Menú
Y 2.ENIGMAS DE LA HISTORIA

¿Se hizo todo lo posible para rescatar a José Antonio?

Los nazis seguían interesados en rescatar a José Antonio pero siempre que eso no implicara perjudicar sus propios intereses. Con la finalidad de impedir que se viera comprometido el III Reich, Carls prohibió a Knobloch que bajara a tierra dado que ya era muy conocido en gestiones similares y podía comprometer el buen nombre de Alemania ante las autoridades republicanas.

De las decisiones tomadas se informó al alto mando y a Warlimont, el personaje al que Hitler había designado como asesor militar de Franco. A éste se le solicitó además el envío de otros dos millones de pesetas para asegurar que llegaría a buen puerto el intento de sobornar a la gente de la FAI. A mediados de octubre, por tanto, Carls tenía una idea clara de lo que debería hacerse en relación con el rescate de José Antonio. Se intentaría, primero, sobornar a la gente de la FAI y, sólo en caso de que esto fracasara, se pensaría en la posibilidad de un golpe de mano. En ambos casos, nunca deberían verse perjudicados los intereses alemanes.
 
El 18, la Embajada comunicó que había llegado el enlace que realizaría la liberación de José Antonio y Miguel. Como condiciones pedía tres millones de pesetas, la ayuda de colaboradores y encontrar el momento adecuado. Al día siguiente, Carls recibió un telegrama de Warlimont en el que se le informaba de una serie de deseos de Franco relacionados con el plan de rescate de José Antonio. De acuerdo a éstos, debería intentarse rescatar al mismo sin dar dinero, no comprometerse, no dar adelantos del rescate, entregar el dinero sólo a cambio de la persona, no realizar ningún pago en tierra, regatear el precio y no permitir que interviniera el cónsul Von Knobloch. Considerados con frialdad, los deseos del general Franco coincidían, casi punto por punto, con las tesis de los alemanes. Abogaban por seguir intentando el rescate de José Antonio pero, a la vez, deseaban evitar situaciones comprometidas. Ahí debe entenderse la referencia a que no interviniera Von Knobloch que también compartía Carls y que tanto ha llamado la atención de algún autor como Ángel Viñas. Sí es cierto que eran algo más puntillosos en relación con el dinero, pero incluso esa circunstancia resulta comprensible.
 
La noche del 20 de octubre, Carls fue informado por Otto Ciliax, el capitán de navío que mandaba el Admiral Scheer, de que la acción de la embajada a través de una persona de la FAI seguía pareciendo el medio más seguro de liberar a José Antonio. Sin embargo, no se abandonaron otras vías. El 21, el capitán visitó al gobernador republicano con la intención de que éste se viera obligado a devolvérsela y así poder tratar con él de la liberación de Primo de Rivera. Ese mismo día, Ciliax recibió un telegrama de Warlimont en el que se le informaba de que si las gestiones tenían éxito se mantuviera el secreto y que, “con cualquier pretexto”, se apartara a Von Knobloch de José Antonio. Éste debería ser examinado en primer lugar por un español que sería enviado ad hoc. La razón dada para esta conducta no dejaba de resultar chocante: “Existen dudas acerca del estado de salud mental de Primo”. No son del todo conocidas las razones que impulsaban a realizar esa afirmación pero no puede descartarse que estuvieran motivadas por alguna filtración sobre un intento de mediación para acabar la guerra que José Antonio había ofrecido al republicano Martínez Barrio. Si tal gesto obedecía a una añagaza para poder escapar de la prisión, no tenía mayor importancia para los alzados pero si se trataba de una pérdida de convicción del fundador de Falange en la justicia del alzamiento la situación podía resultar delicada.
 
Aquella misma noche Ciliax solicitó telegráficamente a Carls información sobre las razones por las que Von Knobloch no debía intervenir en los intentos de liberación. La respuesta de Carls fue que debía obedecer las órdenes que había recibido.
 
El 22 de octubre, como se esperaba, el gobernador civil visitó el Admiral Scherr a las 6.25 de la tarde. En el barco le esperaban no sólo Ciliax sino también Von Knobloch, Ravello y Gamero del Castillo. Sin embargo, la entrevista sólo se celebró entre Ciliax y el gobernador y se limitó a algunas sugerencias del segundo sobre los intentos de mediación internacional que, a su juicio, podían tener éxito. El diplomático alemán Völckers se opuso a la intervención de los otros personajes por temor a las reacciones que podía ocasionar el que un gobernador republicano se entrevistara con un enviado de Franco en un barco alemán. Visto el asunto desde la perspectiva de los intereses alemanes, la objeción distaba mucho de carecer de motivo. Como hemos señalado, Von Knobloch estaba demasiado involucrado emocionalmente en el asunto —Agustín Aznar le había conferido la categoría de jefe de bandera honorario— y era muy conocido. Su intervención podía desencadenar un incidente diplomático que el Reich deseaba evitar a cualquier costa.
 
El 26 de octubre llegó a aguas alicantinas el torpedero Luchs para trasladar a Von Knobloch y a sus acompañantes españoles a Algeciras. Ese mismo día Ciliax recibió un telegrama de Carls en que le informaba de que confiaba que “el asunto Primo de Rivera” se resolviera esa semana. En los días siguientes, los alemanes siguieron intentando lograr la libertad de José Antonio pero fracasaron igual que sucedió con el intento de canje del detenido por el hijo de Largo Caballero, preso de los nacionales, o la búsqueda de una mediación británica. Sin embargo, aún a inicios de noviembre se seguía intentando salvar a José Antonio y ese interés no excluía en absoluto a Franco. El día 4 de este mes, Warlimont comunicó a Carls que Franco seguía interesado en liberar a Primo de Rivera. Antes de que se devolviera el dinero, el general alzado proponía un último intento consistente en canjear a José Antonio por una suma de dinero —que no debería exceder los tres millones de pesetas de que ya se disponía— y por un diputado socialista por Asturias (Graciano Antunia). En caso de que este intento fracasara, el dinero debería ser devuelto ya.
 
Una semana después —el día 11— la Embajada aún creía posible la liberación de José Antonio y Völckers solicitó que se le enviara más dinero porque podría ser necesario para seguir avanzando en los intentos de soborno. Quizá ni los nazis ni Franco —que habían intentado hasta el último momento salvar a Primo de Rivera— lo sabían pero ya era tarde. Dos días después de la última solicitud de Völckers se dictó auto de procesamiento contra José Antonio. Se iniciaría así una recta final que concluiría el 20 de noviembre de 1936 con su fusilamiento en la cárcel de Alicante.
 
Los intentos de rescate —sabido es de todos— fracasaron. Sin embargo, no se corresponde con la realidad histórica afirmar que semejante resultado se debió a la desidia o incluso a la mala voluntad de Franco. Se hizo realmente todo lo posible —desde el golpe de mano al soborno— y en el empeño intervinieron desde camisas viejas a agentes del III Reich. Con todo, al igual que sucede en tantas ambiciones humanas, al final, la voluntad por muy firme que fuera no logró vencer el curso de los acontecimientos.
 
 
 
0
comentarios