Ninguna de las dos está dispuesta a que ZP les falle, la primera en la calle, sacando al barrio de Leganés las pancartas todavía frescas de la campaña electoral, con el fin de acaparar y tergiversar una vez más el dolor de las víctimas para ensalzar a los verdugos y a quienes jalean y apoyan, y la segunda desde sus columnas en las que se ofrece voluntariamente como comisaria política cultural, dispuesta a vigilar a ZP para que cumpla con sus promesas electorales, mejor dicho, con la única que realmente ha hecho, cuando pensaba que no iba a ganar, y que es la de retirar las tropas de Irak.
Como ya han ganado (¡Cuerpo a tierra, que vienen los nuestros!, dicen que dijo Barrionuevo al conocer el resultado de las elecciones) los vencedores han aprovechado la ocasión de seguir con su táctica nacionalsocialista, o sea nazi, de amenazas al PP y a los votantes del PP, que tan buenos resultados les ha dado, sólo que esta vez lo han hecho con el beneplácito y la cooperación de destacados miembros del futuro gobierno. De paso, aprovecharon para advertir a ZP que “el partido no perrdona errorres”, como decían aquellos agentes de la KGB que salían en las películas durante la guerra fría. Pero como dijo la encantadora Trinidad Jiménez, lo que se hizo y se dijo en la manifestación de Leganés son cosas sin importancia, anecdóticas, palabras en definitiva.
Sin duda, la concejala Jiménez no ha asistido a las lecciones sobre “La perversión del lenguaje” que han estado impartiendo últimamente, en el Círculo de Lectores de Madrid, autorizados filólogos, filósofos y politólogos, coordinados por José Luis Pardo y José María Ridao. Se habría enterado de que las palabras nunca son inocentes. Es más, que son terriblemente culpables. ¿Y quién tiene la culpa? Adivinen: la derecha en general y los EEUU en particular. Dejando de lado que descubrir que el lenguaje es manipulable y manipulador es tan novedoso como descubrir la pólvora, en las condiciones actuales, cuando estamos padeciendo diariamente las piruetas verbales y partidistas de los medios de comunicación prisoístas, cuando hemos asistido a uno de los mayores éxitos de la mentira convertida en arma política, parece casi un insulto que José María Ridao (siempre recordaré su desconcierto cuando, en ese mismo Círculo de Lectores, Jorge Semprún le regañó precisamente por uso indebido del lenguaje porque el inquieto diplomático y futuro comisario político del futuro gobierno calificó de franquista al PP, justo al día siguiente del triunfo de este partido en las elecciones de octubre a la Asamblea de Madrid durante la presentación de una novela del ex ministro; sólo por esos pequeños detalles vale la pena asistir a esas cosas) y Sami Naïr, catedrático de Ciencias Políticas de la Universidad de París e ideólogo del nuevo radicalismo de izquierdas, vengan ahora a decirnos que "en EEUU existe una Oficina de Planes Estratégicos que se dedica a crear oficialmente mentiras y difundirlas", cuando ahí al lado tenemos al grupo PRISA.
Vaya chasco el que se llevaría la concejala al saber, de boca de tan autorizados personajes que los suyos, diciendo lo que decían, y expresándose como se expresaban, actuaban como unos totalitarios y unos fascistas, pues Sami Naïr, fue categórico al respecto: “Quien diga que se puede vehicular lo justo en el lenguaje miente. El lenguaje es un instrumento totalitario y fascista, y no hay solución”. Pero claro “¿Qué decir? ¿Cómo entendernos? ¿Habrá que recurrir al silbo gomero?, se preguntarán algunos, perplejos. O, lo que es aún más inquietante para los pobres progres, ¿somos todos culpables? No, Ridao, haciéndose eco de esta inquietud absolvió rápidamente a los suyos: para entendernos, basta con mantener “una actitud, al menos, de consciencia del poder de las palabras”. Exactamente lo que hacen ellos. ¡Qué alivio!