The International Herald Tribune lo ha resumido en un editorial: Vietnam y la ciudad de Toronto, puestas bajo vigilancia por la Organización Mundial de la Salud, parecen haber controlado la enfermedad. Otros países, como Singapur, también parecen haber detenido el contagio. Incluso en Hong Kong, desde donde la enfermedad se extendió a todo el mundo, los casos se están reduciendo. Las agresivas medidas en contra de la neumonía asiática están por tanto teniendo efecto. (“Good News on SARS”, 30.04.03).
Aun así, siguen siendo muchos los elementos preocupantes. Un reportaje de The Washington Post (01.05.03) insiste en la peligrosidad del nuevo coronavirus, de comportamiento desconocido a pesar del esfuerzo científico realizado en unos cuantos meses. Es posible que, como ocurre con los catarros o las gripes, sea estacionario: una vez mitigada su virulencia, volvería a atacar, pero con “espíritu de venganza”. Además, si bien parece bastante controlada, la mortalidad está creciendo (de un 6 a un 10 por ciento) y, de forma sorprendente, la mortalidad crece más en los países avanzados, aunque esto se podría deber a que los infectados en estos países (Canadá o ciudades como Hong Kong) son sobre todo trabajadores médicos, que se han visto expuestos al virus en dosis muy altas.
En China, en cambio, la epidemia no está controlada. A pesar de la opacidad y las pocas luces o el oscurantismo —como hubieran dicho nuestros antepasados liberales— que rodean al asunto en China, todos los periódicos se hacen eco de los motines ocurridos en una ciudad al este de Pekín y en el norte de la capital en protesta por las intenciones de las autoridades de instalar allí centros de cuarentena (por ejemplo, The Wall Street Journal Europe, 30.04.04).
The New York Times (30.04.03) profundiza más en este asunto y señala que el SARS tampoco está dejando a salvo a la elite china. Se sabe que una criada que trabajaba en casa de la viuda de uno de los últimos compañeros de Mao en la Larga Marcha ha sido infestada. También está en cuarentena un número indeterminado de personas que trabajaban en el muy exclusivo complejo residencial reservado a los dirigentes comunistas.
La situación ha llevado a las autoridades chinas a adoptar un nuevo tono en sus declaraciones públicas. Como no podía ser menos, el Diario del Pueblo sigue proclamando que no está en peligro el crecimiento de la economía china (“China’s Economy to Grow Rapidly Despite SARS”, 01.05.03). Pero el primer ministro Wen Jibao ha rectificado en Bangkok sus afirmaciones previas de que la enfermedad estaba bajo control, y ha reconocido la gravedad del problema. En un artículo sorprendente, el Diario del Pueblo recoge las declaraciones de un dirigente comunista que ha pedido la colaboración de los “partidos no comunistas y de las personas independientes” en la lucha contra el SARS (01.05.03).
Tal vez esté en peligro, como indica The Wall Street Journal (30.04.03) el apoyo que el régimen ha tenido hasta ahora por parte de la nueva clase media china. La predicción hecha en estas mismas páginas de Libertad Digital por Alberto Recarte sobre el Chernobyl del régimen comunista parece verosímil.
Pero por el momento la crítica política, justificadamente dura en los primeros momentos, ha dejado paso a una actitud que insiste en la necesidad de detener la enfermedad, en línea con el artículo publicado en la prensa española por la ministra de Sanidad (“La lucha contra las enfermedades emergentes”, El País, 30.04.03). En este sentido, el Centers for Desease Control ofrece una magnífica información en su página web (www.cdc.gov).
Un editorial de The New York Times vuelve al tema, recurrente en estos casos, como es la necesidad de ayuda internacional por parte de los países ricos (“The Cost of SARS”, 01.05.03). Se insinúa así la lectura de izquierdas de la nueva enfermedad, que pone el acento no en la falta de transparencia y de democracia en China, ni siquiera en la escasa inversión en sanidad realizada en aquel país, sino en los desequilibrios y en los nuevos peligros planteados por la globalización es decir, por el éxito del capitalismo.
El SARS vendría a ser, según esta interpretación, más una consecuencia de la libertad económica que un fruto más de la falta de libertad. Como el terrorismo global, el SARS es uno de esos peligros creados por el propio ser humano, peligros a los que nos enfrentamos en este mundo desbocado y sin valores en el que vivimos, donde sólo prima el despreciable interés económico.
El artículo más cómico en este sentido ha aparecido en la prensa nacional, más precisamente en El Mundo (30.04.01), donde una “viróloga del Centro de Astrobiología” afirma que “el cambio climático favorece mutaciones como la del SARS”. A lo mejor la viróloga es aficionada a las películas de Cronenberg. En la foto que ilustra la entrevista, se parece a ET.
NEUMONÍA ATÍPICA
SARS: Consecuencias de la epidemia
En los últimos días, se percibe en la prensa un cierto optimismo acerca de la evolución del SARS. La crítica política, justificadamente dura en los primeros momentos, ha dejado paso a una actitud que insiste en la necesidad de detener la enfermedad.
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