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RUSIA

Renace el fantasma del KGB

En Rusia cualquier adolescente sabe que cuando el líder del país pide más poderes para los organismos represivos, la cosa va mal. Hay que cerrar la boca, no hablar de política ni en la cama matrimonial.

La Duma o cámara baja del parlamento ruso aprobó el pasado 25 de abril el proyecto de una nueva ley presentado por el mismísimo presidente, Vladimir Putin. La ley se titula “Sobre los cambios de algunos actos legislativos en la Federación Rusa”. Por supuesto, una ley de título tan inexpresivo no suscitó ninguna reacción política, ni comentarios periodísticos en Occidente. No obstante, se trata de la iniciativa más importante de los últimos años que, por supuesto, tendrá consecuencias nefastas para Rusia con inminentes repercusiones en el mundo entero.

En el subtítulo de esta ley se dice que se trata de “mejorar la gestión estatal en la esfera de las investigaciones de delitos fiscales, en la lucha contra el narcotráfico, la defensa de las fronteras del Estado y la protección de las líneas especiales (gubernamentales) de la comunicación y de la información”. Para nuestros lectores que no saben detectar el contenido detrás de las inocentes palabras de los burócratas rusos se lo desciframos de una forma más clara: se trata de resucitar al monstruo bolchevique creado por el padre Stalin y conocido bajo varias nominaciones. Cheka de obreros y campesinos, OGPU, NKVD, MGB y KGB —son algunos de los nombres de este carnívoro cuyos propósitos siempre han sido los mismos: espiar, perseguir, secuestrar, arrestar, torturar, asesinar.

En Rusia cualquier adolescente sabe que cuando el líder del país pide más poderes para los organismos represivos, la cosa va mal. Hay que cerrar la boca, no hablar de política ni en la cama matrimonial y, por si acaso, preparar un saco con calcetines de lana, un jersey y galletas. Eso, por si vienen a por ti de forma inesperada para ofrecerte un largo viaje gratuito a Siberia. Los rusos mamaron esta experiencia con la leche de sus madres. El miedo ante el KGB es de varias generaciones.

La principal criatura comunista apareció el 20 de diciembre de 1917, pocos días después del golpe de Estado bolchevique. Creció muy rápido y su principal alimento siempre ha sido la sangre humana. Millones de personas fueron aniquiladas en los años 20 por “contrarevolucionarias”, decenas de millones en la década de los 30 por “enemigos del pueblo”. La máquina represiva con el GULAG como “empresa de vanguardia” era lo que mejor funcionaba en la dictadura. No es de extrañar que el padre Stalin le confiara no sólo el exterminio de sus enemigos sino también la “obra creativa”: el “órgano de la justicia proletaria” se dedicaba a construir la gran industria del país.

El apogeo del monstruo fue a comienzos de los años 50 cuando, bajo mando del temeroso Lavrenti Beria, contaba en sus filas con los verdugos de GULAG, espías y soplones en cada casa y tenderete, policías municipales en todas las ciudades y pueblos rusos y agentes en el mundo entero. El sucesor de Stalin, Nikita Jruschev, limitó los poderes del KGB y lo sometió al control del partido comunista. Eso no les gustó a los dirigentes KGBistas acustumbrados a controlar y no a ser controlados. No es de extrañar que protagonizaran el complot contra Jruschev y lo derrocaran en 1964.

En los tiempos de Brezhnev el poder de este organismo aumentó considerablemente. En 1967 fue creado el tristemente célebre “quinto departamento” dedicado a la lucha contra la disidencia política. Controlaba asimismo las “secciones especiales” de los manicomios para los adversarios del régimen. La lógica de aquel entonces era muy simple: “sólo un loco puede pronunciarse contra el comunismo, así que ¡bienvenido al manicomio!”

A principios de los noventa con la caída del régimen bolchevique, el terrorífico mecanismo fue destruido o, mejor dicho, dividido en varios departamentos independientes. Así perdió todo su poder y su influencia en la vida política del Estado. Aparecieron el FSB (contraespionaje), el FSO (seguridad), FAPSI (comunicaciones gubernamentales), Cuerpo de Guardafronteras, la Inteligencia Exterior y un largo etc. Pero, al parecer, los tiempos “liberales” han terminado en Rusia. Llega la hora de la “democracia dirigible” —un nuevo concepto político, elaborado por el Kremlin. Por supuesto, todo el mundo sabe quien va a dirigir esta “democracia”. Pero, ¡ojo!, no se trata de copiar ciegamente el modelo estaliniano de un KGB omnipresente. Hay un elemento nuevo. Según la ley, el aparato represivo tendrá que rendir cuentas sólo ante el presidente, no habrá otro órgano de control. Ni el padre Stalin soñaba con esto.

El KGB renovado cuenta, hoy en día, con 250.000 efectivos, de ellos 110 militares, fuertemente armados, hasta con su propia aviación de combate.
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