno de sus países".
El asunto del velo islámico, el hiyab, nunca es mencionado en las respuestas, en preguntas abiertas, sobre los problemas a los que dan importancia. "Lo que más les preocupa de sus sociedades es la violencia extremista, la corrupción política y económica y la falta de unidad entre los países musulmanes". La igualdad de los sexos es un aspecto que las musulmanas asocian con Occidente. Así lo dicen el 78% de las marroquíes, el 71% de las libanesas y el 48% de las saudíes.
La valoración occidental de la mujer musulmana como víctima en esos países no se corresponde con la percepción que tienen de sí mismas. Manifiestan, a la vez, el rechazo que les suscita la imagen de "la mujer de Hollywood", que se identifica con la liberación de la mujer y que en los países musulmanes se percibe como falta de respeto a ésta. Lo que menos admiran de Occidente es la decadencia moral, la promiscuidad y la pornografía.
Por contraste, la mayoría considera que lo mejor de sus sociedades es "su compromiso con los valores morales y espirituales". El 59% de las egipcias y el 53% de las paquistaníes citan "el aprecio a las creencias religiosas" como el aspecto más valioso de su país. Por tanto, como parece que la mujer musulmana sabe apreciar lo que está bien, Occidente no debería estar tan preocupado en remover los valores religiosos, viéndolos como un obstáculo para la promoción de la mujer en esos países. Lo más eficaz sería impulsar y ayudar en aquellos aspectos que son positivos para la mujer, como la promoción en su trabajo, y su protagonismo en la familia y en la sociedad política.
Todo lo que se escucha y lee me ha traído no sé si la idea o el deseo de que la evolución de la cultura islámica –hacia formas de vida más democráticas y de más libertad para la mujer– va a venir desde dentro de su mismo mundo; y el protagonista de esos cambios, que tendrán un cierto carácter revolucionario, va a ser la mujer. Pienso que, en un momento dado, la mujer se puede hartar y decir: "¡Se acabó! No llevo el velo, o llevo si lo considero oportuno; es un complemento que me gusta o no me gusta... es decir: ¡me lo pongo si me da la gana!".
Me decía un inspector de policía de inmigración que ese cambio sería posible en las mujeres emigrantes, pero difícilmente en los países de origen. No se trata de que la mujer musulmana acepte sin espíritu crítico todos los rasgos culturales de la occidental, sino de que luche por conseguir aquellos logros que han supuesto un paso adelante en el progreso y condición de la mujer, como pueden ser la elección de pareja para el matrimonio, la monogamia (un hombre con una sola mujer) o la participación democrática en la vida social. Eso no les obliga a aceptar aspectos que atentan contra normas morales irrevocables y han supuesto un paso atrás en la historia de la civilización, como la legalización del aborto o la indiferencia ante la prostitución.